El acuerdo tiene mucho sentido. Apple parece haber alcanzado un techo en cuanto a la informática de consumo, pero le falta entrar en la empresa y facilitar esa moda llamada BYOD, Bring Your Own Device. Además, la caida estrepitosa de Blackberry ha generado un vacío en ese nicho de mercado. Microsoft parece la mejor colocada para aprovecharlo, y Apple quiere impedirlo.
La idea es ofrecer los dispositivos de Apple con software específico de IBM para facilitar su entrada en la empresa, y que el gigante azul distribuya los móviles y tabletas de Apple con su software ya instalado, opciones de leasing y servicios de activación y gestión de los dispositivos para los administradores de sistemas.
El software será tanto genérico, como pueden ser las soluciones de IBM MobileFirst para la nube, como más enfocada a sectores concretos. A partir de este otoño se empezarán a distribuir soluciones específicas para comercio, salud, banca, viajes y transporte, telecomunicaciones y seguros.
En definitiva, es la alianza entre el líder en dispositivos portátiles y posiblemente la principal empresa de servicios a empresas del mundo. Pero no siempre han sido empresas complementarias. A comienzos de los 80 eran rivales encarnizados porque intentaban hacerse con el mismo mercado: la informática de consumo, los ordenadores personales.
IBM, la empresa que todo informático debía odiar
IBM se subió con retraso al tren de los ordenadores electrónicos. Sin embargo, reaccionó con rapidez y en los años 60, ya poseía el 70% del mercado. En Estados Unidos, país líder del sector, a sus competidores se les conocía como "los siete enanitos". Pese a todo, en IBM no acababan de ver las cosas claras. Tenían en total siete líneas de ordenadores distintas e incompatibles entre sí, de modo que se veían obligados a diseñar y fabricar las partes por separado –desaprovechando así las economías de escala– y, sobre todo, a programar el software de cada una. En cuanto sacaran más computadoras, el caos crecería sin remedio. De modo que pusieron una comisión a trabajar sobre el tema, y a finales del 61 ésta dio su dictamen: había que crear una nueva gama de computadoras, compatibles entre ellas, que difirieran en cuanto a potencia, de modo que las mejores, y más caras, llegaran a ser 25 veces más capaces que el modelo más básico. De este modo, como IBM no vendía máquinas, sino que las alquilaba, un cliente podía pedir un modelo más barato y, si sus necesidades crecían, cambiar a otro más potente sin necesidad de volver a programar todo su software.
El proyecto se llamó System/360 y su desarrollo se comparó por su complejidad y coste con el Proyecto Manhattan. Fue anunciado en 1964 y acrecentó aún más su dominio, llevando a la quiebra a parte de su ya menguada competencia. Tal fue su éxito que aún hoy IBM vende servidores compatibles con software creado para System/360. Un dominio de este calibre llevó a IBM a mostrar cierta arrogancia y algo de desprecio por unos clientes que, en el fondo, estaban atados a las soluciones de la compañía.
Pregunte a los informáticos que conoce por la empresa que más odian. Aunque quizá el sentimiento haya bajado estos últimos años, lo más probable es que le respondan que Microsoft. Pues ni siquiera la empresa de Bill Gates ha tenido nunca la omnipresencia que IBM tuvo durante los años 60 y 70. Una posición que sólo perdió cuando llegó el cambio de paradigma que supusieron los ordenadores personales.
La lucha con Apple
No es que IBM no se apuntara al carro. También llegó tarde, más que nada porque comenzó como un fenómeno de frikis que tenían el ordenador como hobby. Pero estos pequeños aparatos empezaron a colarse dentro de las empresas, y el gigante azul reaccionó con una velocidad sorprendente y un enfoque revolucionario para una compañía acostumbrada a hacerlo todo en casa. En julio de 1980, IBM aprobó el llamado "Proyecto Ajedrez". En un año debían tener en el mercado un ordenador personal, construido a base de juntar piezas producidas por otras compañías para poder hacerlo con suficiente rapidez.
Además de la máquina en sí, IBM necesitaba software. Lo principal, el sistema operativo, se lo acabó proporcionando Microsoft. Cumpliendo con los plazos, el IBM PC salió a la venta en agosto de 1981 y sólo con la fuerza de la marca logró convertir al ordenador personal en algo respetable que las empresas podían y hasta debían comprar. Pronto se agotaron y tuvo que cuadruplicar su producción para atender a la demanda. Tanto la máquina como el sistema operativo se convirtieron en el estándar, y sus herederos aún continúan con nosotros, en nuestras casas y nuestras oficinas. Ningún fabricante salvo Apple logró sobrevivir a la estandarización, y la compañía de la manzana lo logró a duras penas.
La lucha encarnizada entre el IBM PC y el Apple Macintosh quedó inmortalizada, además de por la foto de Jobs dedicándole una peineta al logotipo de IBM, por el anuncio que los de Steve Jobs emitieron en la Super Bowl de 1984, dirigido por Ridley Scott y considerado por mucho como el mejor de la historia de la publicidad. En él, el ordenador de Apple era la clave para explicar "por qué 1984 no será como 1984", quedándose IBM y sus estandarizados PC como el "Gran Hermano" contra el que había que luchar.
La reconciliación
El Gran Hermano ganó. Pero IBM no pudo recoger los frutos de su éxito. Al ser su ordenador personal poco más que una amalgama de piezas que cualquier podría fabricar, la parte esencial que permitía llamar PC a un PC era el sistema operativo, el MS-DOS de Microsoft. De modo que quienes se forraron fueron Bill Gates y los suyos. La empresa tuvo pérdidas por primera vez a comienzos de los 90 y decidió abandonar por completo la fabricación de ordenadores personales, centrándose en vender servicios informáticos a las empresas.
Sin embargo, no abandonó por completo el desarrollo de hardware. Aún hoy siguen siendo uno de los principales fabricantes de enormes servidores y centros de datos para empresas. Así, en los 90, llegó el primer acuerdo con Apple para el desarrollo de los microprocesadores PowerPC, que serían los utilizados por los Mac hasta que Steve Jobs regresó a la empresa y en 2005 decidió dejarlos de lado para adoptar los mismos chips de Intel que usan los demás ordenadores. Parece que Jobs e IBM seguían siendo incompatibles.
El acuerdo firmado esta semana parece perfecto para ambas compañías. Apple podrá hacerse fuerte en el mercado empresarial e IBM entrará por la puerta grande en el móvil. Quién hubiera pensado hace 30 años que ambas empresas evolucionarían de un modo tan distinto que resultaran ser tan complementarias.