Tras ser aplastada y troceada en septiembre de 1939 por nazis y bolcheviques Polonia perdió la mayor parte de su ejército, casi un millón de hombres. Siempre en números redondos 70.000 murieron, 130.000 resultaron heridos y 700.000 quedaron prisioneros de los alemanes o de los rusos. Por la entonces limítrofe Rumanía pudieron escapar 80.000, que fueron embarcados hacia Francia y el Reino Unido. Los jefes de las pocas unidades que todavía se mantenían recibieron la orden de enterrar las armas, dispersarse y resistir en la clandestinidad.
Veamos en primer lugar el destino de los soldados que pudieron evadir la captura o escaparon de los campos de prisioneros y permanecieron en la propia Polonia. Se agruparon de forma espontánea, y con lealtad al Gobierno en el exilio instalado primero en Angers (Francia) y luego en Londres, formaron la Armia Krajowa, o AK, ejército interior clandestino ejemplo para los otros ejércitos de resistentes que habrían de formarse a lo largo de la guerra en otros países de la Europa ocupada. El AK fue absorbiendo a los demás movimientos populares de resistencia que se creaban a nivel local o regional. Después de la invasión de la Unión Soviética por Alemania el 22 de junio de 1941, se creó por inspiración moscovita la Gwardia Ludowa, o GL (1942-1944), que luego desembocó en el Ejército Popular Polaco (1943-1944).
En todo caso, el AK, pro-Gobierno polaco en Londres integraba el 75 % de la resistencia anti-nazi. La actividad del AK fue intensa, con sabotajes, asaltos bancarios, asesinatos de miembros de la Gestapo, asaltos a convoyes con liberación de prisioneros, asaltos a cuarteles y depósitos para conseguir armas, transmisión de información a los aliados, emboscadas a patrullas de la Wehrmacht y de las SS, etc. La actividad suficiente como para que las zonas rurales y particularmente la región de Zamosc, al sureste del país, quedaran vedadas a los ocupantes. Su número podemos cifrarlo en 300.000 soldados, uniformados por el correspondiente brazalete blanco y rojo (los colores de la bandera de Polonia que les daba la condición de combatientes según la Convención de Ginebra de 1929).
Un pequeño número de soldados polacos (unos 1.200, de muy diversa procedencia), que escaparon de Polonia tras la invasión y, atravesando Europa, pudieron cruzar los Pirineos desde Francia, fueron internados en el campo de prisioneros de Miranda de Ebro. Los polacos permanecieron en dicho campo hasta 1942 en que el Gobierno español autorizó su salida hacia Lisboa, donde se embarcaron para el Reino Unido.
A continuación, fijémonos en los soldados que quedaron prisioneros y no pudieron escapar de los alemanes. Los que quedaron internados en campos de prisioneros bajo la supervisión de la Wehrmacht (Stalag VIIIB en Lamsdorf, Stalag VIIIC en Zagan, Frontstalag 307 en Deldin, Stalag 325 en Zamosc) sufrían teóricamente menos que los paisanos que fueron conducidos a los campos de concentración o de exterminio, vigilados por las SS. Pero pronto se les dio a elegir entre alistarse en el ejército alemán, ser llevados a Alemania a trabajar en las fábricas de armamento o quedar en el campo de prisioneros con grave riesgo de maltrato y de muerte por inanición. A ellos se unieron los polacos que constituían minoría en regiones alemanas (Pomerania) o en disputa (Danzig, Posnania, Alta Silesia) y que eran considerados alemanes; muchos fueron alistados con amenazas de muerte a ellos o a sus familias. Los que fueron obligados a seguir guerreando, ahora bajo la esvástica, fueron encuadrados, por lo general, en unidades de seguridad en la Europa occidental ocupada.
