En México, los garbanzos –llevados por los españoles– son los chícharos. Parece una palabra indígena, pero está muy cerca del latín, donde el garbanzo se decía cícero. De ahí el apodo del famoso jurisconsulto Cícero, nuestro Cicerón. Funcionaba como el apodo familiar, pues su padre era un próspero comerciante de garbanzos y otros productos de huerta. A veces, los apodos familiares acaban convirtiéndose en un signo de identificación. Recordaré que mi abuelo materno era apodado el Cuco. Los Cucos constituían una estirpe de prestamistas en la época en la que en el campo no había sucursales de bancos o cajas. El cuco es un pájaro oportunista que pone los huevos en un nido ajeno para que se los incuben gratis.
Ahora tenemos en Europa la versión hodierna de Cicerón, el futbolista mexicano Chicharito, es decir, Garbancito, como Marco Tulio. Sus fabulosas piernas valen 10 millones de euros cada una, un suponer. Se entiende ahora ese espectáculo de las mañanas domingueras de México, D. F.: cientos de miles de chamacos jugando al fútbol.
La reciente invasión pacífica de nuestros primos americanos ha sido una bendición para España. No solo nos han dado futbolistas sino mujeres que cuidan amorosamente de nuestras abuelas impedidas, ahora dependientes. Nos han traído también nuevas palabras y giros, que se han cultivado al otro lado del charco. Acabaremos pregonando que los mejores chícharos españoles son los de Fuentesaúco (Zamora), aunque los más económicos sigan siendo los mexicanos. De momento, los zamoranos de toda la vida llamamos fréjoles a las judías verdes. Seguramente fue la importación de algún indiano.
Deberíamos recordar que Hernán Cortés no solo conquistó México buscando oro, sino que llevó la imprenta, una nueva tecnología entonces. No fue un instrumento que llevaron consigo los primeros colonizadores de otros países europeos, y eso que llegaron más tarde. "España y yo somos así, señora".
Anotemos ahora que México es el país que cuenta con más hispanoparlantes. Me precio de expresar mis opiniones de forma regular a través de Televisa para el público mexicano. Vergüenza me da decir que TVE no me solicita mis opiniones. Nadie es profeta en su tierra; ya lo sé. Por esa razón se embarcaron tantos indianos.