A la tropa que ahora ronda entre los veinte y los treinta años se le llama, cuando se le quiere menospreciar, Generación LOGSE. Por ejemplo: que se convocan oposiciones a profesor, y que el 80% no tiene ni idea de por qué provincias pasa el Ebro. "Bah, no me extraña –critica el peatón-, será de la LOGSE". O que un periodista separa el sujeto y el predicado con una coma. "Qué daño hizo la LOGSE -dice el comentarista de Facebook, añadiendo, cómo no-, maldito becario". Y así.
Menos insultante y, desde un punto de vista posmoderno, adecuado, es llamarla Generación Los Simpson. Porque nos sabemos canciones y diálogos de memoria. Porque Antena 3 –desde hace unos años, también en Neox- los emitía/emite a diario. Porque, hasta que –temporada arriba, temporada abajo- le cambiaron la voz a Homer Simpson –siempre será eterno el doblaje de Carlos Revilla, aunque el de Carlos Ysbert también tenga un nivel altísimo; es evidente que, en realidad, el antes y el después no lo marca el doblaje, sino la calidad de los guiones- era la serie de animación más original y divertida del mundo. Y porque teníamos cromos, sudaderas, rodilleras y hasta galletas de los personajes creados por Matt Groening.
Uno de los capítulos más memorables –uno más- es Lisa obtiene una matrícula, escrito por Ian Maxtone-Graham, dirigido por Bob Anderson y emitido, por primera vez, el 22 de noviembre de 1998. Al lector le sonará más si traigo a colación el nombre de Tenacitas, una langosta de ocho libras a la que Homer, en un principio, pretende engordar para comérsela..., hasta que se encariña con ella. El patriarca de la familia le da de desayunar huevos fritos con bacon, juega con ella en una piscina o la saca de paseo por la playa, como si se tratara de un perro o, incluso, de un niño pequeño –"mira cómo se acobarda, lo mismito que mi Lisa"-. Tenacitas muere cuando Homer, sin querer, la baña con agua caliente.
Algo parecido se hizo en España cuatro años antes. El 4 de octubre de 1994, en su sección de Protagonistas, Luis Sánchez Polack, Tip, nos presentó a la gamba Mauricita.
El humor es cosa subjetivísima y manejarse, en este ecosistema, con los adjetivos "mejor" o "peor", es asunto arriesgado. De lo que no cabe duda es que Tip y Coll, durante décadas, fabricaron el humor más inteligente que se hizo en España. Sus juegos de palabras, su comicidad, su brillantez, su agilidad, sus pullas, su pose, su empatía, sus versos: lo suyo no era comida rápida, sino una degustación de Arzak fina, elitista, genial. Y aunque humoristas como Gomaespuma, José Mota y Martes y 13 tomaran referencias suyas –algunas, forzadas e inútiles-, el valenciano y el conquense no dejaron herederos.
Volviendo a los crustáceos, decía que Tip creó una historia muy parecida a la de Tenacitas cuatro años antes que Los Simpson. Retransmitido en Protagonistas y recogido, tres años después, en Treinta santos varones y una gamba (Espasa, 1997), la gamba de Tip recibió el nombre de Mauricita "porque se parecía mucho a Chevalier". La Parapenaeus de Tip iba a por el periódico, salía con las amigas, acudía al teatro... Como en el caso de la serie, llegó el momento de comérsela, "y a ver quién era el guapo que mataba al pobre animalito".
A diferencia de Tenacitas, que terminó digerida en el estómago de Homer, Mauricita "conoció a un langostino de Vinaroz de buena posición, se casaron y tuvieron más de 15.000 quisquillas". Escuchar al magnífico humorista contando la historia de la gamba no tiene precio. Sirva este artículo para recordarlo y reivindicarlo.