La primera de las investigaciones, publicada en la revista Nature, fue llevada a cabo por Kenneth D. Poss, investigador de la Universidad de Duke. Poss demostró que la mayor parte de la regeneración es llevada a cabo por un tipo particular de cardiomiocitos (células del miocardio). Son estas células las que, al entrar en la zona dañada, proliferan y ayudan a reconstruir el músculo cardíaco.
El segundo trabajo es obra de Juan Carlos Izpisúa Belmonte, investigador del Instituto Salk de Estudios Biológicos en California (EE UU) y el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona (CMRB). En su investigación, Izpisúa Belmonte, buscó determinar qué células reparaban el músculo dañado.
Para ello utilizó junto a su equipo técnicas de ingeniería genética para convertir a los cardiomiocitos en "transgénicos", insertándoles un gen trazador o identificador, que les otorgaba una fosforescencia verdosa al microscopio.
Después, cortaron un 20% de cada ventrículo de los peces y esperaron un par de semanas a que los corazones se regenerasen: si el músculo cardíaco brillaba, habían dado con las células reparadoras. Y así fue. Pero la sorpresa no acabó allí. Los cardiomiocitos ya desarrollados que quedaron tras la herida retornaron a un estado más joven, comenzaron a dividirse para reemplazar las células perdidas y volvieron a madurar por segunda vez, convirtiéndose en tejido muscular cardíaco nuevo.
Para Izpisúa Belmonte esto tiene un futuro prometedor: “Nuestros resultados sugieren que quizás la regeneración en mamíferos no es una utopía y que un conocimiento más profundo de los mecanismos moleculares que inducen la proliferación de los cardiomiocitos podría ayudarnos a entender la falta de regeneración en humanos, y eventualmente, a tratar de modificar ese proceso".
Su trabajo también ha sido publicado en la revista Nature.