No me refiero ahora a Carolina Herrera, sino a Carlos Herrera, aunque los dos creadores ostenten sendas marcas de prestigio. Los señores de la radio siempre lo han sido por un lenguaje característico: Luis del Olmo, Antonio Herrero, Luis Herrero, Federico Jiménez Losantos, Dieter Brandau, Carlos Herrera. A todos los llamé "crisóstomos", literalmente bocas de oro, porque de ellos aprendí mucho.
El crisóstomo de Almería, con algún intencionado catalanismo, ha mimetizado muy bien el deje sevillano y su querencia por el Betis. Los académicos de la Española habrían bien en pegarse a la radio para pulsar cómo se manifiesta el habla, que es algo más que el idioma.
Me llaman la atención algunos recursos retóricos de CH que son propios de los ingleses. Por ejemplo, un cuidado descuido en no terminar algunas frases, como si dudara de lo dicho. O también, un estudiado balbuceo. Son artificios para reclamar la atención del interlocutor, del oyente. En Inglaterra son típicos de las clases que han pasado por buenos colegios privados, los que ellos llaman "públicos".
Puede que también sea un rasgo exótico la prescindencia del artículo delante de algunos nombres propios. Por ejemplo, el nuevo programa de CH se llama Carlos Herrera en COPE. Pero todo el mundo dice "la COPE". Es una emisora que, en el Madrid de los Borbones, se encuentra junto a la Cibeles, entre la Castellana y el Retiro. Por cierto, la cope en inglés es la capa pluvial de los altos clérigos en los ritos solemnes. Le va bien a la emisora. Por tanto, CH en COPE podría leerse en inglés como el sedicente locutor revestido de pontifical, impartiendo bendiciones urbi et orbi. Ahora CH porta un elegante bastón, especie de báculo secularizado, como lo exhibe el mayordomo de los pasos de la Semana Santa.
La figura retórica peculiar del mundo de CH es la eutrapelia, por la que, por ejemplo, los forofos o seguidores se convierten en "fósforos". CH añade sus típicos comentarios escatológicos, la forma más universal del humor. Nótese que ya la misma palabra humor nos acerca a las secreciones corporales.
La innovación léxica más llamativa de CH es la del saludo "Señoras, señores, me alegro". Los españoles somos parcos y poco imaginativos en las formas de saludo. Ahora se impone la sosería del "Hola". Podríamos aceptar ese jocundo “Me alegro".
También se agradece que CH no haya caído en esa bobada de la "crisis humanitaria". Él se decanta por la más lógica "crisis humana". Por lo mismo, sea bienvenida su cruzada por rescatar algunos términos castizos, como fuera parte.