Así, el 6 de junio de 1944, cuando los Aliados desembarcaron en Normandía se encontraron con muchos soldados polacos con uniforme alemán, por ejemplo, en las Divisiones de Infantería nº 709 (Von Schlieben) y nº 716 (Richter) desplegadas en el Cotentin y en Caen, respectivamente, en el sector del Séptimo Ejército. Beevor cita casos en que soldados polacos dieron muerte a sus oficiales alemanes y desertaron, rindiéndose a las tropas aliadas que subían desde las playas.
Los Aliados capturaron tras el desembarco unos 50.000 soldados polacos alistados a la fuerza por la Wehrmacht que, esta vez voluntariamente, vistieron nuevos uniformes y quedaron encuadrados en el bando aliado vencedor.
Detengámonos ahora en los 80.000 soldados que habían escapado de Polonia a través de Rumanía y a los que cinco años más tarde habrían de unirse los 50.000 soldados capturados tras el desembarco en Normandía. Designados como Fuerzas Armadas Polacas en el Oeste, integraron dos Cuerpos de Ejército.
El I Cuerpo de Ejército tuvo sus unidades, siempre dispersas, bajo mandos franceses (hasta el armisticio de Compiègne el 22 de junio de 1940), británicos y canadienses. Combatió con su habitual tenacidad y espíritu de sacrificio, en Narvik, en Mayo de 1940 (Brigada de Montaña Independiente, 5.000 soldados); en la Lorena, en Lagarde y en Belfort, en junio de 1940 (División de Granaderos nº 1 y División de Rifles nº 2, 32.000 soldados); en la bolsa de Falaise, en agosto de 1944 (División Acorazada, 16.000 soldados); en Arnhem en septiembre de 1944 (I Brigada Paracaidista Independiente, 3.000 soldados), etc.
El II Cuerpo de Ejército (Anders), formado en Rusia con prisioneros que Stalin, después del 22 de junio de 1941, puso en libertad para que combatieran contra los alemanes fue trasladado en 1942 (Stalin alegó no tener medios para mantenerlo) a través de Persia e Irak a Siria (que en ese momento era un Mandato francés de la Sociedad de Naciones) y desde allí a Palestina y Egipto (todo el Cercano Oriente estaba entonces bajo control militar británico). Sus unidades batallaron, siempre encuadradas en el Octavo Ejército británico, en Tobruk y en Gazala en noviembre y diciembre de 1941 (Brigada Carpática Independiente, 4.000 soldados); en la Cuarta Batalla de Monte Cassino y en Ancona en mayo y julio de 1944 (el II Cuerpo en su totalidad, 50.000 soldados), etc.
¿Por qué todas estas cifras, aproximadas, y estas citas, muy superficiales, de batallas? Porque acreditan el enorme esfuerzo que Polonia, aun inicialmente derrotada, hizo a favor de la causa de los Aliados; contribución que se vio correspondida una vez más con el abandono y la traición.
El 29 de julio de 1944 y tras aniquilar, causándole 400.000 bajas, al Grupo de Ejércitos Centro (Model) mediante la operación Bagration, el Primer Frente Bielorruso (Rokosowsky) del Ejército Rojo llegó a las puertas de Varsovia, quedando acantonado en la orilla derecha del Vístula, sin cruzar el río. Desde Radio Kościuszko, en Moscú, se repitieron proclamas para que la Armia Krajowa, el ejército de la resistencia polaca, se sublevase contra el ocupante nazi. La resistencia carecía para esta sublevación del apoyo de los angloamericanos, que exhortaba a los polacos a cooperar con el ejército soviético, y no tenía el visto bueno del Gobierno polaco en el exilio de Londres. Pero con legítimos deseos de venganza y con la intención de ocupar Varsovia antes que entrara en ella el Ejército Rojo y se hiciera con su control o lo entregara al Comité de Liberación Nacional procomunista de Lublín, el General Bór-Komorowski ordenó que el 1 de agosto los 50.000 componentes de la Armia Krajowa se apoderaran de la ciudad. La resistencia, estructurada en 600 unidades de nivel compañía, tomó en los primeros días los barrios principales, Wola, Ochota, Mokotow, Zoliborz, y los subterráneos de la ciudad, pero no pudo apoderarse del aeropuerto, de la estación principal del ferrocarril y de los puentes sobre el Vístula. Hasta el final de la sublevación, el 2 de octubre de 1944, dio muerte a 9.000 soldados alemanes y capturó a otros 2.000. En una ocasión se apoderó de dos carros de combate Panther y con ellos asaltó un cuartel de las SS, liberando así a 500 prisioneros.
