La nueva película de Winnie the Pooh, Christopher Robin: un reencuentro inolvidable, no se proyectará en los cines de China. La noticia ha sido confirmada y no ha podido ser más llamativa, ya que desde hace algunos años la relación de las autoridades del país con el conocido oso protagonista de los libros infantiles del autor inglés A. A. Milne no pasa por su mejor momento.
Todo comenzó en 2013, cuando el presidente Xi Jinping realizaba su primera visita a Estados Unidos como jefe de Estado. Allí, paseando junto a su entonces homólogo estadounidense, Barack Obama, comenzó a hacerse viral un "meme" que les comparaba con Winnie the Pooh y su inseparable amigo Tigger.
La situación fue escalando con el tiempo. A los constantes intentos del gobierno por acallar las bromas respondían siempre nuevos chistes, más incisivos y creativos: En 2014 un apretón de manos entre el máximo mandatario chino junto al ministro japonés, Shinzo Abe, se hizo famoso después de que los compararan con Pooh y su amigo, el burro Eyeore (Ígor en la traducción al español); en 2015, durante un desfile militar, el mandatario chino fue comparado con una imagen del osito en un automóvil de juguete, y se convirtió en la imagen más censurada del año, según la empresa de análisis político Global Risk Insights…
En cada uno de los incidentes, el argumento del gobierno era rotundo: Calificaba las bromas virales como "desproporcionadas y desconcertantes", y esgrimía que "donde algunas personas ven diversión inofensiva", únicamente hay "intentos por socavar la dignidad del presidente". Ante esa situación, el inminente estreno de la película había generado un revuelo fuera de lo normal entre la opinión pública del país; y el veto a la cinta, aunque puede ser explicado por otras razones, como el límite de películas extranjeras que pueden emitirse cada año en sus salas de cine, no ha hecho más que alimentar un nuevo capítulo de esta extraña historia.