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El superordenador Watson inventa la receta del pudin de crema y panceta ahumada

IBM está tratando de desarrollar un superordenador que sea capaz de procesar trillones de combinaciones de ingredientes y crear recetas.

IBM está tratando de desarrollar un superordenador que sea capaz de procesar trillones de combinaciones de ingredientes y crear recetas.
Pudin de crema y panceta ahumada. | Flickr/ CC/ IBM Research

Cuesta imaginar un guión de la película Terminator en el que la rebelión de las máquinas comenzara cocinando burritos, pero todo pudo empezar así. En lugar de desatarse el terror entre futuristas máquinas de guerra conscientes de sí mismas, quizá todo empezara con un paso más simple: diseñando recetas creativas.

Hace unas semanas, una máquina inteligente, el superordenador Watson, puso en marcha toda su capacidad cognitiva para inventar por sí misma productos culinarios innovadores y sofisticados, y que sabía que harían las delicias de los comensales, sirviendo a una multitud burritos de chocolate negro con habas de soja, queso edam, carne y albaricoque. Más allá del chiste apocalíptico inicial, un ordenador ha sido capaz de crear. No hablamos de proponer soluciones racionales frente a un problema, sino lo que pudieran ser los primeros pasos del pensamiento original y creativo.

¿Qué hace inteligente a una máquina? El sábado pasado, un programa informático que se hacía pasar por un adolescente ucraniano llamado Eugene Goostman logró engañar a un puñado de jurados. Al superar el conocido como test de Turing, muchos anunciaron la victoria de la inteligencia artificial. Imitar las respuestas de un chaval es un reto importante para un programa, pero los avances de la inteligencia artificial se mueven por derroteros mucho más sofisticados y complejos. Por ejemplo, tratando de que conseguir que una máquina demuestre creatividad.

Una tapa de langosta con albahaca, cerdo crujiente, salsa de azafrán y pimientos del piquillo. Ese plato, tan peculiar como delicioso según los que lo han probado, es la creación de un ordenador. No uno cualquiera, sino el famoso Watson, una supercomputadora desarrollada por IBM capaz de vencer a la ironía y los dobles sentidos —algo tan humano— para ganar un popular concurso televisivo. Esa langosta, junto a millares de recetas más, ha servido para difuminar la frontera de lo que las máquinas no pueden hacer: pensar de forma creativa.

No es un robot de cocina al que volcarle ingredientes en su interior para que devuelva el pudin listo para servir. Al contrario, es el jefe de cocina que inventa sugerentes platos que nunca nadie había hecho antes gracias a sus conocimientos sobre sabores, materias primas, procesos químicos y psicología humana. Lo que pretende Watson no es imitar a cocineros reconocidos, sino innovar. "No estamos tratando de superar el test de Turing de la cocina, sino tratando de inventar nuevas recetas",resumía recientemente uno de los diseñadores de este sistema de creatividad computacional.

El responsable de este equipo de investigadores de IBM, Florian Pinel, explica que aterrizaron en la cocina buscando algún campo en el que se pudiera desarrollar la creatividad de Watson. "Para elaborar un plato hay miles de billones o trillones de combinaciones posibles. Watson las procesa todas y solo escoge las más interesantes", asegura a Materia Pinel, que además de ingeniero de sistemas es diplomado en artes culinarias.

El reto era conseguir que desarrollara una creatividad humana, es decir, evitar que se limitara a ofrecer mezclas de sabores e ingredientes aleatorios y creara soluciones sabiendo que iban a sorprender. El primer paso para alcanzar esa creatividad resolutiva era aprender a cocinar, saber por qué nos gustan determinados sabores o qué hace de la quiche una quiche. "Creamos una base de datos sobre alimentos que contiene alrededor de 30.000 recetas de wikia.com, todo lo que contiene la Wikipedia sobre gastronomía (Watson es capaz de entender lo que lee), así como información acerca de los ingredientes a nivel molecular, información nutricional y estudios sobre la percepción del sabor en el paladar humano", enumera el responsable de este proyecto, que ya ha publicado varios trabajos sobre el experimento (ver referencias), que se mantuvo en secreto por un tiempo.

