No voy a tener espacio para comentar todas las sugerencias. Una única cautela: todos los correos son de varones; ninguna mujer. En nuestro mundo parece una situación extravagante. No sé lo que pensaría la eximia María Moliner si levantara la cabeza. No la dejaron entrar en la Real Academia Española, pero ella solita compuso el diccionario más completo de su tiempo.
José Pedro Fortín Retortillo sugiere ciertas recuperaciones de interés. Por ejemplo, cabe (= junto a, al dalo de). Nos ahorra letras y palabras. Originariamente fue "cabo", que indicaba posición, sitio, lugar. Otra propuesta de don José Pedro es antier (apócope de antes de ayer o anteayer), que también economiza letras. En cambio, desotro (= otro, siguiente) no parece muy útil.
José Antonio Martínez Pons razona sobre el tiempo futuro de los verbos. Puede que un mallorquín se encuentre más seguro al decir "mañana vendré". Pero un castellano recio imprime más certeza a su acción si dice "mañana vengo". Sobre el particular me remito a un próximo libro, ya en galeras: A. de Miguel e I. de Miguel, La percepción de los españoles sobre el tiempo (Madrid: CIS, 2014).
Ricardo Sainz-Ezquerra leyó este divertido cartel en un prado del Norte: "Se vende pacencia del pacedero". La pacencia no es más que la acción del ganado al pastar la hierba que sale otra vez después de segado el prado. Supongo que el pacedero es la persona que vende el pasto. Un poco trabalenguas ya es. La extrañeza de algunas palabras olvidadas es que solo van a utilizarse en un ambiente rural. En su día supuso más de la mitad de la población española. Hoy, solo una minúscula parte. Pero habrá que respetarla.
Ernesto Cárdenas Cangahuela desea rescatar portantillo. Lo ha visto en una tira cómica de Mafalda, del genial Quino. Como ocurre con tantas voces en Hispanoamérica, estamos ante una hermosa palabra perdida en España. Es un diminutivo para referirse al trote menudo de un animal, por ejemplo, un borrico. Supongo que se podría aplicar a Platero y a los primeros andares balbucientes de los niños. Por extensión, cabría decir lo mismo de los actuales avances de la economía española.
Javier Vicuña propone lleco. Se aplica propiamente al terreno inculto, bien sea erial o barbecho. Aunque dice don Javier que se podría extender al cerebro poco ejercitado. Lo malo es que esa <ll> inicial resulta de difícil pronunciación para los que son de la Castilla profunda o los catalanoparlantes.
Juan J. Carballal reivindica cuyo (= del cual), que no debe sustituirse por "que". Me viene a las mientes un popular juego de sonidos: "Dicho lo cuyo me callo" (pronunciado "cayo").
Amando de Miguel: fontenebro@msn.com