El coordinador de Relaciones Científicas Internacionales del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria (INIA), Álvaro Ramos Monreal, ha sostenido hoy que hay una dependencia de los transgénicos en campos como la sanidad, la alimentación y la agricultura y, por ello, ha asegurado, "hay que hacer que el miedo a ellos desaparezca".
Ramos, que dirige el curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander "Los transgénicos en nuestra vida", ha criticado la legislación europea sobre la materia, que ha calificado de "hipócrita" porque sólo permite el cultivo de un tipo de semilla transgénica (maíz) pero no limita las importaciones de alimentos que se han manipulado genéticamente en otros lugares.
Para Ramos, la "mala imagen" de los transgénicos se debe a que "algunas asociaciones ecologistas y partidos políticos" se han posicionado en contra "con argumentos irracionales", y mantienen las restricciones a esta tecnología "para no resultar impopulares".
El director del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Daniel Ramón Vidal, ha señalado que no hay datos científicos que confirmen que los transgénicos son "peores ni mejores que el resto de alimentos, ni que apunten a un riesgo medioambiental".
Se ha mostrado optimista porque considera que "la demonización" de los transgénicos es similar a la que sufrieron en su día avances como la fecundación in vitro o la vacuna de la viruela, "pero al final, todo acaba en su sitio", ha sentenciado.
El experto en investigación agrícola y miembro de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) Andrea Sonnino ha explicado la importancia que tiene el uso de transgénicos para satisfacer una creciente demanda de alimentos ante el aumento de la población y el cambio en las dietas.
Según Sonnino, estas tecnologías deben estar al alcance de todos los agricultores, de manera que sean una herramienta más para incrementar la productividad y ayuden a paliar el hambre y la pobreza en los países en vías de desarrollo. Además de los usos agrario y alimentario, esta tecnología es útil en el ámbito de la sanidad, donde se emplea para hacer insulina y hormona del crecimiento.