Google compró Motorola para hacerse con sus patentes en la guerra a varias bandas que hay entre los fabricantes de telefonía y creadores de sistemas operativos móviles a cuenta de la propiedad intelectual. Había cierta curiosidad sobre qué pensaban hacer con la empresa, y temores de que esto pudiera suponer que fabricantes de éxito como Samsung, LG, Sony o HTC huyeran de Android por la competencia de la propia Google a través de Motorola.
Nada de esto ha sucedido, y la dirección por la que ha optado la adquisición de Google ha sido completamente distinta a la de sus competidores. Motorola ha decidido no construir terminales de gama alta con pantallas de cinco pulgadas FullHD, cámara de mil millones de megapíxeles y el interfaz Motoblur para hacerlos más personalizados. Ni el Moto X ni este Moto G van en esa línea. Aunque el primero era un terminal caro que ni siquiera llegó a Europa, no competía en características técnicas con los Galaxy S, Xperia Z o HTC One, intentando diferenciarse de ellos con un Android sin adornos y haciendo bandera del reconocimiento de voz de Google.
Moto G, por su parte, parece una versión recortada del Moto X. Es un móvil sin absolutamente nada que destacar en un titular periodístico. No tiene nada nuevo ni particularmente bueno respecto a los demás excepto una cosa: su precio. Cuesta libre 179 euros su versión de 8GB y 199 la de 16GB. Su procesador Qualcomm Snapdragon 400 y su memoria de 1Gb son poca cosa, pero ahí donde otros se esfuerzan en cambiar el interfaz de Android con software como HTC Sense y similares, Motorola ha optado por optimizar al máximo el sistema operativo para que funcione lo mejor posible con un hardware menos generoso que otros. Y funciona.
Excepto en Estados Unidos, las operadoras de telefonía de casi todos los mercados de los países desarrollados han sufrido un cambio en los últimos años. La tendencia es reducir los precios a costa también de reducir la subvención de los terminales. Eso implica que comprar un móvil de gama alta supone un desembolso fuerte que antes teníamos en buena parte enmascarado en el contrato con la operadora. En ese contexto, no es de extrañar que para muchos el Moto G se haya convertido en el móvil estrella de estas navidades.
Los peros
Para ahorrar costes, el Moto G tiene algunas carencias que pueden suponer un no rotundo para algunos y que quizá son lo primero de lo que hay que hablar, que no es cosa de hacer perder tiempo a nadie. En primer lugar, viene sin cargador de pared, sólo un cable para conectarlo a un USB. Para muchos esto no es un problema, porque como el conector es el microUSB estándar pueden emplear el de su anterior móvil. Pero si no tenemos ninguno, es un gasto extra obligado.
Ni la batería es extraible ni la memoria ampliable mediante tarjetas SD. Para paliarlo, te regalan 50 gigas en Google Drive durante dos años, pero la nube es un pobre sustituto del almacenamiento del propio teléfono cuando no estamos cerca de una red wifi. Además, hay que tener en cuenta que en los 8 gigas de la versión más básica está también el sistema operativo y realmente sólo dispondremos de un 5,5 libres. Tampoco tiene 4G, que es una conexión mucho más rápida que están empezando a ofrecer las operadoras, ni NFC para comprar con él, pero pocos echarán de menos esto último, ya que no es una posibilidad muy extendida en el mundo real.
No obstante, el verdadero punto flaco que sí se nota al usar el Moto G es la cámara de 5 megapíxeles. Pero no por la resolución, porque Apple ha demostrado que se puede hacer una buena cámara con pocos megapíxeles, sino porque es bastante mala incluso asumiendo que es una cámara de móvil y que no va a ser gran cosa. Las fotos con buena luz no saldrán mal, pero por la noche serán bastante lamentables. La calidad del audio al usar auriculares, que por supuesto no se incluyen, no es precisamente extraordinaria tampoco.
Por qué recomendarlo
Hace ya un tiempo que las novedades que se anuncian con los nuevos móviles Android, aunque importantes para las compañías para intentar diferenciarse y captar clientes, no son tan significativas para los usuarios. Al igual que sucede con los ordenadores, para un uso cotidiano no es necesario tener lo último en tecnología, porque nos sobra por todas partes. Basta con que responda con cierta fluidez porque si excluimos algunos juegos, la mayoría de las apps no requieren un móvil tan potente.
Es por esa razón que el Moto G es un móvil para recomendar. La pantalla es extraordinaria. La resolución es 720p, pero al tener un tamaño de 4,5 pulgadas, tiene una densidad de píxeles por pulgada casi idéntica a la del iPhone y se ve realmente bien. Además, al no optar por el tamaño más grande de 5 pulgadas que se está poniendo tan de moda se puede utilizar con una mano sin problemas.
Aunque la publicidad de Motorola, que asegura que las aplicaciones más comunes arrancan más rápido que un Galaxy S4, sea un poco exagerada, lo cierto es que no se perciben retrasos ni hay que esperar para trabajar con ellas. Desde Whatsapp a Chrome, todo funciona rápido y fluido, como debe ser, en un móvil que cuesta menos de un tercio que los de la gama más alta. Incluso juegos exigentes como Asphalt 8 funcionan sin problemas, aunque no cabe duda de que a este respecto el móvil se hará viejo antes que los más punteros.
En cuanto a la batería, como siempre, depende del uso que se haga al teléfono, pero si no se juega o se ven vídeos con él dura dos días sin problemas. Aunque sólo es de 2070mAh, la ventaja de que no sea tan potente como otros móviles es que también consume menos. En definitiva, es un teléfono excelente para lo que cuesta, con características que sólo podremos encontrar a este precio –y con suerte– si buscamos móviles chinos importados en webs extrañas. Y ni aún así. Motorola está logrando en el segmento más bajo del mercado lo que Google ya hace con sus Nexus en las gamas medias y altas: ofrecer un móvil que cuesta bastante menos de lo que supondríamos viendo sus características y usándolo en el día a día.