Se esperaba mucho del primer festejo de la Feria de Pentecostés, pero el viento tenía otros planes. A lo largo de toda la jornada, la bella ciudad francesa de Nimes sufrió la insistencia de un Eolo empeñado en complicarle las cosas a quienes se juegan la vida con apenas una tela como engaño.
Pese a todo, el monumental anfiteatro romano reconvertido en Plaza de Toros registró un auténtico entradón, con los tendidos casi llenos para ver a Morante de la Puebla y Julián López El Juli con los toros de Garcigrande. La gran respuesta del público llenó la tarde de responsabilidad, asegurando que ambos toreros se vaciasen en la arena nimeña.
No ayudó el primero de los seis astados, con el que Morante abrevió faena. Otra cosa distinta fue el segundo, al que Juli recibió con elegancia en el capote, primero con un ramillete de verónicas, luego con unas ajustadas chicuelinas marca de la casa. El viento embistió con fuerza, añadiendo más complejidad a la tarea del diestro. Sin embargo, esto animó al madrileño, que redobló la contundencia de su mando para componer un toreo en redondo lleno de autoridad y no exento de ajuste. La plaza se encendió con cada tanda, no faltó ligazón ni intensidad a pesar de que la maldita corriente aireaba las telas a la menor ocasión. Juli cortó así la primera oreja de la tarde, dejándole claro a Eolo que el toreo estaría por encima de los elementos.
Le tocó entonces a Morante dar la réplica... y desde luego que lo hizo. Con temple y despaciosidad, el andaluz aminoró la velocidad de las embestidas del astado de Garcigrande, desplegando un toreo delicado y hondo, capaz de pellizcar a miles de personas con la sutileza de una faena estéticamente intachable. Con el "Concierto de Aranjuez" como acompañamiento, Morante se ganó muletazo a muletazo la segunda oreja del mano a mano. El viento ya no se asomó como antes, por suerte.
Como todo iba a más, el poco juego que dio el cuarto toro calmó el entusiasmo del público que abarrotaba el milenario coso francés. El problema del viento volvió a acrecentarse, impidiendo que Juli transmitiese gran cosa a los tendidos. Su empeño y buen oficio no fueron suficientes para levantar la faena, pero aún quedaban dos toros por delante.
El penúltimo embistió con clase desde que pisó la arena, humillado en el capote de Morante ante todo tipo de saludos: verónicas, chicuelinas, serpentinas... El Juli se sumó a la fiesta, luciendo más aún las enclasadas embestidas del toro de Garcigrande, al que también le dedicó un quite el sobresaliente, Jeremy Banti. Toda esta exigencia no mermó la faena de muleta: Morante se acopló desde el primer compás, logrando las mejores series por el pitón derecho. El torrente de torería del matador de La Puebla del Río adornó cada segundo de la faena, pero la espada se llevó el triunfo y el premio se quedó en una cariñosa ovación recibida en los medios.
Quedaba uno en los toriles y Juli tenía en sus manos la oportunidad de cerrar el festejo por todo lo alto. El toro de Garcigrande no brilló en el primer ni el segundo tercio, pero el madrileño no desistió y se fue al centro del ovalado ruedo para luchar hasta el final por el triunfo. Comenzó así un tira y afloja en el que Juli desplegó el poderío que le ha hecho ser quien es, sometiendo al de Garcigrande y aprovechando sus mejores embestidas por ambos pitones. La oreja alcanzada le valió la segunda oreja, garantizándole la salida a hombros.