Es comúnmente conocida la afición de Benito Pérez Galdós por hacer novillos en la universidad. Al parecer la quietud del aula no le interesaba demasiado, y disfrutaba más "flaneando" por las calles de aquella capital bulliciosa y magnética que acababa de descubrir. Hay quien dice que aquellos pajareos juveniles fueron los que le permitieron ir adentrándose paulatina y profundamente en la esencia misteriosa de la ciudad. Las clases y costumbres, los pequeños hábitos y la genuina forma de vivir y convivir, que determinan al fin y al cabo una época y a una sociedad, se le quedaron incrustados en su memoria prodigiosa para, tiempo después, ayudarle a construir aquellos relatos extrañamente humanos, por cotidianos y universales, cuando al fin se lanzó a la tarea de escribir sus ocurrencias.
Curiosamente, durante mucho tiempo, ese oído primoroso y esa destreza a la hora de retratar a las clases bajas le llevaron a ser considerado un escritor vulgar. Benito el garbancero. Y sin embargo aquello tampoco frenó su ascenso imparable hacia la cima de las letras españolas. Se dice que le arrebataron el Nobel, algunos años antes de morir, pero lo único cierto es que más allá de galardones y reconocimientos, su obra perduró más —aún lo hace— que la de la mayoría de sus contemporáneos. Falleció en Madrid, su ciudad adoptiva, el 4 de enero de 1920, y ahora la Biblioteca Nacional (BNE) celebra ese aniversario señalado ofreciendo una exposición que acerca su figura a todos los públicos.
Benito Pérez Galdós. La verdad humana ha sido organizada por la BNE en colaboración con el Gobierno de Canarias, y está ideada para "presentar a todo Galdós". Así lo ha explicado Germán Gullón Palacio, comisario de la muestra, al incidir en que más allá de la figura de escritor costumbrista y de narrador eficaz, "Galdós fue muchas más cosas". "Fue un estupendo periodista, por ejemplo, un hombre con una enorme curiosidad artística, que pintaba estupendamente y que poseía una interesante colección de arte, además de un político importante y un ensayista destacado. De hecho, una cosa que se pasa por alto cuando se habla de él es que en su época fue un dramaturgo exitosísimo", aunque ahora se le conozca mayoritariamente por una serie muy concreta y limitada de sus novelas.
En ese sentido, la exposición intenta repasar toda su biografía, adentrándose en aquellas facetas que pasan desapercibidas en el ideario común, y ofreciendo una muestra seleccionada de objetos, escritos, cuadros y fotografías que van permitiendo conocer en profundidad sus inquietudes, su pensamiento, el contexto en el que se desarrollaron sus ideas, y la relación que tuvieron sus obras con la realidad social que le tocó vivir. También un repaso de sus grandes amores, en especial Emilia Pardo Bazán y la madre de su hija, Lorenza Cobián. Y además, un último énfasis en la influencia que su obra tuvo tras su muerte en otras disciplinas como el cine, junto con un pequeño homenaje a todos aquellos "galdosistas" que se esforzaron por mantener su legado durante los años del franquismo. Como gran innovación, para finalizar la visita, han sido instaladas una serie de pantallas en las que aparecen proyectadas varias entrevistas a reputados escritores actuales, como Andrés Trapiello, Almudena Grandes, Elvira Lindo o Antonio Muñoz Molina, que acercan de esa manera su propia visión del autor al espectador.
Durante su estancia en Madrid, antes de que la muestra sea trasladada a la casa natal del propio Galdós, en Las Palmas, la BNE ofrecerá también una serie de actividades paralelas, para conmemorar el centenario galdosiano: el concierto Galdós en la Zarzuela a cargo de la soprano Laura del Río y el pianista Rodrigo de Vera; un encuentro con los comisarios de la exposición; la obra de teatro Ana, a nosotros también nos llevará el olvido; o una lectura dramatizada de sus textos serán sólo algunas de las propuestas con las que se espera acercar a una de las figuras más destacadas de nuestras letras a todos los públicos.