No hay que confundir a Juan Goytisolo
Don Juan Goytisolo ha recibido el Cervantes. Una pena.
Don Juan Goytisolo ha recibido el Cervantes. Una pena. Para su perfil heterodoxo y justiciero, antiestablishment y contestatario, le convenía más haber recibido el No Cervantes junto a, por ejemplo, José Ángel Valente o Julio Cortázar. Sin embargo, figurar en la misma lista que Luis Rosales, Camilo José Cela o Francisco Umbral tiene que haber sido un trago amargo para un pájaro que se enorgullece de ensuciar su propio nido. Lewis Carroll nos enseñó que es mejor celebrar los muchos nocumpleaños que el solitario aniversario anual, pero Goytisolo ha preferido finalmente la fama del rebaño que la gloria del sinsentido. Es también una pena porque habiéndolo aceptado automáticamente queda retratado, siguiendo su simplista clasificación, como literato en lugar de escribidor, alguien que se somete a los criterios del mercado, a las palmaditas del Estado y al lugar en el sol que más calienta ideológicamente en lugar de concentrarse en una empresa intelectual de calado y una visión literaria.
No hay que confundir a Juan Goytisolo con Ramiro Pinilla.
Juan Goytisolo es alguien que confunde la crítica con la mala baba, el debate con el apuñalamiento, el descubrimiento de la verdad con el aireamiento del rencor, una visión cosmopolita con el odio a lo español, la apostura moral con el maniqueísmo cainita. Más quevedesco que cervantino, le falta a Goytisolo la bonhomía, la piedad, la ironía, el amor a España, el ánimo guerrero a fuer de lírico, la apolínea locura que caracterizaban a ese español por excelencia.
No hay que confundir a Juan Goytisolo con Fernando Arrabal.
Hay quien presume de haber ganado únicamente premios sin gratificación literaria. Luego descubres que se han presentado igual pero que han perdido. Goytisolo ha ganado mucho dinero con el show business literario, fundamentalmente el que se arrima al calor del establo estatal, para lo que es conveniente tener un perfil socialmente combativo, pero no demasiado, y escribir más de cara a la Academia que a las listas de ventas, pero sin pasarse. Nada de torres de marfil en escritura dodecafónica al estilo de Thomas Pynchon, al que no se le conoce una sola idea política ni preocupación social, al tiempo que cuesta dios y ayuda leerlo. Como si fuera Escarlata O’Hara poniendo a Dios por testigo de su chulería, Goytisolo quiso dejar en evidencia a su odiado Paco Umbral ejerciendo de alma bella altanera a fuer de pura en 2001.
Estoy dispuesto a firmarlo ante notario: no pienso aceptar el premio Cervantes nunca. No soy ningún bien nacional ni estoy dispuesto a admitir ningún premio nacional. Quien piense que escribí esa crítica para que me lo dieran a mí, es que no me conoce ni conoce mi obra.
El Sistema, que es cruel con los artistas de izquierda como abril para los poetas de derecha, desde entonces no hace más que tentarle con la manzana envenenada de los premios nacionales. En 2008 cayeron los 40.000 euros del Premio Nacional de las Letras Españolas y en estos momentos estará ingresando en la Banque Populaire du Maroc el cheque con los 120.000 del Premio Cervantes.
No hay que confundir a Juan Goytisolo con Javier Marías.
La razón de alguien como Goytisolo para rechazar premios oficiales la puso de manifiesto Jean-Paul Sartre cuando justificó su rechazo al Nobel en que aceptarlo significaría para alguien tan "comprometido" como él ser asimilado por lo que hoy se denomina Sistema y Casta. Remarcaba, además, que aceptarlo y aprovechar el momento para lanzar un "discurso insolente" le parecía absurdo. Quizás animado por la aparente hipocresía del filósofo francés, que posteriormente y bajo cuerda reclamó el dinero del premio que oficialmente había rechazado, según relató un miembro de la Academia sueca, Goytisolo ha preferido aceptar las treinta monedas del Estado español que desprecia para poder lanzar un discurso tan falaz como absurdo en su insolencia de pacotilla, en la que el postureo victimista sustituye al rigor intelectual y la honestidad moral. Y es que Goytisolo es el típico intelectual que, como los malos periodistas, considera que la mejor noticia es la que relata los peores hechos posibles.
No hay que confundir a Juan Goytisolo con Álvaro Pombo.
Tampoco con Groucho Marx que se negaba a entrar en cualquier club que admitiese a un tipo como él de socio. Contaba el humorista judío que en una ocasión le preguntó entre bromas a una mujer de armas tomar si por un millón de dólares se acostaría con él, a lo que la bella respondió que sí. A continuación, si lo haría por un dólar, lo que hizo que la señora le preguntase indignada que por quién la tomaba, a lo que Groucho le respondió que eso ya estaba claro y que ahora se limitaba a negociar el precio. En el caso de Goytisolo, la tarifa ha sido relativamente baja. Y sospecho que podemos pagar todavía un poco más...
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