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Descubre las enfermedades mas habituales en otoño

La llegada del otoño y sus bajas temperaturas hacen aparecer determinadas enfermedades. ¿Cuáles son las habituales? ¿Cómo pueden curarse?

Pixabay/CC/myshoun

El otoño es la época del año en la que se va pasando, poco a poco o del tirón, del bikini y la toalla a los pantalones largos y abrigos.... además trae consigo el caer de las hojas de los árboles, días lluviosos y algunas enfermedades. El motivo de que aparezcan determinadas enfermedades son los días más fríos y húmedos que afectan a la salud haciendo que ciertas enfermedades sean más comunes durante esta temporada.

Hay que recordar que en esta época del año, los días se hacen más cortos y se empeora el humor de las personas debido al gris que inunda los días. La salud, a la par que las hojas de los árboles, pierde fuerza. Pero, ¿a qué nivel? Existe un conjunto de enfermedades que forman parte del ideario clásico de esa época y reviven con la llegada del frío. Los virus respiratorios son los primeros que se vienen a la cabeza, de hecho generalmente, el moqueo, la tos o los estornudos hacen de banda sonora durante estos meses. Los principales grupos de riesgo son niños bebes, embarazadas y los mayores de 65 años.

Pero, ¿por qué aparecen algunas enfermedades en otoño? Porque el otoño se caracteriza por temperaturas más amenas, baja de la humedad del aire y una mayor concentración de contaminantes, factores que favorecen el aumento de enfermedades respiratorias durante esta estación. ¿Pueden prevenirse? Si, con unos sencillos trucos:

Enfermedades características del otoño

Cuando se pasa del calor intenso a la bajada de las temperaturas, los resfriados hacen acto de presencia. Normalmente se debe a que durante las primeras horas de la mañana y por la noche hace más frío mientras que en las horas centrales del día sigue brillando el sol. Pero, ¿cuáles son sus síntomas? Congestión nasal, tos, dolor de garganta y fiebre leve. Y, para prevenirlo, es fundamental lavarse las manos con frecuencia y evitar el contacto cercano con personas enfermas.

Por su parte, la gripe es otra de las enfermedades comunes en otoño. Los síntomas son similares al resfriado, pero más intensos, e incluyen fiebre alta, dolores musculares y fatiga. La vacunación anual contra la gripe es la mejor forma de prevenirla.

Aunque las alergias suelen asociarse a la primavera, en otoño también pueden ser comunes debido a la proliferación de ácaros del polvo, moho y ciertos tipos de polen. Los síntomas incluyen estornudos, picazón en los ojos, goteo nasal y tos. Además, la caída de las hojas y la humedad favorecen el crecimiento de hongos que también pueden desencadenar reacciones alérgicas. Por ello, para prevenir las alergias, hay que mantener las ventanas cerradas y utilizar filtros de aire. Una vez han aparecido los primeros síntomas, los antihistamínicos pueden ayudar a aliviar los síntomas.

El asma puede agravarse en otoño debido a la mayor exposición a alérgenos y al aire frío. Esto puede desencadenar ataques de asma o hacer que los síntomas empeoren, por lo que es importante que las personas asmáticas sigan su tratamiento de manera rigurosa durante esta temporada.

La bronquitis suele ser una complicación de infecciones respiratorias previas, como el resfriado o la gripe. Se caracteriza por la inflamación de los bronquios, lo que provoca tos persistente y dificultad para respirar. Los síntomas más comunes de esta condición son la tos, la expulsión de moco de color transparente-blanquecino, la fatiga y la sensación de falta de aire. La exposición al frío y los cambios en la calidad del aire durante el otoño pueden empeorar los síntomas. También cabe destacar que puede ser aguda (de corta duración) o crónica (se extiende por más de 3 meses).

La bronquitis aguda suele ser causada por el catarro o la gripe. Por otro lado, el mayor factor de riesgo para el desarrollo de la variante crónica es el tabaquismo. El tratamiento depende mucho del agente causal, si bien el uso de antitusivos y otros medicamentos puede ayudar a reducir la frecuencia e intensidad de las toses.

Este cuadro cursa con una inflamación de los bronquiolos, las ramificaciones más pequeñas que surgen a partir de los bronquios. Es frecuente en niños pequeños y bebés y casi siempre es causada por infecciones víricas. El principal sospechoso en todos los casos es el virus sincitial respiratorio, perteneciente a la familia de los paramixovirus. La bronquiolitis suele durar de 2 a 3 semanas y se requiere atención en el hogar con cuidados de apoyo para minimizar los síntomas.

