El significado de las cosas
Los políticos hablan así porque les da más prestigio, más confianza en sí mismos, y porque la jerga les sirve para una cierta irresponsabilidad.
Algunos amigos más criticones –por eso son amigos– me dicen que la existencia del politiqués es un caprichoso mito que yo me he inventado para entretener al personal. Ya me gustaría, pero no es así. No se trata de que los hombres públicos (políticos, altos funcionarios, periodistas, comentaristas, etc.) recurran a un lenguaje peculiar: retorcido, confuso y vacuo. Hablan así porque les da más prestigio, más confianza en sí mismos, y porque la jerga les sirve para una cierta irresponsabilidad. No oculto tampoco una interpretación más sencilla: hablan así por pura ignorancia, por pereza.
No hay que rebuscar mucho. Hago un pequeño experimento. Me pongo a oír un informativo de una emisora de radio. El tiempo que se concede a los distintos cortes (testimonio de protagonistas) es tan pequeño que lógicamente habría que esperar concisión y claridad. Nada de eso.
Anoto sobre la marcha. Un portavoz de no sé qué nos suelta este sesquipedalismo: ejemplacificación. Él sabrá lo que quiere decir, pero impresiona. En el siguiente corte un alto cargo se refiere al "lobo solitario"; por lo visto, una especie de francotirador que va por libre y puede producir atentados terroristas. Hay que tener cuidado con las analogías zoológicas. Precisamente el lobo es uno de los mamíferos más gregarios. Raras veces ataca un lobo solo, sino como parte de una manada. Así pues, el lobo solitario apenas se encuentra más que como un explorador que envía la manada por delante. Alguien inventó la analogía de lobo solitario para calificar a los terroristas que van por libre, y todo el mundo lo repite. Dudo de que exista tal tipo de terrorista.
Sigo con mi muestra de media hora del informativo radiofónico. Ahora es el "casco azul" que acaba de morir por un error de la artillería israelí. No entro en la materia del asunto, pero me parece un abuso de la metonimia. Un indio es un piel roja; un guerrillero, un boina verde; un soldado de la ONU, un casco azul. Demasiadas figuras retóricas.
El noticiario concluye con las declaraciones de un representante de la Unicef. Nos adelanta que el mundo se enfrenta a una "crisis humanitaria". Seguramente quiere decir lo contrario, que en el mundo hay millones de refugiados por razones bélicas. Lo humanitario es precisamente el esfuerzo de las ONG para paliar esa crisis.
Quizá sea yo demasiado exigente al pretender que los hombres públicos empleen bien el castellano. Bastante tienen los pobres con su ingente tarea. Pero el hecho es que el idioma de la calle se degrada por imitación de las barbaridades del politiqués. El verbo oír se ve sustituido cada vez más por el de escuchar, cuando son acciones distintas. Es un contraste parecido al que existe entre mirar y ver, buscar y encontrar o aprender y saber. El primer término de esas parejas indica una actitud, una disposición, una voluntad. El segundo término puede ser el resultado de tales disposiciones. También puede suceder que, por más que escucho, no oigo nada; por más que miro, no veo, por más que busco, no encuentro; por más que aprendo, no sé. ¿Cómo es posible que se confundan esas parejas de verbos?
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