Barcelona es pura fachada, un escenario de cartón piedra, una falsificación gótica, una estafa modernista y un desafío a las leyes elementales de la arquitectura, el urbanismo y el buen gusto. Tal vez por eso, por su barrio gótico del siglo XX, por la conversión de la Sagrada Familia en un sombrero de Carmen Miranda y por artefactos tan inenarrables como la pepino "tower" de Nouvel goza la ciudad de gran predicamento turístico. La afición por lo exótico y la inclinación a destinar los edificios a usos impropios completan el panorama urbano. De lo primero es prueba el estilo neomudejar de la Monumental, esa pretensión romántica de piedra nueva con resabio arqueológico. De lo segundo, la idea de convertir el desvencijado recinto en la tercera mezquita más grande del mundo, después de las de La Meca y Medina.
No es broma. Tamim bin Hamad al-Thani, que se dice pronto y jeque catarí, anunció en 2014 a través de un portavoz en Barcelona, Mowafak Kanfach, fundador de la Casa del Libro Árabe en la capital catalana, que estaba dispuesto a pagar dos mil doscientos millones de euros por la plaza. A toca teja. Entre sus planes, erigir un minarete de 340 metros de altura, el doble que las torres de la Villa Olímpica, techo de Barcelona. En paralelo, el Ayuntamiento que encabezaba entonces el convergente Xavier Trias, pagaba cuatro mil euros por un informe en el que se afirmaba: "La siguiente legislatura debe ser la que permita clarificar el futuro del proyecto de creación de un gran centro islámico en Barcelona. Ya hace demasiadas décadas que este proyecto se encuentra en el tejado del Ayuntamiento y ahora es el momento de preparar su resolución futura".
El plan convergente subrayaba toda clase de pros a favor de la megamezquita: "Es un equipamiento importante para la proyección internacional de Barcelona, sobre todo en el área del Mediterráneo; una manifestación del carácter cosmopolita y tolerante de la ciudad, que reconoce su diversidad cultural como uno de sus principales valores de acuerdo con el espíritu del 'Plan municipal de Interculturalidad' y que complementaria la creación del 'Servicio Municipal para las Religiones". Lo típico. El oratorio más grande de Europa, som collonuts, supertolerantes y de un internacional con barretina que asombra al mundo.
Ada Colau aún no ha embestido en relación al futuro de la Monumental. Los propietarios, la familia Balañá, pretendían que la vieja plaza se convirtiera en el típico centro comercial con apartamentos y hotel, nada problemático, bien de precio y adiós muy buenas. Algo parecido a lo que es hoy en día Las Arenas, la otra plaza en la otra punta de la Gran Vía.
En los tiempos de la burbuja inmobiliaria y del hostigamiento animalista y separata contra la Fiesta Nacional, el solar que venía con el redondel y la fachada valía un potosí, cada vez más céntrico y huero. Pero se jodió el Perú ladrillero, se prohibieron los toros y la Monumental entró en el mapa de los enclaves fantasmas de la ciudad fantasma, como las estaciones de metro solitarias, los pabellones psiquiátricos vacíos y los canódromos abandonados.
Los turistas pasan de largo mientras el guarda toma el sol a las puertas del museo taurino semioculto. La plaza es ahora palacio del eco, como el Estadio Olímpico de Montjuich o el antiguo e imponente edificio del Gobierno Civil, por donde rondan los rumores sobre extravagantes usos, delirantes reformas y fabulosos tesoros desaparecidos.
Tamim bin Hamad al-Thani ha perdido interés porque no encuentra interlocutores, así que los gurús de la alcaldada Colau sopesan convertir la Monumental en un centro de estudios medioambientales con zona de restaurantes de comida sostenible, certificado ecológico y mayormente vegetarianos, puesto que también se estudia habilitar un organismo contra el maltrato animal, así como un museo de los horrores que se han cometido contra los seres no humanos en nombre de la gastronomía, la ciencia y el arte de Cúchares.
Pasarán años hasta que se sepa si sale mezquita, establecimiento para la recuperación de ocas francesas y patos laqueados o merendero puerroflauta con abono orgánico. El precedente inmediato es el Mercado de Frutas, Verduras y Hortalizas del Borne, que iba para biblioteca y ha acabado de Valle de los Caídos virtual del proceso separatista tras veinte años de obras, excavaciones y pelotazos.