De nuevo la Universidad cede al chantaje, la violencia y la censura de la izquierda, que ha decretado que no se puede debatir de determinados temas: la prostitución, los toros, el feminismo… o que a algunos conferenciantes hay que someterlos a un tercer grado de escraches, acosos e intimidación.
En este caso, ha sido Pablo de Lora, profesor de la UAM que había sido invitado por la UPF para hablar en un Seminario sobre identidad en los transexuales. El tema merece una reflexión dado que se producen casos como el de Caster Semenya, una atleta transexual considerada mujer en el ámbito civil pero que debe participar en la categoría masculina en el ámbito atlético (a menos que rebaje su nivel de testosterona).
Pablo de Lora en una entrevista en El Mundo declaró "El feminismo hegemónico es un tsunami: ir en contra te hunde bajo la ola". No ha podido hablar en la Universidad, silenciada su voz ponderada bajo los gritos de los energúmenos, pero al menos habrá sentido la satisfacción de comprobar que su hipótesis sobre el feminismo radical es cierta.
Quedan unas preguntas por hacer: ¿Por qué llaman feminazis a las femicomunistas?, ¿por qué se permite que la extrema izquierda campe por sus respetos en la Universidad?, ¿por qué se es tolerante con los intolerantes?, ¿por qué tanta cobardía institucional?
Es cierto que en las universidades catalanas están especialmente acostumbrados a someterse vilmente a las imposiciones de los encapuchados de extrema izquierda y nacionalistas, convirtiéndose los cargos directivos y profesores en serviles cómplices de los totalitarios. No solo no les expulsan, como se hace con los acosadores en cualquier centro educativo que se precie, sino que les premian con evaluaciones a medida, de modo que puedan compaginar los exámenes con las barricadas, el estudio con el matonismo.
Esta costumbre de que los estudiantes se conviertan en inquisidores de los profesores comenzó en la Alemania nazi, cuando los camisas pardas universitarios depuraron a profesores judíos como Edmund Husserl sin que ilustres sabios como Martin Heidegger hicieran nada. Y siguió en los sistemas comunistas de la URSS y la China de Mao, donde acusaban a los profesores de "traidores de clase" por explicar la burguesa teoría de la relatividad o la capitalista la mecánica cuántica. Tuvo su último apogeo en los Estados Unidos durante la presidencia de Obama, que dio alas a los exaltados de izquierda que pensaban que podían imponer el pensamiento único tras el ungimiento de su líder mesiánico. Y, ahora, cuando en la universidad norteamericana algunos académicos universitarios, como Haidt y Pinker, se han puesto manos a la obra para parar el "tsunami democrático", llega a España y Europa. Pablo de Lora ha sido la última de sus víctimas pero no será la única. A menos que los académicos que todavía resisten el pensamiento crítico, lúcido y audaz en la Universidad -pocos pero valiosos- planten cara.
Como hizo el propio profesor sometido al auto de fe posmoderno, que antes de irse con viento libre de ese acto que supondrá un baldón eterno para la universidad catalana, otro más, declaró:
Ninguna de las personas que ha intervenido en esta suerte de auto de fe me conoce. Y algunos resulta que son compañeros que asisten a este acto académico. Lo que, para mí, es verdaderamente sorprendente. Y frustrante. Si el signo de los tiempos es esto, vayan ustedes despidiéndose del pensamiento libre, del intercambio reflexivo y de la posibilidad de conocernos mejor, de argumentar mejor y de pensar mejor.
¿Cuál es el contraataque del femiliberalismo contra el femicomunismo? En lugar de gritos histéricos y acosos fascistoides, comprar libros, regalarlos e incluso leerlos. En este caso, el de Pablo de Lora, Lo sexual es político (y jurídico). Hagamos de altavoz a las tesis que odian.