De guardián de una campiña en Francia a escritor de culto en los Estados Unidos
Los comienzos de Paul Auster fueron complicados. Este licenciado en literatura inglesa natural de New Jersey fue empleado de la oficina del censo, vigilante de una campiña francesa y tripulante de un petrolero, antes de poder vivir de la literatura. Aunque ninguna de estas dedicaciones se aproximan a la narrativa, durante estos años Paul Auster aprovechó el tiempo libre para esbozar algunas novelas que terminaría años más tarde. Es el caso de “El país de las últimas cosas” (1989).
Durante estos años Paul Auster llegó a pasarlo francamente mal. El mismo ha contado en numerosas ocasiones el hambre que pasó en la campiña francesa que vigiló durante años. A pesar de todas estas dificultades, la estancia de Auster en Francia entre 1971 y 1974 fue determinante para su posterior creación literaria. Durante estos tres años Auster se especializó en literatura francesa dedicándose, esporádicamente, a la traducción de obras de Sartre y Mallarmé. La influencia de estos escritores se refleja sobre todo en la producción poética de Auster.
Tendrían que pasar muchos años para que el autor de “Tombuctú” publicara su primera novela, “Squeeze Play” (1979). Un texto escrito dos años antes y que muchos omiten porque fue publicado bajo pseudónimo. Anterior a la edición de esta obra es la controvertida autobiografía “La invención de la soledad” (1980). Un relato donde el escritor desvela la impresión que le produjo la inesperada muerte de su padre y el asesinato de su abuelo a manos de su propia abuela.
La primera obra firmada por Paul Auster fue “La ciudad de cristal”. Publicada en EE. UU en 1985 después de haber sido rechazada por 17 editoriales. Esta historia, que muchos califican como policíaca, es un ejemplo del conflicto de identidades que tanto obsesiona al autor, además de ser una muestra del partido que se le puede sacar a una casualidad. Con la posterior publicación de “Fantasmas” (1986) y “La habitación cerrada” (1987), Auster concluiría su “Trilogía de Nueva York”, su obra de referencia.
Aunque el escritor ya era conocido en algunos círculos literarios europeos, no se dio a conocer al público estadounidense hasta la publicación en 1989 de “El Palacio de la luna”. No es de extrañar la reacción de los lectores americanos, que solo comenzaron a sentirse identificados con Auster cuando éste centró una historia en su país. Posteriormente llegaría “La música del azar”, finalista del PEN- Faulkner de ficción, la recopilación de ensayos “El arte del hambre”, “Leviatan” (1992) y “Mr Vértigo”, la historia de un chico que levita y que salió a la luz hace siete años.
Un guionista de éxito
Una de las máximas de Paul Auster es si eres capaz de contar una historia que resuene con la misma fuerza que tiene para ti, resonará con la misma fuerza para el lector. En el caso que nos ocupa ahora del espectador.
Auster es en la actualidad uno de los guionistas cinematográficos más aclamados de la industria de cine independiente de los Estados Unidos. Como ocurriera con sus primeras novelas, sus diálogos han sido laureados en todos los festivales de cine europeos, pero no han llegado a estremecer al público americano. “Smoke”, dirigida por Wayne Wang y protagonizada por Harvey Keitel, consiguió el Oso de Plata, el premio de la Crítica y el Jurado en la Berlinale de 1996. La cinta fue la base de un posterior trabajo improvisado, rodado en tan solo seis días, y presentado bajo el título de “Blue in the face”.
Esta corta pero intensa experiencia cinematográfica fue suficiente para que Auster se animara a dirigir en solitario su guión “Lulu on the bridge”. Una historia que, como no podía ser de otro modo, parte de una anécdota que le ocurrió al autor estando con su hija Sophie, fruto de su segundo matrimonio con la también escritora Siri Hustvedt.
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