Para el verano de 2030 ya no habrá casquete polar ártico según se desprende de un informe elaborado por 26 científicos vinculados al Panel de Naciones Unidas para el Cambio Climático (IPCC). Ese verano se podrá cruzar el Océano (ex) Glacial Ártico navegando en un barco normal y no en un rompehielos como viene siendo habitual hasta ahora. Según uno de los autores del informe, Matthew England de la Universidad de Nueva Gales del Sur, “algunos indicadores se han acelerado” hasta el extremo de que “las proyecciones del IPCC eran ligeramente conservadoras”.
La desaparición del polo irá acompañada, siempre según el citado informe, de un aumento del nivel del mar de unos dos metros al final del siglo. A Venecia, en definitiva, le queda muy poquito tiempo, aunque eso no lo dicen, al menos por ahora.
El fin será en 2008
El hecho es que esta de 2030 no es la única predicción del fin del Ártico. Últimamente hay una verdadera carrera por atinar con la fecha exacta en la que el casquete polar desaparecerá inundando, de paso, las costas de todo el mundo. Hace sólo año y medio, en junio de 2008, el US National Snow and Ice Data Centre (NSIDC) de Colorado vaticinó que los hielos árticos no sobrevivirían a ese verano. Pero lo hicieron. La extensión veraniega del Ártico ha variado ligeramente en la última década. Las mediciones hechas por satélite muestran que, de 2002 a esta parte, el hielo sufre un estiaje y luego vuelve a crecer hasta alcanzar un máximo a finales de marzo tal y como muestra la gráfica adjunta.
La tendencia que muestran las cámaras de los satélites que estudian el polo no le dicen nada a ciertos científicos como Wieslaw Maslowski, investigador del departamento de Oceanografía de la Escuela Naval de California. En abril del año pasado aseguró en un entrevista que su predicción estaba errada, que el Ártico, en lugar de fundirse en 2013, lo haría en 2012. Maslowski fue incluso más lejos afirmando que los glaciares de Groenlandia “podrían estar ya fluyendo hacia la costa” por culpa de la fusión del casquete que rodea a la isla.
Quien hasta hace poco ha seguido insistiendo en que el fin del Ártico será en 2013 es el inefable Al Gore. En diciembre del año pasado, durante una conferencia en Alemania mostró sus cinco dedos a la audiencia remarcando que al polo le quedaban cinco años de vida. Pero en 2008 el polo tuvo más hielo que en los años precedentes, así que Gore retrasó el armaggedon polar un año, para 2014.
De nuevo la realidad se empeñó en no hacer caso al apóstol de las verdades incómodas, el Ártico ha vuelto a crecer en el verano de 2009, así que, sin pestañear trasladó hace sólo mes y pico el año de la catástrofe a 2019. Gore hace honor a su apellido y gusta de meter miedo y exagerar. En la misma conferencia aseguró que “si el polo se derrite completamente el nivel del mar subirá 67 metros”. Es decir, que podemos ir despidiéndonos del valle del Guadalquivir y de media Europa continental, que se encuentra a unas pocas decenas de metros sobre el nivel del mar. Evidentemente, eso de los 67 metros es un disparate típico de Gore que carece de cualquier base científica y que pone al ex vicepresidente de EEUU a la altura del adivino Rappel.
Para no tener que estar rehaciendo cada pocos meses las previsiones, algunos prefieren fiarlo largo y difuso. En la Oficina Meteorológica del Reino Unido están convencidos que el polo norte desaparecerá entre 2060 y 2080. Para entonces, claro está, nadie se acordará se esta predicción de los hombres del tiempo británicos.
No sabemos lo que pasará en el futuro. Con toda seguridad el casquete Ártico se fundirá en algún momento y luego volverá a congelarse descendiendo, tal vez, como sucedió en el pasado, hasta latitudes medias. El clima siempre está cambiando. Por de pronto, el Ártico lleva dos años creciendo en extensión veraniega sobre el mínimo histórico de 2007. ¿La razón? La desconocemos. ¿Seguirá creciendo o decrecerá? Es imposible de saber. ¿Cuándo se fundirá el Ártico? Nadie, ni científicos del IPCC, ni los activistas de Greenpeace, ni Al Gore pueden responder a esa pregunta.