El General de las SS Erich Von dem Bach-Zelewski, nacido en Lauenburg, en la Polonia prusiana de la Tercera Partición e hijo de padres polacos, se hizo cargo de la represión, recuperando el control de la ciudad a base de destruirla barrio por barrio y casa por casa, mediante el empleo masivo de granadas de mano y lanzallamas, contando con la Panzer Division Hermann Göring (Schmalz), la 5. SS Panzer Division Wiking (Mühlenkamp), la SS Sturm Brigade (Dirlewanger) y la 29. Waffen Grenadier SS Division (Kaminski). La ciudad fue reducida a escombros por los carros de combate y por la artillería. Ante la enorme superioridad de los nazis la resistencia polaca pidió ayuda al Ejército Rojo que se encontraba al otro lado del río pero no obtuvo respuesta. Rokosowski (nacido precisamente en Varsovia y que había dirigido la operación Bagration hasta llegar al Vístula) entendió que era mejor que alemanes y polacos se mataran entre ellos antes de que sus tropas reanudaran el avance. Los Aliados intentaron enviar suministros por aire pero Stalin les negó el poder aterrizar en aeródromos bajo control soviético. El Gobierno polaco en Londres pidió lanzar sobre Varsovia la I Brigada Paracaidista Independiente, pero se le negó el permiso (habría sido un desastre, aunque de consecuencias no mayores que el sufrido un mes más tarde en la operación Market-Garden).
Finalmente, el 2 de octubre de 1944 Bar-Komorowski, con enormes bajas y carente de suministros y munición, capituló ante Von dem Bach-Zelewski. El respeto que este General alemán tuvo con los rebeldes vencidos, que desfilaron con sus armas y con honores militares, contrasta con la ferocidad y salvajismo de las unidades que dirigían Dirlewanger y Kaminski. La Brigada Dirlewanger (formalmente la División de Granaderos de las SS nº 36) era una unidad disciplinaria, cuyos batallones de castigo estaban formados por convictos de la peor ralea, a los que se dio carta blanca para violar, mutilar, degollar y matar. Otro tanto hicieron los componentes de la División de Granaderos de las SS nº 29 (integrada por desertores rusos), que llegaron, superando a sus camaradas, a arrasar hospitales y a empalar y quemar vivos a sus prisioneros. En el barrio de Wola fusilaron a 10.000 personas en 5 días. Cuando la rebelión quedó sofocada las unidades de Dirlewsanger y Kaminsiki habían asesinado a 150.000 paisanos. Quedaron 15.000 soldados polacos muertos, 20.000 heridos y 15.000 prisioneros. Los propios mandos de las SS quedaron tan horrorizados con la represión que creyeron conveniente limpiar su conciencia fusilando a Kaminski y a sus ayudantes después de un juicio sumarísimo por indisciplina. Luego, la versión oficial estableció que habían sido emboscados y muertos por los resistentes polacos.
Varsovia quedó así dos veces arrasada en cinco años y los sobrevivientes deportados, muchos de ellos en marchas de la muerte, a campos de concentración en Alemania. A continuación, el Ejército Rojo, que había permanecido parado al otro lado del Vístula desde el 29 de julio (aunque había ocupado la cabeza de puente de Magnuszew, 70 Km. aguas arriba) dejó cruzar el río a los componentes del Ejército Popular Polaco (Berling) formado por soldados que habían sido prisioneros de los rusos y ahora eran de obediencia comunista. El 1 de enero de 1945 al Armia Krajowa no le quedaban ya fuerzas para oponerse a sus compatriotas del Ejército Popular Polaco y a sus patrocinadores soviéticos. Y el 17 de enero de 1945 (se cumplen estos días 70 años de estos acontecimientos) el Ejército Rojo, después de más de 4 meses de espera, cruzó por fin el Vístula, ocupó Varsovia y reemprendió la marcha al oeste saltando del Vístula al Oder en menos de 15 días (160 Km).
