El peatón se baja del vagón de metro en la estación de Bilbao, toma la salida de la calle Manuela Malasaña y, tras atravesar el breve pasillo con paredes cubiertas por azulejos marrones, azules y cenizos –se entiende que, en su día, fueron blancos-, sube por una escalera, sale a la calle y, en Glorieta de Bilbao, número 7, se topa con el Café Comercial cerrado, cubierto de pósits, sitiado por gente que llora su muerte, amén de la (in)oportuna pareja de adolescentes con palo-selfie inmortalizándose para Instagram, o como se diga.
La aventura del Comercial, fundado por un sacerdote en 1887, escenario, ese mismo año, de un crimen pasional –Federico Calero se declaró a Epifania Mayral; ésta rechazó al pretendiente y Calero, despechado, sacó del bolsillo un revólver y le voló la cabeza-, tertulia ilustre de Galdós, Antonio y Manuel Machado, Jardiel Poncela o Francisco Umbral, escenario que Cela tomó prestado para La Colmena y plató de David Trueba, ecosistema de ajedrecistas, vagabundos de café y bocadillo pendiente, entrevistadores y entrevistados, la aventura del Comercial, decía, concluyó este lunes con un mensaje colgado en Facebook y un cartel que rezaba "Cerrado por cese de negocio. Las propietarias quieren agradecer a todos sus clientes y amigos su confianza desde 1909". Sobre el escaparate, con un rotulador permanente, un tachón sobre la citada fecha –referida a la apertura de la familia Contreras-, más el año de su génesis.
Este martes, el Comercial es un tanatorio efervescente cubierto de corazones rosas de papel y manifiestos: "Sin ti nada será igual, hasta siempre", "Paso a paso nos van dejando una ciudad impersonal y hortera", "Mi amor empezó aquí", "Forever Comercial". Incluso una pataleta: la de Curro Sevilla, "un artista íntegro" al que echaron del local hace once años y que denuncia haber sufrido "injusticia, intolerancia y maltrato por el hecho de ser un verdadero artista". La tropa se detiene y lamenta su cierre, estableciendo una simbiosis con los periodistas que se encuentran en el lugar, difuminándose el quién se acerca a quién. Ahí está David, cliente fijo, recordando que "podías hablar con actores o escritores". "El Gijón es más exquisito", añade. Ahí está Mamen, vecina del barrio, quien suspira por una iniciativa pública que recupere la cosa: "Ojalá lo volvieran a abrir. Cada vez hay menos locales emblemáticos. Quedan el Gijón y el Moderno". Y ahí está otro señor, comprando un periódico en el kiosco: "¿Que qué significaba el Comercial en mi vida? En mi vida, nada. Y déjame decir algo: ¡que le den por culo a Podemos!". Porque sí.
La tropa desconoce el motivo real del "cese de negocio", alega que el local funcionaba, critica el silencio de las dueñas. Un trabajador del edificio que pide que no citemos su nombre dice que, desde hacía un par de semanas, el runrún vecinal apuntaba a un alquiler o a una venta, que el Comercial metamorfosearía en una sucursal bancaria. El kiosquero, Rafa, cree que el antiguo café será carne de multinacional: "Al final, la ciudad pierde identidad, todas acaban siendo iguales. Fíjate en esta calle –Fuencarral-: te pones a mirar, y dime, ¿qué no pertenece a una franquicia?".
Así se exhibe este martes la fachada inerte del Comercial, penúltimo refugio –aún queda el Gijón- madrileño de la tertulia literaria. El café de Rafael Sánchez Ferlosio, Celia Gámez, Tomás Segovia o Luis García Montero se une a los desaparecidos Café de Gato Negro, La Fontana de Oro –ahora, un pub irlandés que se llena de guiris y de españoles en busca de guiris-, Café de Levante o la Posada de San Pedro, rebautizada por Gómez de la Serna como "El Mesón del Segoviano" donde, actualmente, se encuentra el conocido restaurante Casa Lucio. Desde hace mucho tiempo, Madrid dejó de ser país para cafés literarios. Una señora mayor, leyendo pósits, lamenta: "Pues nada, otra cosa cerrá".
De la Iglesia: "Era el salón de nuestra casa"
Uno de los feligreses habituales del Comercial era Álex de la Iglesia. El director de películas como El día de la Bestia, La comunidad o Balada triste de trompeta atiende a LD tras el cierre del genuino café literario.
P: ¿Frecuentaba el comercial?
R: Mucho. Desde que llegué a Madrid hace ya… treinta años, resultó no sólo un importantísimo lugar de encuentro, sino casi nuestro hogar, que nos acogía con los brazos abiertos en momentos donde nos costaba no sólo llegar a fin de mes, sino al fin del día. Tardes enteras en las que El Comercial se convertía en el salón de nuestra casa, nuestra oficina, como una posada confortable al final del camino.
P: ¿Qué lo hacía especial?
R: Lo hace especial su trayectoria histórica, los personajes que vivieron entre aquellas paredes. La construcción misma es única, representativa de un estilo genuinamente madrileño. Pocos lugares como éste son tan auténticos. Madrid tiene un estilo, una manera de comportarse. Madrid era hospitalaria y generosa. Lástima que la perdamos.
P: ¿Qué pierde Madrid con su cierre?
R: Su esencia. Su espíritu. La fuerza, la energía de lugares emblemáticos que la diferencian del resto de las capitales. Cuando construyan un H&M (u otra franquicia parecida) en ese lugar, Madrid dejará de ser Madrid para convertirse en cualquier ciudad, que es lo mismo que decir que en ninguna. Madrid desaparecerá cuando desaparezcan los lugares que la diferencian. Creo que han cerrado también el mercado de Fuencarral. Cambiar es esencial para mantenerse vivo, pero puedes dejar de ser tú mismo. Es decisión nuestra el permanecer fieles a nuestra propia identidad.
El Gijón, protegido
En marzo de 2012, un cambio en la modalidad de las concesiones de la explotación de la terraza dejó tiritando al Café Gijón, el -ya- último superviviente de los cafés literarios de Madrid. Sin embargo, dos meses después, la Comisión de Vicepresidencia, Cultura y Deportes de la Asamblea de Madrid aprobó por unanimidad una proposición no de ley, impulsada por el PSOE, que instaba al Gobierno regional a declarar el café Bien de Interés Cultural -BIC-, permitiendo a los propietarios blindar su terraza y evitar el cierre.