En su discurso del lunes, Pedro Sánchez dijo que para su Gobierno no puede existir una relación sexual sin el consentimiento expreso de la mujer. Breaking news. Que el silencio no equivale a una afirmación y que en las calles no puede haber "ni manadas ni lobos solitarios". El bla, bla, bla que no puede faltar. El mismo día, en ABC, había una entrevista con Ángeles Carmona, presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (¿le cabrá todo eso en una tarjeta?). Dice la observadora que está convencida de que las violaciones grupales acabarán desapareciendo. Por el elevado reproche social hacia esos ataques contra la libertad sexual de las mujeres y por las graves condenas a las que se enfrentan los agresores (a su "efecto desincentivador").
Nada me gustaría más que creer a estos dos y a tantos otros que me recuerdan a cuando Gene Roddenberry, el creador de Star Trek, quiso retomar la serie con Star Trek. La nueva generación (1987) y se le ocurrió que en el siglo XXIV la humanidad había resuelto todas sus luchas. Los guionistas se llevaron las manos a la cabeza. No somos guionistas de la delincuencia, pero esa visión de que la maldad, como el frotar, se va a acabar, es demasiado idealista. Y claro que la educación, la percepción y el castigo de esas salvajadas se pueden se pueden mejorar.
Las violaciones en grupo, las manadas, como se le quiera llamar, no son novedades. En la realidad y en la ficción. Rusos llegando a Berlín en la Segunda Guerra Mundial. O Dos mujeres, la película protagonizada por Sophia Loren. O Doña Bárbara, la clásica novela de Rómulo Gallegos. Ya saben, una rica terrateniente venezolana más mala que un dolor con el trauma de haber sido violada de adolescente por un grupo de piratas que también mataron a su primer amor. Usa a los hombres y soborna funcionarios para sus intereses. Santos Luzardo es otro terrateniente que ha vuelto para poner orden en el rancho de su familia después de estudiar Derecho. Doña Bárbara tiene una hija, Marisela, con otro ricachón al que arruinó (a la niña la abandonó). Santos ayuda a ambos. Por supuesto, doña Bárbara se siente atraída por Santos. Pero también está la hija, así que su furia se dirige a ellos. Es un lugar común que la novela representa el conflicto entre la civilización (Santos) y la barbarie (doña Bárbara y los demás).
El personaje de doña Bárbara es uno de los más adaptados en el cine y la televisión (hasta hay una ópera). Desde María Félix en 1943, con guión del propio Gallegos y Fernando de Fuentes, a la adaptación del gran José Ignacio Cabrujas para la televisión colombiana en 1975, pasando por la de Telemundo protagonizada por Edith González en 2008 con Christian Meier y Génesis Rodríguez (la hija del Puma es Marisela). También de Telemundo es la versión de 2016 que ahora se puede ver en Netflix. 120 capítulos de una telenovela como Dios manda. De esas que cuando las pillas en un hotel de Estados Unidos no hay quien te mueva de la habitación. Un perfecto ejemplo de placer culpable. Con sus exageraciones, sus sobreactuaciones, sus tontadas, sus malvadísimos. Si la de Edith González se desarrolla en Venezuela, como la novela original, la protagonizada por Aracely Arámbula y David Chocarro (no sé cuál de los dos está más buenorro) transcurre en México. Y, además, se llama La doña. Pero es lo mismo.
Lo que diferencia a esta telenovela de todas las que le han precedido con doña Bárbara como protagonista es que tiene el mismo ánimo que nuestros políticos y observadores de acabar con las manadas, las violaciones y los asesinatos de mujeres. O al menos de sacar los colores y resaltar el problema. La imagen que da de México es como para ir. El Santos de aquí (Saúl Aguirre) es un abogado que trabaja en Veracruz con mujeres "abusadas". La doña (Altagracia Sandoval) vive en el DF pero es de Veracruz, donde la violaron. Lo de la doña es venganza. Lo de Saúl, cuya hermana fue asesinada por su marido, es justicia. Cada dos por tres andan dando estadísticas de violaciones y feminicidios en el México actual. Es bonito para quienes no sueltan la letanía de la inseguridad de las mujeres en España.
Doña Bárbara es el mito de la mujer violada y destrozada, mucho más que Lucrecia (a esta ‘sólo’ la violó Sexto Tarquinio, aunque el ultraje y al posterior suicidio de Lucrecia tuvieran que ver con la caída de la monarquía y el restablecimiento de la república en Roma). Tanta tontería con El cuento de la criada, con disfrazarse de criadas en las protestas, cuando se tiene a doña Bárbara como modelo. En supermalvada también sirve Rocío Monasterio, pero no representa ningún mito para las mujeres. Con las manadas se acaba poco a poco, como doña Bárbara, o también cuando las ranas lleven chalecos de Moncler.