Desde que el escándalo por el máster de Cristina Cifuentes saliera a la palestra y acabara con la carrera política de la que fuera presidenta de la Comunidad de Madrid, los casos se han multiplicado. Primero fue el actual presidente del PP, Pablo Casado, que tiene su caso en los tribunales. Después fue la ministra de Sanidad, Carmen Montón, que dimitió el pasado 11 de septiembre tras comprobarse que había plagiado parte de su Trabajo de Fin de Máster (TFM).
Por si esto fuera poco, este miércoles se pudo ver al presidente del Gobierno visiblemente nervioso cuando se le preguntó en la Sesión de Control por su tesis. Pedro Sánchez no dijo la verdad en sede parlamentaria al decir que estaba publicada en TESEO. Publicada sí, pero no pública. Algo que ha autorizado este jueves para que todo el que quiera pueda leer dicha tesis, sobre la que pesa la sombra del plagio o de estar redactada por terceros.
Los másteres y trabajos de estos políticos son cosa del pasado, de hace unos años. Pero, ¿cómo detectan ahora las universidades los plagios en las tesis o los trabajos de fin de máster?
Las principales universidades españolas y del resto del mundo cuenta con una serie de programas que facilitan la labor del evaluador a la hora de desenmascarar a un alumno plagiador. Una de ellas es Urkund, un programa automático que permite la revisión de tesis, ensayos, monografías, tareas y otros trabajos escritos con la intención de revisar su grado de semejanza con otras fuentes como páginas web, bibliotecas, libros e, incluso, bases de datos propias. Es decir, las propias universidades pueden almacenar cada trabajo de cada alumno para evitar así que unos se copien con otros en años sucesivos.
Para revisar un documento es necesario que el usuario solicite permiso para su utilización al organismo rector. Una vez hecho el análisis del trabajo, el programa envía un informe al profesor para que compruebe si ha habido plagio o no.
La otra herramienta más utilizada por las universidades es Turnitin, que cuenta con una base de datos online con 88.000 millones de fuentes, material de editoriales bajo suscripción –127 millones de libros, periódicos y revistas– y más de 1.000 millones de trabajos universitarios. Las universidades pagan por este servicio entre 5.000 y 100.000 euros, en función del volumen de alumnos del centro.
Además, hay más herramientas gratis que pueden persuadir al propio alumno de plagiar un texto y arriesgarse así al suspenso o, si llega a un cargo público, al escarnio público y posterior dimisión.