La sinusitis es la inflamación de los senos paranasales y puede ser causada por infecciones virales o bacterianas. Los síntomas incluyen dolor de cabeza, presión en la cara y congestión nasal. Esta enfermedad es consecuencia de varias de las entidades clínicas más comunes del otoño. Es decir, que ocurre como resultado de la reacción inflamatoria de una infección por virus, hongos o bacterias.

Igual que la bronquitis o la bronquiolitis, la sinusitis puede ser aguda (de corta duración) o crónica, con sintomatología durante al menos 12 semanas. El agente causal suele ser vírico, por lo que se desaconseja el uso de antibióticos a menos que lo recete un profesional. Los aerosoles y los corticoides nasales pueden ser de gran ayuda para disminuir la sintomatología.

La faringitis es la inflamación de la garganta y puede ser causada por infecciones virales o bacterianas. Los síntomas incluyen dolor de garganta y fiebre. El tratamiento depende de la causa y puede incluir antibióticos para infecciones bacterianas o cuidados sintomáticos para infecciones virales.

La otitis es una infección del oído que puede presentarse en otoño. Los síntomas incluyen dolor de oído y fiebre. El tratamiento puede incluir antibióticos si es bacteriana, o solo control sintomático si es viral.

La neumonía es una infección pulmonar que puede ser causada por: Virus, bacterias u hongos. Los síntomas incluyen fiebre, escalofríos, sudoraciones, tos con flema o dolor torácico que se incrementa al respirar. También dolores musculares o de cabeza, debilidad y hasta de apetito. De hecho, existen un grupo de bacterias y virus que produce neumonía, el streptococcus pneumoniae. Esta enfermedad no solo es un cuadro con efecto respiratorio-pulmonar, sino que el estreptococo neumonía o el neumococo puede dar afectaciones sistémicas de tal calibre que terminen en amputaciones o meningitis.

Se trata de la enfermedad inflamatoria crónica de la piel más frecuente durante la infancia, aunque también está presente en la adolescencia y adultos. Se caracteriza por piel seca y sensación de picor. Afecta a entre el 5 y el 20 % de la población general, y está entre las diez primeras causas de visita a la consulta de un dermatólogo. Concretamente, la dermatitis atópica es una afectación muy sensible a los cambios de temperatura, por lo que se agrava en épocas como el otoño o la primavera. Las bajas temperaturas aumentan la irritabilidad de la piel, pero el calor tampoco es beneficioso. Al provocar una mayor sudoración, produce cambios en el pH del sudor, aumenta la alcalinidad y con ello el crecimiento bacteriano, la irritación y el prurito.

El control de la enfermedad en primera instancia consiste en el cuidado de la piel. El motivo es que la piel seca produce más prurito, y eso a su vez hace que uno se rasque más. Esto puede cronificar la dermatitis a la larga. Es por eso, que mantener la piel hidratada ayudará a sobrellevar mejor los brotes, disminuir el picor y acortar el proceso.

Las enfermedades reumáticas tienen una alta prevalencia entre la población, y se estima que en España afectan a una de cada cuatro personas mayores de 20 años. Es habitual que los pacientes refieren un empeoramiento del dolor en sus articulaciones cuando el otoño marca su comienzo en el calendario, lo que se suele justificar por el incremento de la humedad, las lluvias y la bajada de temperaturas. ¿Tiene sentido? Algunos estudios encuentran alteraciones debido a los cambios de presión atmosférica que se producen, sobre todo, en otoño y primavera. Parece ser que en las articulaciones hay unos receptores de presión que notan esos cambios, se activan y liberan unas sustancias que actuarían sobre los receptores del dolor.

Sin embargo, la evidencia científica no prueba esta relación al completo, pero tiene una parte de razón. Con el frío las personas se mueven menos, las articulaciones están más anquilosadas y los músculos más contraídos. Y eso hace que la articulación entre menos en calor. Si hubiese calor, estaría más oxigenada debido a la circulación sanguínea, y con ello, se produciría una reducción de la sensación del dolor,de la misma forma que el frío puede la incrementaría. Es decir, con bajas temperaturas la musculatura está más contracturada, el movimiento es menor, lo que deriva en una vasoconstricción en el organismo y en la piel, lo que conduce menos sangre a la articulación. Por tanto, el frío y la humedad pueden tener su parte de culpa.

No obstante, algunas enfermedades reumáticas tienen un componente inmunológico y hay factores que pueden alterar el sistema inmune y favorecer en determinados momentos los brotes. Así las cosas, el mal tiempo y el dolor forma parte de la cultura popular, de la idiosincrasia, pero no tiene que corresponderse con la realidad. Por ejemplo, la artrosis progresa en función de la degeneración y sobrecarga que tenga una articulación, más que por la consecuencia temporal. Además, hay que tener en cuenta que el dolor es subjetivo, y la autopercepción de la salud también.

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