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La apoteosis de la mediocridad

El arte se inventó desde muy temprano para destacar el buen gusto, el refinamiento.

Por una elemental distribución estadística, en este mundo siempre habrá una cuota de espíritus y obras mediocres. No todas las manifestaciones de la existencia humana van a ser exquisiteces y excelsitudes. Precisamente el arte se inventó desde muy temprano para destacar el buen gusto, el refinamiento.

Hace un siglo ya se habló con alarma del triunfo del adocenamiento y la vulgaridad. Hasta el arte de las vanguardias se contaminó de la chabacanería y la trivialidad. Por entonces Ortega y Gasset proclamó su celebérrima "rebelión de las masas", una especie de manifiesto para esa protesta, que pudo ser tachado de elitista. El filósofo madrileño siempre apeló en vano a la minoría selecta.

La ola ha seguido creciendo gracias a la asombrosa penetración de los medios de comunicación de masas, que ahora se amplían con las llamadas "redes sociales". Con tantas facilidades se abren inmensas oportunidades para el ascenso de los mediocres. Se revela, incluso, en ciertos programas de la televisión que se proponen ensalzar el mérito, la excelencia, como el Máster Chef o la Operación Triunfo. Acaban siendo el epítome de la ramplonería, eso sí, con mucho ruido.

El apogeo de lo mediocre se apoya en la centralidad que en nuestro tiempo se concede a todas las formas de ocio y entretenimiento. Aun así, al seleccionar un libro o una película se sospecha que, si la obra se produjo hace unos lustros, seguramente será más valiosa. Espectáculos hubo siempre y es bueno que se pueda disfrutar con ellos. Pero todo indica que se va perdiendo la excelencia y el buen gusto. No hay más que ver la degeneración a la que se ha llegado en la Cabalgata de Reyes, la fiesta del Carnaval o el Halloween, entre otras muchas celebraciones rituales. Algunas expresiones del arte actual más parecen pesadillas o burlas. No consuela mucho argüir que así disfruta mucho la gente.

No me convence que se considere como arte urbano a los chafarrinones de mentes alucinadas llamados grafitis (antes se decían "grafitos") que ensucian las paredes públicas.

Fue ayer cuando disfrutábamos de los "libros más vendidos" como novedades. Hoy es mejor no fijarse en ellos para mantener la mente en buena salud. Bien es verdad que hay excepciones, pero hay que buscarlas.

Cuidado que es fácil vestirse hoy por un precio más asequible que nunca. Sin embargo, el espectáculo de la multitud en muchos lugares públicos da la impresión de que predomina la tendencia a ir de pobres. El valor de la comodidad se ha sobrepuesto a otros muchos.

Más grave es que los mediocres destaquen en las tribunas reservadas para la eminencia. Por ejemplo, el Congreso de los Diputados, donde antaño se manifestó un estilo pulcro y un lenguaje florido. Ahora ha irrumpido la tropa de Podemos, que no puede ser más chunga, valga el gitanismo. Así es, si así os parece.

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