Inmediatamente, ya ocupada toda Polonia, la NKGB (sucesora de la NKVD y predecesora de la KGB) comenzó a detener a los supervivientes de la Armia Krajowa y a otros partidarios del Gobierno polaco en el exilio de Londres, acusándoles de burgueses, fascistas, colaboracionistas, contrarrevolucionarios, espías, enemigos del pueblo soviético, etc. Con las consiguientes deportaciones, mascaradas de juicio y fusilamientos.
Pero no era suficiente. En la Conferencia de Yalta (4 a 11 de febrero de 1945), Roosevelt, Churchill y Stalin acordaron que el Comité de Liberación Nacional de Lublín, de obediencia comunista, sería el núcleo del Gobierno Provisional Polaco de Unidad Nacional. Los Estados Unidos y el Reino Unido reconocieron a dicho Gobierno como el legítimo de Polonia, y el 5 de julio de 1945, ya terminada la guerra en Europa, retiraron su reconocimiento al Gobierno pro-occidental exiliado en Londres (el Gobierno español reconoció al Gobierno polaco en Londres hasta 1955).
Como ha puesto de manifiesto Fernández Barbadillo en estas páginas de Libertad Digital el 8 de junio de 1946 se celebró un gran desfile en Londres con unidades tanto británicas como extranjeras. Como el Gobierno de Churchill había reconocido al Gobierno polaco títere de Stalin en julio de 1945 –un día después de que lo hubiera hecho Estados Unidos–, no se creyó prudente invitar a los militares que obedecían al Gobierno en el exilio. No se quería incomodar a Stalin. La Segunda Guerra Mundial estalló en Europa para defender la independencia de Polonia. Terminada la guerra, ese objetivo ya no interesaba. El Reino Unido y Francia declararon la guerra a Hitler por esa causa, pero ahora la abandonaban. La Unión Soviética invadió la mitad de Polonia de acuerdo con Hitler y ahora consumaba esa invasión de acuerdo con los Aliados.
Tampoco interesaban ya los soldados polacos, ni siquiera en el Reino Unido. En 1946 el Ministro de Asuntos Exteriores británico (Bevin) aconsejó a los 200.000 soldados que permanecían en las Islas que regresaran a Polonia, como si no supiese que en la nación liberada (y cuyas autoridades habían hecho Mariscal al propio Rokosowsky, que ya era Mariscal de la Unión Soviética) todos los polacos que habían servido a los Aliados en el ejército de Anders estaban tachados por las autoridades comunistas como fascistas, burgueses, saboteadores, colaboracionistas, etc., y corrían riesgo de ser detenidos y llevados a campos de concentración de Siberia, si no fusilados. La alternativa era ser internados con sus familias en campos de refugiados en la propia Inglaterra.
Muchos de los internados fueron ayudados por autoridades locales, por párrocos católicos, por servicios de asistencia social y por ciudadanos británicos de origen polaco; y constituyeron grupos cívicos que pudieron abandonar los campos de internamiento y consolidaron su vida profesional, social y cultural en el Reino Unido. Como la alternativa de regresar a Polonia desapareció, otros, los más, emigraron a Australia o a Norteamérica, donde fueron acogidos por compatriotas, ya nacionalizados como australianos, canadienses o estadounidenses.
Davies relata que un patriota polaco proclamó por radio durante la sublevación: "Nos han tratado peor que a los satélites de Hitler. Nos han tratado peor que a Italia, que a Rumania, que a Finlandia… Que Dios, que es justo, pueda juzgar a los culpables de esta injusticia…Inmortal es la nación que es capaz de tanto heroísmo… Polonia está donde viven los polacos".