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Una historia y un ambiente

Una buena novela y una gran película lo son porque permiten ampliar la vida espiritual del lector o del espectador.

Así de sencillo. No otra cosa es el género novelístico: presentar una historia que viven unos cuantos personajes bien estudiados en un ambiente característico. Todo ello permite ejercitar la imaginación del lector, lo que produce un placer único.

Una de las primeras novelas en aparecer ha sido también la culminación del género: El Quijote. El género novelístico en España alcanza una segunda cota (la Edad de Plata) en la época de la Restauración, que abarca un par de generaciones, aproximadamente desde 1875 hasta 1936, entre las dos últimas guerras civiles. Luego entró en decadencia y así sigue. Se olvidó la fórmula (ahora dicen "algoritmo") precisa para escribir una novela: una historia y un ambiente. Pocas son las excepciones que han sabido conservarla.

Producido el declive de la novela, se alza en los años 30 el género que la sustituye en el favor del público: el cine. Por desgracia, el cine en España no ha levantado cabeza nunca. La causa de tal debilidad congénita reside en que desde el principio estuvo subvencionado por el Estado, con prescindencia del régimen político.

Se han rodado miles de películas en todo el mundo, pero desde el principio las películas inglesas y las norteamericanas han sido insuperables. Sean históricas o de acción, románticas o costumbristas, de vaqueros o de humor, de cualquier estilo, las películas inglesas y sobre todo norteamericanas han sabido entender mejor la fórmula del éxito de público: una historia y un ambiente. Se traduce en el siguiente efecto: una buena película no debe contener frases o imágenes o música que estén de más. Solo así los personajes y las situaciones se hacen plenamente verosímiles. No basta con señalar que "esta película se basa en hechos reales"; todas son ficción.

Decía que la época de oro del cine empieza en los años 30 con el sonoro, todavía en blanco y negro. Después de la segunda guerra mundial llegó el color y la pantalla grande. Poco después empezó la decadencia del cine, que se acelera a partir de los años 80 del pasado siglo. Se incluyen las películas inglesas y norteamericanas, que son las que han logrado mantener mejor el criterio de un superior atractivo.

La historia de la novela y del cine nos indica lo relativa que es la noción de progreso aplicada a la cultura y desde luego a la cultura occidental. No dibuja a lo largo del tiempo una trayectoria rectilínea sino ondulante. Así pues, valga la conclusión de un simple aficionado: una buena novela española suele ser la que se imprime entre 1875 y 1936, por poner unos límites convencionales. Una buena película tiende a ser inglesa o norteamericana y se rueda entre 1930 y 1980. No se trata de un capricho esteticista. Una buena novela y una gran película lo son porque permiten ampliar la vida espiritual del lector o del espectador.

Se medirá. Pero ¿por qué no cumplen la condición dicha las novelas o las películas de la última generación? Muy sencillo, porque sus personajes, sus historias y sus ambientes reflejan más bien el talante de lo peor de la sociedad actual: decadencia, chabacanería, violencia, promiscuidad; en definitiva, el culto al feísmo. Un indicador de la degradación del gusto estético de nuestra sociedad es la profusión de grafitis y de tatuajes. No hay que extrañarse, pues, de la acogida que merecen ciertos bodrios cinematográficos de los últimos decenios.

Se me olvidaba señalar una curiosidad. Se han hecho muchos intentos de trasladar al cine el contenido del Quijote; ninguno ha tenido éxito. Eso ha sido así a pesar de que muchas buenas películas están basadas en excelentes novelas.

Un detalle final de las películas recientes: la música se superpone muchas veces al diálogo y, además, los actores (y sobre todo las actrices) más que hablar musitan. El resultado es una insoportable confusión. Otra manía de las películas recientes: realizar muchas escenas de noche; hay que suponer que son más baratas, pero llegan a cansar.

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