El altar se encuentra sobre una roca aislada de cualquier otro contexto rocoso, en una zona dedicada a pasto, por lo que constituye una referencia visual obligada en un entorno suficientemente amplio, ha explicado Francisco Fabián, responsable del hallazgo y arqueólogo de la Junta de Castilla y León.
La roca constituyó en su momento un afloramiento granítico, y de él se fue desgajando, por efecto de la erosión, una parte y originando una peña caballera unida por la base con el afloramiento original.
La piedra original fue en algún momento modificada en las zonas norte y oeste, y recortada en la base y el cuerpo, "supuestamente para adaptarla mejor al cometido que se pretendía", ha explicado el arqueólogo.
El altar rupestre cuenta con dos elementos característicos en este tipo de estructuras: unas escaleras de acceso con seis peldaños divididos en dos grupos de tres, y una cazoleta circular de unos 40 centímetros de diámetro, de poca profundidad, en la superficie aplanada que constituye su cima.
El descubrimiento se produjo el pasado 11 de septiembre y el altar ya ha sido catalogado por el Servicio Territorial de Cultura, por lo que cuenta con protección legal.