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Zoé Valdés

Un vaso a la mitad

En tiempos de crisis, la tomadura de pelo del supuesto arte conceptual ya resulta irritante hasta los extremos.

En el trayecto a pie desde el Hotel de Ville o la Alcaldía de París hasta La Bastille conté el otro día, bajo la lluvia y un frío que pelaba, una treintena o más de mendigos, algunos acompañados de niños muy pequeños. Cada uno de esos mendigos había colocado junto a un pequeño cartel un vaso plástico invitando a los transeúntes a que les abonaran un puñado de monedas amarillas, o amarillas y blancas. Los vasos porosos y sucios lucían un fruto exangüe en el fondo. Pensé, de manera miserable, que quizás cuando el vaso se les empieza a llenar los mendigos los vacían en sus bolsillos para dar la impresión astutamente de mayor precariedad y abandono.

Estas imágenes me condujeron a otro vaso que en los últimos días se hizo famoso en una galería de ARCO, la feria de arte de Madrid, y una de las mayores del mundo. Se trata de una obra conceptual del artista cubano Wilfredo Prieto. La obra representa una bandeja de madera con un vaso de cristal transparente, de los más comunes, lleno de agua hasta la mitad. El precio de la obra, según he leído, es de veinte mil euros. Ya se sabe que cualquier basura que se pierde por ahí puede ser denominada arte conceptual, y todos tan tranquilos, pero ya esto es el colmo. No duden ustedes que cualquier supermillonario lo compre en un pestañear sólo porque se trata de eso, de arte conceptual, y porque no pasa de ser un vaso vulgar con un poco de agua estancada encima de una bandeja de madera. ¿Existe alguno menos agresivo?

Un vaso de agua en Cuba tiene muchos significados, el vaso con agua, mejor dicho, limpia los rincones y recoge las malas vibraciones, purifica las almas. En Cuba el agua no se vende, pero al parecer, ahora con los "cambios", hasta el agua hay que pedirla por señas y contantes y sonantes, y a unos precios desorbitantes. De modo que, en cada hogar cubano, existe un potencial enorme de artistas conceptuales, aunque no todos podrán vender su vaso con agua en ARCO a un precio como el pronunciado. Mencionarlo dos veces suena sacrílego.

Una buena performance del artista Wilfredo Prieto, a quien no conozco de nada, sería sentarse en una esquina de París, con un vaso vacío, a la espera de que alguien le tire algunas monedas, o al menos un chorrito del tan preciado líquido, que aquí no será difícil, le caerá gratis del cielo.

Pero mejor le quedaría la cosa si una vez que la galería venda su obra, tomase el dinero y lo repartiese entre la cantidad de mendigos que deben de andar por los alrededores de ARCO, sin ir más lejos.

En tiempos de crisis, y me atrevería a decir que en cualquier tiempo, la tomadura de pelo del supuesto arte conceptual ya resulta irritante hasta los extremos. Que sea un cubano de la isla de la peste a pedo clueco que quiera dársela de sobrellevado me resulta todavía más lamentable.

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