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Aumenta el riesgo de sufrir un golpe de calor. Evítelo

El verano ha entrado con fuerza en España. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha activado la alerta amarilla en las provincias de La Rioja, Navarra, Zaragoza, Huesca Teruel, Cuenca, Albacete, Alicante, Valencia, Baleares y Murcia debido a las altas temperaturas que se registrarán.

Según las previsiones de la agencia, en estas siete provincias se alcanzarán máximas de 36 grados centígrados durante el día, excepto en la ribera del Ebro en Zaragoza, donde las temperaturas alcanzarán los 37 grados en las horas más fuertes del día y en Cuenca donde no superarán los 34 grados centígrados.

Con estas temperaturas, es necesario prestar atención a los posibles golpes de calor, frecuentes en esta época del año y muy peligroso para los grupos de riesgo que se exponen en exceso al sol.

Se trata de cuadros médicos graves que se producen cuando el cuerpo es incapaz de regular su propia temperatura y provoca una situación de desajuste térmico. Esta alteración se traduce en un aumento brusco y sostenido de la temperatura interna corporal. Su forma más habitual es la insolación.

Ésta se acompaña generalmente de dolor de cabeza, fatiga, calambres musculares, náuseas, elevación de la temperatura corporal y abundante sudoración. Si se permanece mucho tiempo en este estado sin tomar las medidas oportunas, la piel aparece caliente y seca, se produce taquicardia (aceleración del pulso), adormecimiento y pérdida de conciencia, pudiendo provocar la muerte.

Regulación del calor

Generalmente, nuestro cuerpo tiene la capacidad de regular mediante mecanismos neuroquímicos nuestra temperatura para que se mantenga estable en torno a los 36% Centígrados, tanto si en el exterior hace frío como si hace calor.

La piel y la grasa subcutánea son estructuras muy importantes en este cometido. Su papel se centra en el efecto barrera a la entrada de calor o frío en el cuerpo. También contienen receptores sensitivos de tipo térmico que son los encargados de modular las respuestas neuroquímica.

Otro proceso de nuestro cuerpo para regular la temperatura es la sudoración que permite eliminar calor en forma de gotas de agua y cloro o sodio. La respiración, por eliminación de vapor de agua, sirve también para esta función. La circulación de la sangre es otro de los procesos que se activa automáticamente para regular la temperatura, aumentando o disminuyendo el riego sanguíneo.

Por último el cerebro, a partir delos estímulos sensitivos y circulatorios que recibe produce neurotransmisores pirógenos internos, capaces de aumentar o disminuir la temperatura corporal.

Causas del Golpe de Calor

Cuando estos mecanismos son sobreexpuestos a las altas temperaturas o bien las condiciones de hidratación o circulación sanguínea no son las idóneas, se produce una incapacidad para regular la temperatura y sucede el golpe de calor.

Se produce cuando el organismo produce una cantidad de calor que no es eliminable por los sistemas de refrigeración del organismo (dilatación de los vasos sanguíneos superficiales, sudoración y respiración); ya sea porque la producción de calor corporal es excesiva, porque la temperatura ambiente es muy elevada o bien porque los mecanismos de eliminación de calor no funcionan correctamente, aunque lo más habitual es que sea por la combinación de estos tres factores.

Las temperaturas extremas producen un aumento de la transpiración por la piel (sudor) y evaporación de agua por la respiración. Ello conduce a una pérdida importante de líquidos y de sales minerales que el organismo necesita para funcionar correctamente.

Si las pérdidas de líquido y de sales minerales no se reponen a medida que se van perdiendo, puede sobrevenir una situación de deshidratación, con importantes consecuencias para la salud que pueden ser eventualmente graves.

También el aumento de la temperatura ambiental produce efectos directos sobre la circulación: La sangre venosa se estanca y circula con dificultad. Por su parte, el corazón y las arterias tienen la misma tendencia a dilatarse y a impedir que la sangre oxigenada llegue correctamente a los tejidos.

El calor sofocante también afecta al aparato respiratorio, que no puede recibir todo el oxígeno necesario para una correcto intercambio de oxígeno en la sangre. Todo ello produce una falta de riego y de oxigenación, que puede conducir a un estado de grave fatiga, a desmayos o a situaciones mucho más graves de compromiso cardio-respiratorio, que pueden poner en peligro la vida de algunas personas.

Insolación

Una de las formas más clásicas de alteración de la regulación térmica del organismo se conoce popularmente como insolación y se produce por efecto del calor después de la exposición mantenida al sol, sobretodo durante el verano.

La acción directa del sol sobre zonas vitales del cuerpo, en especial la cabeza, puede producir un sobrecalentamiento del cerebro que conduce a que éste no funcione correctamente. Sería algo parecido a lo que ocurre cuando una persona sufre de fiebre muy alta.

