Llega el ansiado verano, el calor, las buenas temperaturas; pasamos más tiempo al aire libre, nos vamos de vacaciones, de viaje. En consecuencia, alteramos nuestras rutinas, horarios y, en definitiva, nuestro plan de alimentación diario, pudiendo llegar a provocar un desorden o descuido nada beneficioso para nuestra salud.
No obstante, y según defiende la dietista-nutricionista del Hospital La Luz de Madrid Cristina Ortega, el verano puede ser una buena época para mejorar tu alimentación: "Con el calor apetece comer menos copioso, pero existe una gran variedad de alimentos de temporada, de productos frescos, que pueden hacer que tus platos sean más apetecibles y menos aburridos".
Con ello, esta experta de Quirónsalud nos enumera los tres principales aspectos relacionados con la alimentación que en su opinión no debemos desatender, a pesar de ese ‘desajuste’ en nuestros horarios y rutinas.
En primer lugar, reconoce que todos en verano tendemos a realizar una mala cobertura de los nutrientes, es decir, al cambiar de aires y con las vacaciones y el buen tiempo generalmente cambiamos el chip, de forma que la población tiende a comer menos, llegando en algunos casos a provocar pérdidas de peso.
"El apetito puede verse disminuido debido a las altas temperaturas, pero, además, el organismo necesita energía constantemente para mantener la temperatura corporal correcta. De esta misma manera, el verano demanda menos energía para regular su temperatura corporal", afirma Ortega.
Además, advierte de que con esta baja ingesta y al decantarnos por los alimentos rápidos por pereza, muchos nutrientes muy importantes se encuentran carentes en estos meses de verano: "Es el ejemplo de algunas vitaminas, como la A y la C. Una muy buena fuente de estas se encuentra en frutas y verduras".
A juicio de la experta de Quirónsalud, para cubrirlos correctamente es importante llevar una alimentación sana y equilibrada en esta etapa "tan complicada" por viajes, desregulación de horarios y por el latoso calor.
El valor de los productos de temporada
De gran ayuda en este sentido pueden servir las frutas y verduras, productos que por ser de temporada conservan todos sus nutrientes al estar en el punto óptimo de maduración, al tiempo que gozan de un sabor más intenso, entre otras ventajas.
"Entre las frutas de temporada tenemos las siguientes: albaricoque, melocotón, breva, sandía, melón, ciruela, cereza, frambuesa, aguacate, plátano, nectarina. Entre las verduras de temporada tenemos: calabacín, calabaza, cebolla, judías verdes, nabo, lechuga, pepino, rábano, remolacha, tomate, zanahoria", detalla la dietista-nutricionista.
Además, si no comemos bien, no seguimos una pauta de alimentación saludable, Ortega indica que corremos el riesgo de no cubrir las necesidades hídricas que nuestro cuerpo necesita.
De esta manera, la deshidratación es el segundo de los principales problemas que aparecen durante el verano, pudiendo acarrear una alteración en el balance de las sales minerales o de los electrolitos de nuestro cuerpo. "La correcta cobertura de hídrica es fundamental, por ello, asegúrate de estar consumiendo un mínimo de 2 litros de agua al día", asevera la especialista del Hospital La Luz.
Dicha ingesta de líquidos dice que no sólo se obtiene a través del agua; si no que, además, en estas fechas de altas temperaturas el cuerpo demanda alimentos frescos: "Una muy buena forma de poder garantizar esta cobertura puede ser a través de caldos fríos, lácteos, infusiones, e incluso a través de las frutas".
A su vez, la experta en nutrición mantiene que, si la ingesta de agua siempre te ha supuesto un problema o te aburre, una buena forma de potenciar su consumo puede ser añadiendo saborizantes naturales al agua, o a través de la adicción de rodajas de limón, de pepino, e incluso de naranja. "Y lo más importante, intenta no abusar del consumo de alcohol", apostilla.
Cuidado con las intoxicaciones alimentarias del verano
En último lugar, Cristina Ortega llama la atención sobre el problema tan frecuente de las intoxicaciones alimentarias de los meses de verano, consecuencia, según prosigue, de que el calor no controlado en un alimento puede desencadenar la alteración y proliferación de organismos patógenos en dicho alimento, que después ingerimos.
Ejemplos de ello, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición – AESAN –, serían la salmonelosis y la hepatitis A; intoxicaciones por ingestión de toxina preformada, el botulismo y la gastroenteritis por enterotoxina estafilocócica; y de las parasitosis, la triquinelosis y la anisakiasis.
En este sentido, la especialista de Quirónsalud enumera algunas medidas a tener en cuenta sobre las intoxicaciones alimentarias:
- No romper la cadena del frío.
- Controlar la correcta conservación de alimentos, sobre todo los depositados en la sobremesa largas horas que puedan ser sensibles al calor.
- Consumir agua potable.
- Lavar bien las verduras frescas y las piezas de fruta que vayan a ser consumidas con piel.
- Mantener los alimentos sensibles al calor en el congelador/frigorífico a las temperaturas aconsejadas.