
El Instituto Cervantes ha sacado un video sobre Octavio Paz para celebrar el Día del Libro y la Semana Cervantina. Es un trabajo políticamente correcto para divulgar la obra de Octavio Paz, pero adolece de gravísimos problemas y deficiencias. Quizá la más relevante es que el ensayista y poeta aparece como un pensador sin tradición. Terrible. Pero Paz es irreconocible, por poner solo dos ejemplos de esa grandiosa tradición, sin José Ortega y Gasset y Alfonso Reyes. El video pasa por alto lo decisivo, por ejemplo, el pensamiento político de Paz se nutre del más grande filósofo español del siglo XX: Ortega y Gasset. El propio Octavio Paz lo expresó con certeza:
La originalidad de Ortega no está en la lectura que hizo de los clásicos, sino en la manera en que vivió y revivió esas ideas, cómo al repensarlas, las cambió, las hizo suyas y, así, las hizo nuestras (…) La razón de la enorme influencia que ejerció Ortega sobre la vida intelectual de nuestros países está, sin duda, en esta concepción suya de las ideas y los conceptos como para qués y cómos. Dejaron de ser entidades fuera de nosotros y se convirtieron en dimensiones vitales. Su enseñanza consistió en mostrarnos para qué servían las ideas y cómo podíamos usarlas: no para conocernos a nosotros mismos ni para contemplar las esencias sino para abrirnos paso en nuestras circunstancias, dialogar con nuestro mundo, con nuestro pasado y con nuestros semejantes.
Octavio Paz, lector ferviente de Ortega desde su juventud, insiste en la tarea prometeica del hombre excelente, del hombre que vuelve permanentemente a comenzar porque se exige más que a los demás. El logro no importa, pues que lo decisivo del hombre es el volver a ser, hacerse y rehacerse. El hombre excelente es un ser en vilo. Asume su plasticidad:
El hombre, dice Ortega, es una entidad infinitamente plástica de la que se puede hacer lo que se quiera. Precisamente porque ella no es de suyo nada, sino mera potencia para ser as you like. El hombre es lo que ha hecho de sí mismo, donde va incluido lo que unos hombres influyentes logran hacer de los demás.
Si no hay meta que lo satisfaga, entonces la abulia, la inercia y el reposo son imposibles, o peor, distracción de esclavos; si el logro es más o menos circunstancial, y si las apelaciones a la naturaleza humana son formas hipócritas de engañarnos a nosotros mismos, de escondernos de nuestra mala conciencia, entonces "el hombre no es algo que venga dado sino algo que se hace y se inventa". En cierto sentido, el hombre carece de sustancia, nunca es idéntico a sí mismo; su permanente estado de cambio, que lo diferencia del resto de los animales, lo hace insustancial. Por eso, el hombre selecto persevera en su construcción, en su identidad, a través del perfeccionamiento y el esfuerzo. Pensar para Ortega, según sintetiza Paz, es hacer. La filosofía de Ortega es acción o no es.
Ortega es el gran filósofo de Hispanoamérica porque, en verdad, ha conseguido darle continuidad a nuestras principales tradiciones intelectuales, especialmente todas aquellas que imposibilitan al escritor a separar el pensamiento del modo de expresarlo; la novedad de sus maneras de decir y escribir filosofía, siempre consideradas vanguardistas, proceden de una larga tradición que alojó el pensamiento en la literatura (que ésta fuera soneto, cuento, teatro, ensayo o novela poco importa ahora). Por eso, seguramente, su filosofía no admite definiciones que no sean narraciones, memoria de un tiempo que se nos escapa, la vida. No tiene recetas normativas, sino volátiles afectos intelectuales, heteróclitos y pocas veces armónicos, capaces de conformar una composición musical que nos hace más llevadera la existencia, o sea, que la vida no pase por encima de nosotros. Gracias a ese arte del tiempo, de la vida, que es su filosofía, ha podido ensanchar, hasta límites jamás imaginados por las filosofías racionalistas o postmodernas, la gran verdad del estoicismo en lengua española: la vida es destino. Descubrir en él la libertad fue su otra gran aportación a la política, que los hispanoamericanos aún no han logrado comprender, pero que sus mejores discípulos han sabido explotar hasta el punto de renovar, cuando no crear, una forma de pensar que sigue saliéndose de los esquemas del racionalismo y el irracionalismo. Es el caso de Octavio Paz. Es uno de los grandes ensayistas de la segunda mitad del siglo XX, porque prosiguió de modo ejemplar la tarea crítica crítica de La rebelión de las masas. Analizó los límites del espíritu revolucionario con la precisión poética que había aprendido en la obra de Ortega.
En fin, porque nada de eso está en el video del Instituto Cervantes, afirmo que el trabajo dedicado a Paz puede mejorarse. Eso por no decir algo más grave…