La taza y media de caldo que dio Cánovas a Alfonso XII
Cánovas le explicó a Alfonso XII que, de acuerdo con la Constitución, el Gobierno sería suyo, no del monarca.
Los dos gobernantes españoles a quienes más debe la dinastía Borbón son Antonio Cánovas del Castillo y Francisco Franco, pues los dos restauraron la Monarquía en la persona de un infante después de sendas repúblicas, que ciertamente habían sido desastrosas.
Manuel Fraga quiso proponer a Cánovas del Castillo como modelo político para la derecha española, ya que puso su nombre a la fundación a la que encargó la lucha cultural, que en el caso de Alianza Popular fue ridícula. Fraga quería tomar de Cánovas su invención del turnismo con el liberal Sagasta para repetirlo con Felipe González, con la consecuencia de que en junio de 1986 dimitió de su cargo de presidente de AP. En lo que Cánovas es un modelo para la derecha actual es en que no se sometió a la corona. El político andaluz jamás permitió que su monarquismo se degradase a cortesanismo ni que las personas reales interfiriesen en los asuntos políticos de su competencia.
El biógrafo de Cánovas José Luis Comellas recoge una anécdota del rechazo que causaba el político andaluz en la corte, pese a su inteligencia y sus servicios a la Monarquía. En 1865 el general Leopoldo O’Donnell presentó la lista de su Gobierno a Isabel II, en la que aparecía Cánovas como ministro de Ultramar. La reina le replicó:
¡Hombre, por Dios, quítalo y pon a otro. ¡No lo puedo resistir!
O’Donnell contestó:
Señora, es tan importante la figura de Cánovas en la política que al constituir un ministerio de tendencia liberal resulta más fácil prescindir de mí que de él.
Las causas que habían malquistado a los Borbones con uno de sus mayores defensores parecen haber sido, según el historiador, el carácter anticortesano de Cánovas, la crítica de éste a la camarilla de la reina y su desprecio a la afición de Isabel II por la pequeña intriga política.
Persuadir a la reina de que abdique
Después de la revolución de 1868, Cánovas recompuso el partido de los favorables a la restauración de los Borbones, pero para ello exigía a la reina su abdicación, en lo que le apoyó el duque de Sesto y marqués de Alcañices, José Osorio.
La abdicación se produjo por fin en junio de 1870 en París –donde residía la reina, desterrada con su camarilla–, pero Cánovas no asistió a ella ni al agasajo posterior al pequeño príncipe Alfonso. En agosto de 1873, con España hundiéndose bajo la República, la reina nombró jefe del movimiento alfonsino a Cánovas. Es en ese momento cuando el político conoció al Borbón por el que se batía el cobre en España.
Es el príncipe, a su edad [no tenía 16 años], más inteligente de Europa y el más apto para ser un buen monarca constitucional.
La Monarquía y la dinastía borbónica se restauraron en diciembre de 1874.
Una amante enviada a Irún
Entre las malas costumbres de su madre que Alfonso XII heredó estaba su promiscuidad sexual. Para mayor vergüenza, se la había fomentado la propia reina, que había emparejado a su hijo cuando estudiaba en Viena con la cantante Elena Sanz. En Madrid continuó el romance y ambos engendraron dos hijos varones y sanos.
Casado en segundas nupcias con la archiduquesa austriaca María Cristina de Habsburgo en 1879, el rey se encaprichó poco después de otra cantante, la italiana Adela Borghi, apodada la Biondina. Ésta, a diferencia de Elena Sanz, era muy indiscreta y alardeaba de ostentar la llamada privanza regia, a la vez que importunaba a los ministros y otras autoridades con exigencias, recomendaciones y negocios.
Los amoríos de Alfonso XII eran conocidos hasta por la embajada francesa, según consta en los archivos del Estado francés.
María Cristina de Habsburgo no estaba dispuesta a soportar semejantes humillaciones mientras cumplía su obligación de parir los hijos del rey. Más de una vez amenazó con marcharse de España si Alfonso XII no rompía con la Biondina.
Para zanjar el asunto, Cánovas, que entonces había vuelto a desempeñar la presidencia del Gobierno (diciembre de 1879-febrero de 1881), obró por las bravas. Ordenó al ingeniero Jesús Elduayen, entonces gobernador civil de Madrid, que se presentase en el domicilio de la cantante con la orden de que hiciese el equipaje y saliese de España. Elduayen irrumpió en la casa de Adela Borghi, la metió en un vagón del tren a Irún y la colocó bajo la vigilancia de dos policías.
La expulsión, que enseguida se conoció en todo Madrid, fue efectiva, aunque dejó en el rey el deseo de la venganza con quien se había limitado a obedecer al presidente del Gobierno, y que además había sido uno de los escasísimos partidarios públicos de la restauración borbónica que habían quedado después de la revolución de 1868. En las Cortes Constituyentes de 1869, Elduayen formaba junto con Cánovas y otros cinco diputados el reducido grupo alfonsino.
Veto real a un ministro
En enero de 1884 Canovas regresó a la presidencia después de un Gobierno de José Posada Herrera. En la lista de ministros que el conservador llevó a Alfonso XII aparecía Elduayen como ministro de Estado (Asuntos Exteriores), el puesto más importante en el protocolo después del de presidente. El rey trató de deshacerle a Cánovas el Gobierno, pero éste le recordó que según la Constitución el veto real supondría que él se sentiría desautorizado y no sería presidente. Es decir, Cánovas le explicó a Alfonso XII que, de acuerdo con la Constitución, el Gobierno sería suyo, no del monarca.
Como cuenta el historiador Melchor Fernández Almagro,
el rey tuvo que aceptar la lista que le presentaba el nuevo presidente del Consejo, firmando los correspondientes Reales decretos, no sin murmurar: "Al que no quiere caldo, taza y media".
Otras muestras del carácter de Cánovas, que los cortesanos y los aduladores calificaban como autoritario, fueron las siguientes, contadas por José Luis Comellas. En una ocasión en que el rey, que era de salud quebradiza, se bañó en la presa de El Pardo, adonde iba con frecuencia en busca de aire puro, le amenazó con dimitir si lo repetía, y además rodeó la presa con gente de confianza. Y cuando Alfonso XII agonizaba no permitió que la reina María Cristina, embarazada, entrase en su cámara hasta que el rey no fue cadáver. El conde de Romanones escribió que ese detalle aumentó el resquemor de la regente hacia Cánovas.
A Cánovas no le importó que los Borbones pensasen mal de él, echasen pestes de su comportamiento con los títulos de Castilla en las monterías y no le otorgasen un título nobiliario.
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