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El timo del dióxido de cloro: "Es lejía, un veneno para el organismo"

El doctor en Ciencias Químicas Bernardo Herradón explica para LD cómo funciona el CDS: "genera radicales libres" que "provocan la muerte celular".

Andras Kalcker, máximo referente mundial del dióxido de cloro. | ANDREAS KALCKER

"El dióxido de cloro no cura, no mata al virus (Sars-Cov-2) y es muy perjudicial para la salud", así de contundente es Bernardo Herradón, Doctor en Ciencias químicas e investigador del Instituto de Química Orgánica General del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en referencia al consumo de esta sustancia por parte de los miembros de la "secta antivacunas".

Para él, no hay duda, esa es la denominación que más se ajusta a "la manera de moverse, de reaccionar, el colectivismo... Cuando se pone sobre sobre la mesa la realidad de este producto químico, actúan como si estuviéramos atacando una fe religiosa", explica en declaraciones a Libertad Digital.

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"Los datos son claros, el dióxido de cloro es un veneno para el organismo", señala el investigador del CSIC. "Tiene una utilidad práctica, pero la tiene en nuestro ámbito, que es la desinfección de aguas, por ejemplo. Pero no para tratar a seres humanos". Pertenece al grupo de "lo que llamamos compuestos clorados, comúnmente lejías". Es decir, "sustancias químicas en disolución acuosa, que generan cloro activo, cloro, cloro reactivo".

Según explica Herradón, "el cloro es un agente oxidante y halogenante. Y el dióxido de cloro, como tal, también. Genera radicales libres, que atacan a las proteínas, a los ácidos nucleicos, a las enzimas que están en nuestras células... Y provoca muerte celular. Es decir, que son tóxicos".

Pertenece al grupo de las lejías

El doctor en Ciencias Químicas ratifica -por tanto- lo que les venimos contado en LD, a través de distintos reportajes: el dióxido de cloro, también llamado CDS (por su nomenclatura en inglés, Chlorine Dioxide Solution), es "químicamente, una lejía". Aunque algunos gurús antivacunas lo recomienden como remedio polivalente para curar todo tipo de enfermedades y patologías, desde el cáncer al coronavirus, sin revelar la verdadera naturaleza del producto.

Como explica Bernardo Herradón, "es una sustancia química que tiene una aplicación industrial como agente bactericida y desinfectante en el tratamiento de aguas" fundamentalmente. "Se suele utilizar en un primer tratamiento cuando se trata de coger agua impura, por ejemplo de las cloacas, y llevarlas a la purificadoras".

Su composición: "dos átomos de oxígeno y un átomo de cloro". Es decir, "químicamente una lejía. Una sustancia química muy sencilla, que se conoce hace muchísimo tiempo y que es similar a lo que toda la vida hemos conocido como lejía, que es el hipoclorito sódico".

La polémica de la nomenclatura

Por si ha quedado alguna duda, cabe subrayar que por un lado tenemos lo que para la química son las "lejías" y por otro lo que hemos comprado "toda la vida" en el supermercado como lejía. Ahí está el matiz. No obstante, el resultado es el mismo: un producto no apto para el consumo humano.

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Como explica el experto, "el cloro, por su posición en la tabla periódica, tiene muchas valencias. Puede formar muchos óxidos, y también lo que se conoce como oxiácidos. En la nomenclatura de la química inorgánica, puede combinarse con el oxígeno en muchas proporciones". De manera que "el hipoclorito sódico, tiene un átomo de cloro y un átomo de oxígeno, y el dióxido de cloro tiene un átomo de cloro y dos átomos de oxígeno. Pero, básicamente, su modo de actuación es el mismo". Por eso, comparten fin. "Suelen ser desinfectantes", espeta.

Prohibido para el tratamiento humano

Llegados a este punto, el científico quiere ser muy tajante: "No está permitido ningún tipo de tratamiento directo sobre nuestro cuerpo con este tipo de compuestos. Ni con la lejía, ni con el hipoclorito sódico ni con el dióxido de cloro... No está permitido, está prohibido".

Se trata de productos tóxicos. Tanto es así, recuerda, que "se recomienda usar guantes" cuando se manipulan este tipo de sustancias. Incluso con "la lejía que nos venden en la tienda", que es "una disolución muy diluida de hipoclorito sódico". Aún así, si nos salpica "hay que lavarse con agua rápidamente".

Para Herradón, "es inadmisible que alguien lo ingiera o le dé un uso tópico, porque es un veneno y bastante peligroso", insiste, "es muy tóxico".

Además, los curanderos y líderes antivacunas que recomiendan el dióxido de coloro, en cualquiera de sus presentaciones, "no han hecho ningún estudio clínico".

El investigador del CSIC advierte de la peligrosidad de consumir estos productos. Aunque nos digan que han estudiado protocolos de administración, "lo hacen para dar sensación de seriedad, apariencia de medicamento. Pero no lo es". Precisamente, "la dosis y la vía de administración es una de las partes más importantes de los ensayos clínicos". Y ellos "no los han hecho, todo es invención", exclama.

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El negocio de la desesperación

Para el experto, es innegable que "los que llevan este negocio están ganando mucho dinero". "El cloro es una sustancia química muy barata, prácticamente un poco más cara que la lejía comercial" y "el precio al que venden el dióxido de cloro a estos fanáticos seguidores, es muy alto".

Herradón insiste en la percepción de que estos grupos actúan "como una secta". De otra manera, nadie creería que una sustancia puede "curar enfermedades neuronales como el autismo", que además es "multifactorial".

Jim Humble, descubridor del MMS (CDS) y fundador de la 'Iglesia Génesis II de la Salud y la Sanación".

Esto se ve muy claro con los enfermos de cáncer. "Esta gente se aprovecha de que están muy desesperados", explica, "la radioterapia y la quimioterapia son duras" y "a veces el cáncer está tan avanzado que los médicos les dan por enfermos terminales. Se agarran a cualquier cosa". La conclusión es sencilla: "Es un timo".

De ahí la importancia de "desmantelar a estos farsantes" cuanto antes, advierte. "Muchas veces pensamos, pues allá ellos si se dejan engañar" pero hay que tener en cuenta que "además de las muertes, que son muy tristes" pueden "provocar enfermedades crónicas que luego tenemos que aliviar en nuestros centros de salud".

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