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El Papa emérito Benedicto XVI publica un documento asumiendo los casos de abusos y pederastia en la Iglesia

Sitúa el "colapso moral" de la Iglesia en la Revolución del 68 donde "la pedofilia se diagnosticó como permitida y apropiada".

Benedicto XVI en el Vaticano en 2013 | Cordon Press

Joseph Ratzinger, el papa emérito Benedicto XVI, ha elaborado un documento de 18 páginas, del que informó al Papa Francisco, titulado "La Iglesia y los abusos sexuales" y en el que vierte duras críticas contra una iglesia "garantista" del "abuso clerical perpetrado contra menores", en el que denuncia que la Iglesia sea vista solo como "una especie de aparato político" y se lamenta del "catolicismo moderno" y del relativismo moral de la sociedad, "Dios está ausente en la esfera pública y no tiene nada que ofrecerle".

El artículo que iba a ser publicado en Semana Santa por la revista alemana Klerusblatt, periódico mensual para las diócesis bávaras de Alemania, ha sido adelantado por algunos periódicos italianos como 'Il Corriere della Sera'.

Benedicto XVI sitúa en la llamada Revolución de 1968 el origen del problema, del "colapso de la teología moral católica" que dejó a la Iglesia indefensa ante estos cambios en la sociedad. Una época, explica, en la que la libertad sexual total, era "una que ya no tuviera normas". Asimismo, explica que en las décadas siguientes "la pedofilia también se diagnosticó como permitida y apropiada". Se pregunta: "¿Cómo ha podido la pedofilia alcanzar esta dimensión?".

"Para los jóvenes en la Iglesia, pero no solo para ellos, esto fue en muchas formas un tiempo muy difícil. Siempre me he preguntado cómo los jóvenes en esta situación se podían acercar al sacerdocio y aceptarlo con todas sus ramificaciones. El extenso colapso de las siguientes generaciones de sacerdotes en aquellos años y el gran número de laicizaciones fueron una consecuencia de todos estos desarrollos", asegura.

Benedicto también señala "a un garantismo" hacia los acusados de pederastia que excluía cualquier condena

En el texto (escrito en alemán), se citan varios ejemplos como el hecho de que en varios seminarios se establecieron "clubes de homosexuales que actuaban más o menos abiertamente, con lo que cambiaron significativamente el clima que se vivía en ellos". También señala que en un seminario en el sur de Alemania, los candidatos al sacerdocio y para el ministerio laico de especialistas pastorales "vivían juntos e incluso los casados a veces estaban con sus esposas e hijos; y en ocasiones con sus novias".

Y hasta hace referencia al caso de un obispo, que había sido antes rector de un seminario, que había hecho que los seminaristas "vieran películas pornográficas con la intención de que estas los hicieran resistentes ante las conductas contrarias a la fe".

Entre las causas, Benedicto, a punto de cumplir los 92 años, se lamenta de "un garantismo" hacia los acusados de pederastia que excluía cualquier condena. "Se tenía que garantizar, por encima de todo los derechos del acusado hasta el punto en que se excluyera del todo cualquier tipo de condena. El garantismo se extendió a tal punto que las condenas eran casi imposibles", explica el Papa emérito.

En la sociedad occidental "Dios está ausente en la esfera pública y no tiene nada que ofrecerle"

También da cuenta de la evolución del proceso para imponer la pena máxima a un sacerdote pederasta, o sea, la expulsión del estado clerical, que se dio cuando "de acuerdo con el Papa Juan Pablo II" se decidió asignar estos casos "a la Congregación para la Doctrina de la Fe", cuando él estaba al frente. Benedicto XVI defiende que "no se habría podido imponer" la expulsión del sacerdocio si hubiera habido "otras previsiones legales".

"Hora difícil" en la Iglesia católica

En otro de los apartados del documento, dividido en tres partes, el Papa emérito ha justificado su publicación como una contribución a un nuevo comienzo tras la reunión de febrero en el Vaticano con los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo sobre la "hora difícil" que atraviesa la Iglesia católica. "Habiendo contactado al Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal (Pietro) Parolin, y al mismo Papa Francisco, me parece apropiado publicar este texto en el 'Klerusblatt'", explica.

Así, evidencia que la sociedad occidental es una sociedad en la que "Dios está ausente en la esfera pública y no tiene nada que ofrecerle" y señala que "ese es el caso con la pedofilia". Y agrega: "¿Por qué la pedofilia llegó a tales proporciones? A fin de cuentas, la razón es la ausencia de Dios. Nosotros, cristianos y sacerdotes, también preferimos no hablar de Dios porque este discurso no parece ser práctico".

En otra parte del texto, el Papa Emérito revela que la Iglesia es vista ampliamente solo como "una especie de aparato político". "Se habla de ella casi exclusivamente en categorías políticas y esto se aplica incluso a obispos que formulan su concepción de la Iglesia del mañana casi exclusivamente en términos políticos", agrega.

A su juicio, la crisis, causada por los muchos casos de abusos de clérigos, hace mirar a la Iglesia como algo "casi inaceptable" que hay que "rediseñar". Sin embargo, para Ratzinger "una Iglesia que se hace a sí misma no puede constituir esperanza".

Y especifica: "Sí, hay pecado y mal en la Iglesia, pero incluso hoy existe la Santa Iglesia, que es indestructible. Además hoy hay mucha gente que humildemente cree, sufre y ama, en quien el Dios verdadero, el Dios amoroso, se muestra a Sí mismo a nosotros. Dios también tiene hoy Sus testigos en el mundo. Nosotros solo tenemos que estar vigilantes para verlos y escucharlos".

Finalmente, denuncia que la Eucaristía se ha convertido en un "mero gesto ceremonial" cuando se da por sentado que "la cortesía" requiere que sea ofrecido en celebraciones familiares o en ocasiones como bodas y funerales a todos los invitados por razones familiares. "La forma en la que la gente simplemente recibe el Santísimo Sacramento en la comunión como algo rutinario muestra que muchos la ven como un gesto puramente ceremonial", añade.

Como conclusión, el Papa Emérito invita a encontrar testigos "entre la gente ordinaria, pero también en los altos rangos de la Iglesia", que se alzan por Dios con sus vidas y su sufrimiento. "Es una inercia del corazón lo que nos lleva a no desear reconocerlos", avisa.

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