España, asignatura por la libre
Como aventuró José Ortega y Gasset en 'España invertebrada', "aquí [en España] todo lo ha hecho el pueblo, y lo que el pueblo no ha podido hacer, se ha quedado sin hacer".
Recurro al americanismo "por la libre" para subrayar mi propuesta de una nueva asignatura optativa (ahora dicen "opcional") en todos los planes de estudio y fuera de ellos. También podríamos convenir en que fuera transversal, para recurrir a una palabra de moda. La nueva materia lleva un título bien escueto: España. La iniciativa parece asaz provocativa, pues se enfrenta a la tendencia vigente de ocultar el nombre de España con innobles equivalentes, como "Estado" o "este país".
Aunque la nación española lleva siglos en liza, habrá que reconocer la extravagancia de un gentilicio como España, con esa desinencia rara y despectiva. Es la desesperación de los poetas. Fíjense en las escasas voces con la misma rima y lo mal que suenan: alimaña, artimaña, calaña, cucaña, guadaña, huraña, maraña, patraña, etc. Los filólogos ni siquiera se han puesto de acuerdo sobre el origen de España. La significación más divertida es "tierra de conejos", en alguna lengua oriental.
La nueva asignatura no es estrictamente académica. La puede dar cualquier persona leída que haya buceado un poco en la historia y la realidad económica, cultural o política de ese extraño conjunto nacional de los españoles. La nación no solo comprende a los actuales ciudadanos sino a las generaciones pasadas de las que descienden y que han vivido aproximadamente sobre el mismo territorio. Esa idea más comprensiva constituye el fundamento para oponerse lógicamente a cualquier forma de secesión de alguna de sus regiones. A estas alturas de la historia (ahora habría que decir el "relato") ninguna puede reclamar el título de colonia que puede desgajarse de la hipotética metrópoli. En Europa son raras las colonias que quedan: Groenlandia o Gibraltar. Ambas cuentan con un escaso número de habitantes y dan la impresión de sociedades subvencionadas por la lejana metrópoli y muestran signos de lo que ahora se llama desestructuración.
Lo anterior no aspira a ser una declaración indiscutible. No será la única, metidos en harina, pues todo lo español resulta harto polémico, conflictivo, agónico. A lo largo de toda su dilatada historia España fue siempre un lugar de banderías, guerras civiles, represalias, pronunciamientos, hostilidades y luchas de toda índole. Es decir, la violencia ha sido la norma estadística, la marca de fábrica. Considérese la notable abundancia de epítetos para el insulto que ha acumulado la lengua común, la que entienden casi todos los españoles. La sorpresa es que la sociedad española actual muestra una gran cantidad de conflictos y desigualdades de todo orden, pero no se puede decir que sea particularmente violenta. Al menos esa es la conclusión en la perspectiva comparada con otros países cercanos por la geografía o la cultura (ahora se dice "de nuestro entorno").
Hace poco más de un siglo fue se cultivó mucho la literatura sobre el carácter nacional, la psicología colectiva o el modo de ser de los españoles de todos los tiempos, al menos de los modernos. Pío Baroja refleja muy bien en sus novelas algunos de esos estereotipos sobre la psicología del pueblo español. Su sobrino Julio Caro Baroja manejó la gran biblioteca que había acumulado su tío sobre el particular, pero para repudiar ese tipo de especulaciones. Hoy ya no se sostienen, por lo menos las más groseras. Sin embargo, preciso es reconocer que subsiste un cierto "aire de familia" (en expresión de mi maestro José Luis Pinillos) en el modo de presentarse los españoles de diversas épocas y taifas. Todo es cuestión de matizar las circunstancias de cada caso. Existe un gran acuerdo en que se pueden detectar ciertos rasgos de la personalidad común de los españoles, como la simpatía extravertida y la envidia que respira por la herida.
Interesa el estudio de los rasgos comunes de la personalidad hispánica porque, como aventuró José Ortega y Gasset en España invertebrada, "aquí [en España] todo lo ha hecho el pueblo, y lo que el pueblo no ha podido hacer, se ha quedado sin hacer". Aunque ahora no se estile mucho hablar de "pueblo", la intuición orteguiana sigue siendo válida. Habrá que seguir investigando.
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