La naturaleza se comporta de una forma organizada. Las cosas se mueven y actúan como una sinfonía que se nos antoja precisa pero que desconocemos. Desde hace ya muchos siglos el ser humano ha intuido que existe una partitura que describe la música del universo. De una forma minuciosa podemos escribirla para anticipar sus movimientos e interpretarla.
Arquímedes, el primero
Es difícil nombrar la primera persona que fue capaz de intuir este orden oculto del universo, pero si tuviera que apostar por uno lo haría por Arquímedes (287 a.C.- 212 a.C.). Fue un extraordinario inventor, físico y matemático pero, sobre todo, percibió que el significado que ordena el mundo está escrito con el lenguaje de las matemáticas. En el antiguo Egipto se tenía conocimiento de un número parecido a Pi que estaba relacionado con la circunferencia, pero fue Arquímedes el que describió una fórmula que relacionaba el radio de una rueda con el recorrido que ésta describía al dar una vuelta completa en el suelo.
Había nacido el número Pi y ya no nos abandonaría. Arquímedes lo calculó con un error relativo del 0,004%. Con posterioridad, los matemáticos de todas las épocas han conseguido ir añadiendo decimales hasta que llegaron los ordenadores. En la actualidad el número de decimales calculados del número Pi es de 10.000.000.000.000.
La mística de los irracionales
La característica más llamativa de Pi es que es un número irracional. Esto implica que nunca encontraremos el final de sus decimales. Aunque descubramos más y más siempre habrá otra cifra que lo haga más preciso. Por tanto todos los números, todas las secuencias de números posibles, están dentro de los decimales del número Pi. Todas las fechas de nacimiento de los ya nacidos y las de todos los que quedan por nacer; todos los números de teléfono (con o sin prefijo); todos los códigos de seguridad; los números de cuenta, los instantes en los que han sucedido y sucederá cualquier acontecimiento… con la precisión que deseemos.
Pero, además, si codificamos las letras en números, por ejemplo en el lenguaje binario que es el que utilizan los ordenadores y los equipos electrónicos, en los decimales del número Pi podremos encontrar: cualquier libro completo escrito o por escribir, cualquier libro completo escrito o por escribir con alguna o con todas las faltas de ortografía posibles, todos las respuestas, todas las preguntas, todos los nombres, todos los idiomas con todas las reglas ortográficas y gramaticales (incluso de los idiomas que nadie ha descubierto) y, por supuesto, como homenaje a la pasada fiesta de Todos los Santos, las fechas de todas las muertes de todos los seres humanos y las que estén por venir (incluida la mía).
En las entrañas del universo
Desde que el número Pi se descubriera los científicos y matemáticos han podido comprobar cómo aparece cuando menos se lo esperan. Einstein lo encontró cuando quería saber cómo la energía y la masa conducen a la curvatura del espacio-tiempo. Coulomb se lo topó al calcular la fuerza con la que dos cargas se atraen o se repelen. En el mundo de la mecánica cuántica, de lo diminuto, el número Pi también está presente como hacedor de base: el principio de incertidumbre de Heisenberg.
Podríamos pensar que los números son convencionalismos. Que los ha inventado el hombre, que Pi podría ser 3,14 o 3,20, que en otra civilización extraterrestre Pi no existiría, pero todo está tan íntimamente urdido que a uno le hace pensar que no; que Pi existe. ¿No creen?
Bonus Track
Si queréis jugar con los decimales del número Pi, al final del artículo os dejo un enlace donde podréis buscar una cadena o serie de números en los primeros mil millones de decimales. La web os devolverá la posición de esa cadena.