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Amando de Miguel

La corrupción legal

No me soliviantan mucho los casos de corrupción política. Son parte de la naturaleza humana.

No me soliviantan mucho los casos de corrupción política. Son parte de la naturaleza humana. Proliferan porque no reciben el justo castigo ni se consigue que devuelvan el dinero evaporado.

Hay otros muchos sucesos de naturaleza legal que suponen un quebranto del erario. Nadie protesta por ellos. Por ejemplo, está escrito (y se cumple) que los funcionarios deseosos de participar en las lista electorales reciban 15 días de vacaciones pagadas. El asunto me parece plenamente anticonstitucional, pero no veo que nadie se alarme. Si en un instituto coinciden varios profesores que se integran en algunas de las listas de candidatos, la solución es dar vacaciones a los alumnos. Al menos, antes tales ausencias de los docentes se sustituían con profesores de apoyo, pero la figura se encuentra en decadencia por mor del ahorro. Supongo que, en el supuesto de que los servidores públicos sean sanitarios, algunos pacientes tendrán que añadir más días a sus dilatadas esperas.

Otro derroche. En algunos municipios se presentan cientos de partidos a las elecciones. Son muchos miles de candidatos en toda España. ¿Es que no tienen otra cosa que hacer? ¿Tanto puede la vanidad?

Más grave es la generosa corriente continua de dinero público que reciben los partidos políticos y sindicatos para su sostenimiento. No veo que ninguno proteste a favor de la "regeneración democrática". Lo hago yo desde este rincón sin que sirva para nada.

Bien está que se organicen elecciones. No hay quejas de pucherazos. Pero su coste resulta demasiado oneroso. ¿No se podrían hacer coincidir las distintas consultas (locales, regionales y nacionales) en una misma fecha regular? Lo cual significaría evitar esa práctica tan perversa de adelantar las elecciones según la conveniencia del preboste de turno.

De todos es sabido que las empresas privadas, al informatizarse, han visto reducir los costes laborales con el consiguiente aumento de la productividad. En la Administración Pública la misma causa ha supuesto el efecto contrario. Al informatizarse las oficinas públicas se ha incrementado el personal, con la consiguiente reducción del rendimiento. He aquí un misterio que nadie sabe resolver. Todavía hay partidos que proponen aumentar el número de funcionarios. Claro, disparan con pólvora del rey. Así, cualquiera.

Mal está que algunos políticos se enriquezcan a la sombra del poder (la mayor parte legalmente), pero tampoco es de recibo que se derroche alegremente el dinero público. A los supuestos anteriores ahora nos sorprenden los candidatos con ocurrencias aparatosas. La euforia de la campaña electoral lleva a promover iniciativas de más gasto público, como organizar juegos de batallas navales en el estanque del Retiro madrileño. ¿Por qué no carreras de elefantes a lo largo de la Castellana?

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