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Coleridge, el cuerpo perdido y hallado en el templo

Los restos del poeta romántico se perdieron en la década de los setenta; ahora han sido descubiertos.

Los restos del poeta romántico se perdieron en la década de los setenta; ahora han sido descubiertos.
Samuel Taylor Coleridge | Cordon Press

En los años setenta la capilla de Highgate School, en la que reposaba el cuerpo de Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), fue abandonada. Debido a eso sus restos fueron trasladados a la iglesia de St Michael's, en Highgate, en el norte de Inglaterra. El lugar exacto en el que fueron colocados, sin embargo, se perdió con el paso de los años. De él solo quedó una placa conmemorativa, a la que acudían peregrinos y admiradores de todas partes del mundo.

Ahora, según el periódico británico The Guardian, una excavación reciente ha dado con la tumba del escritor. Durante cinco décadas, su cuerpo, junto a los de varios miembros de su familia, había estado escondido en una bodega que se encontraba detrás de la visitada placa. Después de tanto tiempo, la extraña desaparición del cadáver del poeta ha sido resuelta, y Coleridge ha sido hallado en el mismo templo donde se perdió.

Figura del romanticismo

Cuentan que para escribir su conocido poema Kubla Khan, Coleridge redactó lo que recordaba de un viaje de opio que acababa de experimentar. Cuentan, también, que en mitad de su trance creativo, el afamado pionero del romanticismo inglés fue interrumpido por una visita, y que, después de ese corte inoportuno, no pudo concluir la composición tal como deseaba.

La escena no deja de ser anecdótica, pero refleja muy bien el triste sino y la ambigua existencia de uno de los poetas más destacados de la literatura universal. Tras una infancia difícil, distanciado de su familia y educado en un internado en Londres, el sensible niño necesitado de atención que se protegía detrás de los libros acabó por convertirse en una referencia creativa en su país. Junto a William Woodsworth capitaneó el emergente movimiento romántico que después se extendería por toda Europa, y gracias a publicaciones como La balada del viejo marinero o Dejection, terminó por escribir su nombre, imperecedero, en la historia de la Literatura.

Su vida estuvo marcada por los excesos. Adicto al opio, inseguro y enamoradizo, vivió como un funambulista entre el reconocimiento y el fracaso. Sus poemas, cargados de sentimiento, reflejaron muy bien esa lucha, y se centraron en el poder onírico y misterioso de la imaginación. Explotó la Historia para escribir sus poemas y generó, en casi todos, una atmósfera exótica, eminentemente romántica. Como no podía ser de otra manera, la catástrofe debía perseguirle hasta después de muerto. Por suerte para él, todo ha terminado en final feliz.

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