Después, lo más complejo fue desarrollar los algoritmos que señalan los pasos a seguir para desarrollar ideas creativas: entender cuál es el problema a resolver, acumular conocimiento para afrontarlo, comenzar a sugerir ideas y seleccionar las que funcionen mejor a todos los niveles. Con toda la información con la que cuenta, Watson es capaz de realizar todo tipo de combinaciones para obtener recetas inesperadas a partir de todo lo que sabe. Y de ahí surgieron los burritos de chocolate, el kebab vietnamita de manzana o el pudin de crema y panceta ahumada, el favorito de Pinel: "Aunque lo que más me gusta no es una receta en particular, sino que puedes probar una nueva receta cada vez y nunca repetir la misma dos veces, para el resto de su vida".

Tranquilos, todavía no vuela solo

Lógicamente, Watson ni se pone delantal ni agarra las sartenes. Para poner en práctica sus ideas, los investigadores de IBM han estado trabajando con los cocineros del Instituto de Educación Culinaria de Nueva York (ICE), una de las escuelas de cocina más importantes de EEUU.

En las primeras versiones del experimento, Watson se limitaba a sugerir combinaciones de ingredientes en función de sus conocimientos culturales, psicológicos y químicos, pero sin indicar ni cantidades ni mayores explicaciones en el apartado de la confección de los platos. "Al principio nos centramos en la producción de nuevas combinaciones de ingredientes sabrosos, porque hemos trabajado con chefs y ya sabemos cómo cocinar los platos. Pero estamos agregando algoritmos para generar proporciones de ingredientes e instrucciones más precisas", afirma Pinel.

Por eso, gran parte del reto estaba en manos de los cocineros que debían interpretar las sugerencias de Watson. Esta colaboración creativa entre la máquina y los humanos es uno de los principales valores que defiende IBM de su experiencia: silicio y neuronas trabajando hombro con hombro para innovar. ¿Qué sabor de boca le quedó a los cocineros que tuvieron que hacer de pinches para el ordenador? "Hubo propuestas que parecía que no habría manera de que pudieran convertirse en una receta viable. Sin embargo, a medida que las trabajábamos descubríamos que el plato era delicioso", resume para esta redacción James Briscione, director de desarrollo culinario del ICE y cocinero jefe de los experimentos.

"En algunos casos hemos tenido que trabajar muy duro para lograrlo, a veces tuvimos que realizar ocho o más pruebas distintas con el mismo conjunto de ingredientes antes de llegar a un plato que pudiéramos servir con orgullo. Pero cada propuesta del sistema ha sido un éxito, no hemos fallado nunca", defiende Briscione. Como cocinero, asegura que la receta más sorprendente fue la musaca de panceta con guisantes, pimientos, eneldo y queso suizo; la que más le gustó, la tapa de langosta; y la que más éxito tuvo entre el público, una variante del xuixo catalán con cacao, pimienta negra, leche de coco y miel.

La ciencia de los ingredientes

"Es una herramienta con un valor incalculable como fuente de inspiración y conocimiento en el desarrollo de nuevos platos. Poder acceder a la ciencia que explica que los ingredientes sepan bien juntos es una herramienta increíble que podría ayudar a todo chef a alcanzar nuevos horizontes en sus cocinas", argumenta Briscione.

La intención de IBM es desarrollar líneas de negocio de Watson en estos ámbitos, en los que la creatividad humana se vea mejorada con la de la máquina. Por este mismo motivo, la farmacéutica GlaxoSmithKline se puso en contacto con la empresa tecnológica en cuanto supo de los éxitos del superordenador: en farmacología, como en gastronomía, Watson es capaz de interpretar qué ingredientes funcionarían mejor. Por eso, también se está ayudando a médicos a realizar los diagnósticos, ya que es capaz de tener en cuenta millares de factores que pueden influir en la salud de una persona, mucho más que cualquier médico —salvo el doctor House—.

"Más allá de la industria alimentaria, podríamos utilizar un enfoque similar para ámbitos en los que podamos establecer un paralelismo con las recetas de cocina", adelanta Pinel, "como las industrias que crean nuevos productos a partir de combinaciones de componentes, como perfumes, e incluso para la confección de itinerarios recomendados para viajeros".

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