Las horas centrales del día, las altas temperaturas ambientales o los lugares desérticos desprovistos de agua, son los escenarios habituales. Las primeras manifestaciones son de estado confusional en el que concurren situaciones como dolor de cabeza, piel caliente, roja y sudorosa (el no sudar es un signo de alarma), defectos de visión, somnolencia, náuseas, irritación, descoordinación de las extremidades, falta de tono muscular, caída al suelo o convulsiones.

La situación más grave es la entrada en coma, pudiendo producir la muerte si progresa el cuadro. El aumento de la temperatura interna corporal es el responsable del problema; aunque además de la propia hipertermia influyen también todos los factores propios de la exposición a un ambiente muy caluroso, como deshidratación, problemas circulatorios y falta de oxigenación de los tejidos.

Tratamiento

La primera medida es conducir a la persona con golpe de calor agudo a un lugar fresco y fuera del alcance del sol. Dependiendo de su estado, deberá ser conducida inmediatamente a un centro hospitalario (situaciones de coma, convulsiones, estado confusional, importante descoordinación).

Si la persona tiene síntomas leves puede ser de gran utilidad aplicar compresas frías en la zona de cabeza, cuello, tórax, brazos y muslos en un intento de bajar la temperatura interna del cuerpo que ha podido superar los 40-41ºC. Estas medidas son también de gran ayuda en personas en estado de shock mientras son trasladadas a un centro asistencial.

El aporte de líquidos es también fundamental. Si la persona puede ingerir por boca (está consciente) puede administrársele agua u otros preparados con carga iónica (bebidas tonificantes deportivas) existentes en el mercado, y que no sólo cubren las deficiencias de agua, sino que aportan iones y azúcares que pueden corregir la acidosis metabólica que se provoca por exceso de temperatura.

Si el paciente no puede ingerir es preferible no forzarlo, dado el riesgo de que "trague mal" y aspire a los pulmones el líquido. En cualquier caso, dar líquido poco a poco y a temperatura ambiente: Evitar usar bebidas muy frías o ingestiones muy abundantes de golpe.

Si el estado de shock se ha presentado (paciente obnubilado o en coma, con la piel caliente, roja y seca) será necesario administrar líquidos e iones vía venosa (sueros), siendo el traslado a un hospital la medida más importante una vez estabilizado el paciente, ya que si progresa el cuadro sin tratamiento adecuado se trata de una situación potencialmente mortal.

También es conveniente investigar si la persona padece alguna enfermedad que pueda esta participando en el shock (cardio o broncopatía, diabetes u otras). El mantenimiento de la permeabilidad de la vía respiratoria y de las funciones cardio-circulatorias puede ser necesario en los casos más graves. El traslado a un centro hospitalario debe hacerse lo antes posible al margen de la ayuda que pueda prestarse al paciente en su traslado.

Descompensación por Calor

Las altas temperaturas mantenidas del verano pueden afectar a las personas más vulnerables. Los niños, sobretodo los más pequeños, son muy sensibles a sufrir daños por estar expuestos a las altas temperaturas sin cuidado.

Los ancianos también. Ello se debe a la facilidad que tienen para deshidratarse, la poca capacidad para compensar la deshidratación y, en el caso de los ancianos, la frecuente presencia de enfermedades metabólicas, pulmonares y cardiacas asociadas.

La diabetes, la insuficiencia cardiaca, la bronquitis crónica (asma, EPOC), la insuficiencia renal o hepática, y las enfermedades nerviosas crónicas son las situaciones que pueden verse descompensadas fácilmente por el calor. Si los pacientes ya no gozan de un buen estado de salud y tienen las funciones circulatorias o pulmonares comprometidas, pueden empeorar súbitamente si aumentan de forma brusca las temperaturas y no tienen defensa ante ello.

La pérdida de líquidos por transpiración (sudor y respiración) conducen a la deshidratación si no se reponen las pérdidas bebiendo abundante agua mientras se está expuesto al calor. La deshidratación significa falta de líquido, sangre más espesa y menos cantidad circulante, con menor aporte de oxígeno a unos órganos que ya están al mínimo en condiciones normales.

La falta de iones (sodio, cloro y potasio) conducen al edema cerebral, lo que produce estados confusionales y tendencia al coma (pérdida de conocimiento). Además la circulación se enlentece con el calor, lo cual es especialmente nocivo en pacientes enfermos. La respiración en ambientes sofocantes no es fluida, lo que impide ventilar bien los pulmones y oxigenar bien la sangre, cuestiones también peligrosas para personas cuya salud habitual ya no es muy buena.

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