
Gabriel Albiac ha entrado por la puerta grande del Mariano de Cavia con su Tercera de ABC titulada "Las Ramblas, a lo lejos", publicada el 17 de agosto de 2018, un año después de los trágicos atentados de Barcelona. A Gabriel y a la distinción que le ha sido otorgada dedico este comentario.
Si es cierto, como se dice, que la palabra es el reflejo de la vida, la sombra y la silueta de la vida, y que con ella se pule el alma y el corazón, entonces doy fe de que en Gabriel Albiac la palabra es la herramienta con la que ama la vida y deja constancia de sí mismo y de todos sus anhelos y vicisitudes. Gabriel adora su oficio, el de escritor y filósofo. Día a día, palabra a palabra. Y quiere a sus lectores, explicándoles los mil recovecos de nuestra España, la tierra más hermosa del mundo, como él suele decir. Trabajador en constante vena creativa, siempre atento a todos los aconteceres, escrupuloso con lo que escucha y ve, sagaz en lo que dice, Gabriel Albiac parece un tipo del Renacimiento, aquel movimiento cultural en el que hombre sabía de todo, sentía curiosidad por todo y probaba a ensayar todos los caminos que la ciencia y el arte ofrecían.
Pero hay más. Me refiero a que si escritor de verdad es aquél que no persigue el poder, ni la gloria,ni el dinero, entonces me honra decir que en la nómina de las cualidades de Gabriel destaca el compromiso de no traicionar los dictados de su conciencia. Para Gabriel lo decente, con la pluma corriendo sobre el papel o el cursor sobre la pantalla del ordenador, no es tratar de triunfar sino de tener razón. El éxito puede ser efímera flor de estufa, pero la razón, cuando asiste al hombre, es dura como el diamante. El laurel en España no es meta difícil de alcanzar. Lo que ya no es tan fácil es aprehender la razón y hacerla propia. Como quería el prudente Séneca, el hombre más poderoso es aquél que es dueño de sí mismo, o, por el camino contrario, según nos enseñó Goethe, nadie tan esclavo como el que se tiene por libre sin serlo. Gabriel Albiac lo declaró en sus palabras de agradecimiento tras recibir el galardón: "Ser libre significa no tener nada".
Al llegar a este punto, debo advertir que sí, que Gabriel Albiac es mi amigo. La vida me deparó la fortuna de conocerle allá por los años 90, cuando atravesaba un momento profesional crítico. Sólo es amigo seguro quien está cerca de ti en los momentos inseguros. Y Gabriel lo estuvo. Porque Gabriel disfruta cultivando la amistad, ese sentimiento ilustre que casi nadie sabe distinguir. Para él, contra lo que suele entenderse, la amistad no es hija de la utilidad, sino su madre, y tal vez no haya nada que más daño haga a la amistad que aquella que se cultiva por el interés. Esto me recuerda lo que Josep Pla escribe en su Dietario de que toda amistad interesada destruye el mayor encanto de la amistad.
¡Venturoso aquél a quien el cielo dio un trozo de pan sin que le quede la obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo!, nos dejó dicho Miguel de Cervantes, modelo de escritor independiente. Gabriel Albiac es un hombre feliz porque es sincero. Lo dijo el rey Felipe VI en el discurso pronunciado en la entrega de los Premios Internacionales de Periodismo de ABC: "Gabriel es un hombre de pensamiento honesto, sólido y erudito".
O sea, lo que el Eclesiastés enseña: siempre con la verdad por delante.