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Sony α58: no sólo para principiantes

Se trata de un dispositivo apto para todos los públicos y sin reparos.

Se trata de un dispositivo apto para todos los públicos y sin reparos.
La α58 es una buena cámara, sobre todo para su precio. | Sony

Lo malo de encasillar las cosas es que en muchas ocasiones se cae en tópicos que solo llevan a la confusión. Esto no es nuevo y, probablemente, va a seguir sucediendo en el futuro y el mundo de las cámaras fotográficas no es una excepción. La Sony α58 es una cámara muy competitiva, con una prestaciones magníficas y, sobre todo, muy sencilla de usar, algo que se agradece. Así que considerarla para principiantes cae en ese encasillamiento.

Lo primero que llama la atención es la ergonomía; es una cámara fácil de llevar, de agarrar, lo que facilita esencialmente la tarea, ya que esa circunstancia es mucho más importante de lo que en principio podría parecer. A medida que se van haciendo fotos, se nota esa facilidad, acompañada por un peso no excesivo, al menos con el objetivo 18-55 que se incluye en el equipo base, pues se queda en los 492 gramos. Esto se logra gracias al sistema de espejo traslucido de Sony, un sistema que, además, mejora mucho la velocidad de disparo, hasta 8 fotogramas por segundo y permite seguir el objeto a fotografiar.

Se defiende muy bien con poca luz, aunque a partir del ISO 800, con exposición larga, será necesario en casi todas las ocasiones el uso de un trípode por que de lo contrario la foto saldrá movida sin remedio. La sensibilidad se mueve entre el ISO 10 y el 16.000, pero por encima de 3.200 es poco aconsejable porque se genera ruido excesivo.

Es verdad que el cuerpo es de plástico, frente a su precedente la α57 y esto puede disgustar a algunos al dar la sensación de menor solidez. La pantalla trasera es basculante y la visión de la imagen es buena, alternando con el visor electrónico que se activa al acercar el ojo al mismo. El compartimento de la batería se sitúa en la parte baja de la cámara y las de la tarjeta de memoria y otras tomas en las dos partes laterales.

Por supuesto cuenta con la posibilidad de seleccionar escenas como retratos, paisajes nocturnos, macro, escenas deportivas y las fotos que se hacen en la llamada hora mágica, además del modo automático. Los mandos están bien situados y en el modo manual es muy sencillo trabajar: la elección de la velocidad de obturación se hace con una rueda situada en la parte delantera y con esa misma rueda más la tecla (+/-) se cambia la apertura del diafragma. El ISO se selecciona con un botón situado en la parte superior.

En resumen, se trata de una cámara muy agradable que sin ser una réflex en el sentido estricto, es no solo apta para los que se inician, sino también como estupenda compañera de viaje, por su facilidad de uso o segunda cámara con el atractivo añadido de sus 400 euros de precio.

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