María González tenía 51 años cuando fue ingresada por paro cardiaco en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. Había ido a trabajar ese día con normalidad, pese a sentir molestias desde el día anterior "en la boca del estómago", a las que no dio importancia. Por la noche empezó a sentirse muy mal, "con un dolor en el pecho" que "no aguantaba". Se lo dijo a su marido y llamaron a una amiga enfermera. A partir de ahí, no recuerda nada: según lo que le contó su esposo, se desplomó en el salón y comenzó a convulsionar. María tuvo la fortuna de que su amiga contactó con otra conocida, enfermera, que vivía cerca de su domicilio y que le hizo un masaje cardiaco durante los 25 minutos que tardó la ambulancia.
Ya en el hospital, estuvo en la UCI en coma inducido e intubada. A los 20 días pasó a planta y tras dos stent, fue dada de alta sin secuelas. El 4 de diciembre sufrió la parada por un infarto y según recuerda en el relato que le hace a LD, en Nochevieja estaba en casa "tomándose las uvas".
El caso de María es extraordinario porque, como recuerda, "no falló nada en la cadena de supervivencia". La enfermera que la atendió en un primer momento "se abalanzó" sobre ella, detectó la parada y actuó con rapidez. En el hospital, cuenta emocionada, "le salvaron la vida".
En España, se producen cada año 52.300 paradas cardiacas, de las que el 57% se producen fuera de un centro hospitalario y sólo 4.000 de ellos llegan con vida al hospital. De estos, el 62% sobrevive, pero el 31% de ellos lo hace con secuelas neurológicas. Para tratar de mejorar esas cifras y lograr que sean más los que se recuperen plenamente de un paro cardiaco, dos sociedades médicas, la de Cardiología y la de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias han lanzado un proyecto para poner en marcha en los hospitales españoles unidades certificadas de resucitación cardiaca, capaces de mejorar la atención de estos pacientes según los últimos criterios médicos y mejorar su pronóstico al alta.
Según recuerdan desde la SEC, de entre los pacientes que logran llegar con vida al hospital, "las posibilidades de daño cerebral son muy altas". Por ello, estiman que una adecuada gestión hospitalaria tras la parada "puede reducir de forma significativa el daño cerebral en los pacientes".
Entre las medidas que se contemplan para esas unidades de resucitación cardiaca están la evaluación de un posible cateterismo, evitar la hipotensión y, según cuenta a LD Ricard Ferrer, jefe de servicio de Medicina Intensiva del hospital Vall d’Hebron de Barcelona, el control de la temperatura. Según explica el también miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, en el periodo de tiempo durante la parada cardiaca no hay flujo de sangre al cerebro o es "muy pobre" y se produce un sufrimiento en las neuronas "por falta de oxígeno". "La temperatura baja es neuroprotectora", por lo que en el hospital es fundamental "tener la temperatura controlada (que no suba de 36 grados) o incluso mantener al paciente en hipotermia, con una temperatura de hasta 33 grados, como se hizo en el caso de María. "Así se favorece la recuperación del paciente porque se reduce el daño cerebral", explica.
Ambas sociedades estiman que poner en práctica estas unidades podría evitar que 235 pacientes salieran cada año del hospital con daños neurológicos graves. En su trabajo, en el que piden a Sanidad la puesta en marcha de un proyecto nacional, han valorado también el impacto económico que tendría para el sistema de salud la reducción las secuelas.
Formación en los colegios
En la semana en que se ha celebrado el Día Mundial de la Parada Cardiaca, Ferrer también recuerda la importancia de una atención rápida en caso de parada fuera del hospital: es fundamental que se realice reanimación cardiopulmonar dentro de los 3 o 4 minutos posteriores. En su opinión, la formación sobre una atención básica ante paradas cardiacas "debería ser parte del currículum en las escuelas" así como la existencia de desfibriladores en lugares de gran concentración de personas. Si el paciente tiene la suerte de contar con acompañantes capaces de atenderlo y de herramientas para reanimarlo, "será mucho más recuperable" y sin secuelas.
María, tres años después de la parada, cuenta a LD que hoy por hoy sus secuelas se limitan al corazón y al tratamiento que toma desde entonces. No sufre ninguna secuela neurológica, no sufrió consecuencias en su movilidad y continúa con su vida y trabajando.