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Amando de Miguel

Hacia el medio milenario del siglo de oro

Pocas naciones hay en el mundo que hayan acumulado tanta inteligencia en un lapso tan corto.

Miguel de Cervantes

Naciones hay muchas; cada año surge alguna nueva. Pero hay muy pocas con el suficiente espesor histórico como para que pueda manejar la cifra de siglos y aun de milenios. Una de ellas, qué casualidad, es la nación española. Tuvo su época de esplendor, el llamado Siglo de Oro, con límites elásticos que exceden los cien años. Comprende más bien cuatro generaciones, o sea, algo más de 120 años. Es decir, entre 1520 y 1650. Habrá que prepararse a ir conmemorando años tras año el medio milenario de aquella época áurea. Es todo tan convencional como la celebración anual de los cumpleaños en las vidas individuales. En ambos casos la función expresa de tales fastos es el refuerzo de los lazos que unen a la nación o a la familia.

Me temo que, de momento, solo destaca un partido político dispuesto a celebrar las fechas de los sucesivos medios milenios de nuestro siglo de oro. Se llama Vox, con ese monosílabo latino que tanto ruido empieza a hacer. Ojalá no sea el único dispuesto a impulsar sin complejos las celebraciones que digo para vertebrar a España por este costado rememorativo. Sería maravilloso que cundiera ese sentimiento de honrar la verdadera memoria española entre todas las fuerzas que ahora contienden por los escaños del poder.

Una nación es el concurso espiritual de los individuos que conviven sobre un territorio y los que antes lo habitaron. Convivir es también odiarse, y hasta matarse real o simbólicamente, pero de modo más sencillo solazarse con las glorias comunes. Esa es la verdadera memoria histórica, que no necesita ninguna ley.

Estamos a tiempo de comenzar la gran política de conmemoraciones del medio milenio español. No se trata tanto de rememorar acontecimientos precisos como de celebrar procesos que acumulan destacados epónimos. Por ejemplo, podríamos inaugurar el año que viene con estas dos magnas celebraciones: la conquista de México y la primera circunnavegación de la Tierra. Ambas fueron hazañas descomunales. No hay que arrugarse ante la palabra conquista para referirse a la constitución de lo que iba a ser con el tiempo la nación mexicana, un hecho portentoso de transferencia cultural. Supuso, por ejemplo, la introducción en tierras mexicanas de la imprenta y de la universidad, dos instituciones que tardaron mucho más tiempo en llegar a otros procesos colonizadores. En contra de la leyenda negra sobre las crueldades de los conquistadores, la verdad se impone: México es una sociedad mestiza. No se puede decir lo mismo de otras muchas colonias europeas, incluidos los Estados Unidos de América.

La primera circunnavegación de la Tierra, con la expedición de Magallanes-Elcano, fue una portentosa hazaña que tardó más de dos siglos en replicarse por segunda vez, con el inglés capitán Cook.

Los dos acontecimientos que digo nos dan para un decenio de grandes fastos nacionales e internacionales. En las décadas que siguen tendrán ocasión los españoles de acordarse públicamente del resto de las exploraciones americanas, lo primeros pasos innovadores de la Compañía de Jesús, la gran literatura del Siglo de Oro, la escuela científica de Salamanca, el apogeo de las bellas artes, para terminar con Cervantes y Velázquez. Pocas naciones hay en el mundo que hayan acumulado tanta inteligencia en un lapso tan corto.

No estaría mal que los políticos añadieran a sus preocupaciones urgentes esta otras que suponen una mirada más a largo plazo, una generosa "larga duración".

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