Las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, "el hombre orquesta de la literatura española"
Sale a la luz Greguerías Ilustradas, un catálogo de todas las "metáforas humorísticas" que publicó Gómez de la Serna en la revista Blanco y Negro.
Ramón —no hace falta añadir el Gómez de la Serna detrás— era un poeta que escribía en prosa y que soñaba con pintar sus versos. "Perteneció a ese género de escritores que necesitaron también dibujar; que ilustraban sus propios escritos". Al final de su vida "conoció al mismísimo Apollinaire", pero ese dato no es sorprendente viniendo de un hombre que "vivió entre la Puerta del Sol y el Boulevard de Saint-Michel", y que trató con asiduidad a los grandes estandartes de las vanguardias parisinas. "Fue quien introdujo esas nuevas corrientes artísticas en España y, sin pertenecer realmente a ninguna generación —vivió embutido entre los autores del 98 y los del 14, e influenció claramente a los del 27—, se erigió como una generación él solo". Tertuliano, actor, periodista, dibujante, escritor… Ninguna palabra le define mejor que versatilidad. Gracias a su curiosidad desbordante y a su expansiva creatividad se convirtió, más que ningún otro, en "el hombre orquesta de aquella literatura española de principios del siglo XX".
Únicamente conociendo al personaje puede uno llegar a entender sus creaciones. Tal vez por ello, con esas frases descriptivas quiso ayer comenzar su intervención el crítico de arte y literatura Juan Manuel Bonet, durante la presentación de Greguerías Ilustradas, un catálogo que reúne 314 originales y 84 reproducciones de las peculiares metáforas humorísticas que publicó Gómez de la Serna entre 1930 y 1935 en la revista Blanco y Negro, y que aún se conservan en los fondos del diario ABC. "Lo más peculiar, tal vez, de sus famosas greguerías, es la unión necesaria que estableció entre escritura y dibujo. No es posible entender sus caricaturas sin leer también los textos", explicó Bonet a una concurrida sala en el Museo ABC. Junto a él, sentados a su izquierda y su derecha, completaron la mesa de ponentes el historiador y ensayista Fernando Castillo y el que fuera director del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, Eduardo Alaminos.
Las tres eminencias quisieron, sobre todo, destacar el papel de Gómez de la Serna en el mundo literario y artístico de aquel Madrid y aquella España, y trataron de descifrar las posibles influencias que le llevaron a crear, de manera paulatina, ese género nuevo por el que se le conoce todavía. "Era un hombre que todo lo convertía en literatura", comentó Castillo. "Tenía una mirada de poeta que mezclaba lo cotidiano y lo fantástico, lo vulgar y lo extraordinario". Bonet, por su parte, quiso hacer hincapié en sus circunstancias vitales. "En París vivía rodeado de artistas de la vida diaria japoneses, en los que probablemente se inspiraría. Sus greguerías tienen algo de haikus, pero sobre todo nos revelan su mirada interior. Él vivió en ese mundo de lo concreto; de los objetos transformados en pequeñas maravillas", explicó.
Eduardo Alaminos, encargado de redactar el ensayo que hace de hilo conductor a lo largo de todo el catálogo, lo sintetizó todo con una frase: "Es en la ambigüedad; en esa extraña contraposición de lo serio y lo caricaturesco, en donde se encierra la clave para que aparezca la sonrisa furtiva en el lector. Ramón buscaba eso. No quería simplificar un concepto hasta hacerlo vulgar, pero tampoco hablaba de realidades abstractas e inalcanzables. Dibujaba y escribía de manera suelta, desenfadada. Era poeta y humorista".
Tras esa iniciación, quiso destacar la labor de Gómez de la Serna como cronista de su sociedad. "Retrató las ciudades en las que vivió. Hablaba mucho de los cafés, que solía frecuentar, pero también de los parques, de las plazas, del metro…", dijo. "Y también se centraba en lo que pasaba desapercibido: en objetos de la vida diaria, en alimentos, en animales…". Para él, lo que hace de las "greguerías ramonianas" lo que son es su particular mirada, "que no se interesa por los bancos del parque, sino que lo hace por ese banco concreto de ahí". En esa humanización de cada elemento de la vida de las gentes en la ciudad, Ramón cinceló su mirada, y regaló, con dibujos y frases, escenas repletas de humor y poesía.
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