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Desarmando a los antivacunas contra la covid: bulo a bulo

Dos expertos en coronavirus, José Jiménez y Alejandro Pascual, desmontan la campaña de desinformación lanzada en redes contra los fármacos.

Vacunas contra la covid autorizadas en Europa. | EUROPA PRESS

Los bulos sobre las vacunas siempre vuelven... Reformulados, reconvertidos, actualizados y hasta memetizados (convertidos en meme), pero vuelven. Los antivacunas ya no saben qué inventar sobre los sueros que nos protegen —según reconoce la OMS— de una veintena de enfermedades, algunas de ellas potencialmente mortales hasta la aparición de los fármacos que las combaten. Es el caso del tétanos, la tosferina, la gripe, el sarampión... Y ahora la covid, patología que causa el Sars-Cov-2. Un nuevo coronavirus cuya propagación ha generado una pandemia y ya se ha cobrado más de 3,5 millones de vidas en todo el mundo.

Como contamos en LD hace unos días, el caso del movimiento contrario a las vacunas contra la covid es curioso, ya que es la primera vez en la historia que nace antes que el propio suero. La campaña de desinformación contra los distintos fármacos autorizados en Europa ha sido brutal. El Instituto Balmis de Vacunas ya advirtió de que esto ocurriría. Las mentiras que han circulado sobre las vacunas y los efectos secundarios de su administración han sido numerosas y variopintas. En este reportaje, desmontaremos cada una de ellas, con la colaboración de dos expertos en coronavirus:

José Manuel Jiménez Guardeño, investigador en el Departamento de Enfermedades Infecciosas del King’s College de Londres. Licenciado en Biología por la Universidad de Málaga. Máster en Biomedicina Molecular y Doctor en Biociencias Moleculares por la Universidad Autónoma de Madrid. Realizó su tesis doctoral en el laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) donde obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado. Ha realizado aportaciones fundamentales al conocimiento de la respuesta inmune y los mecanismos de patología viral de diversos virus emergentes, incluyendo el SARS-CoV-1, el SARS-CoV-2, el VIH y el virus de la gripe. Esta información ha permitido el diseño de estrategias de protección frente a estos virus, mediante el desarrollo de vacunas y tratamientos antivirales.

Alejandro Pascual, de la unidad de investigación del Hospital La Paz de Madrid, donde estudia la patología covid-19 en pacientes sépticos (gravedad severa de la infección) y su posible predicción así como potenciales nuevos tratamientos, en el equipo del investigador Eduardo López Collaz. Doctor en Bioquímica, biología molecular y biomedicina por la Universidad Autónoma de Madrid, especializado en virología de los coronavirus en el grupo de investigación de Luis Enjuanes, donde trabajó en el desarrollo de candidatos a vacuna para coronavirus y realizó sus tesis, sobre interacción molecular de coronavirus con el sistema inmunitario del hospedador y el desarrollo de una vacuna, que le valió el Premio SYVA 2021.

Entremos en materia. El objetivo de no es otro que el de arrojar luz sobre cada uno de los sombríos argumentos usados por los contrarios a las vacunas contra la covid, basándonos en la evidencia científica.

Sobre el rápido desarrollo del fármaco

Trabajadores de un laboratorio en busca de una vacuna contra la covid.

Uno de los bulos más extendidos sobre la vacuna contra la covid es que se ha conseguido tan rápido porque se han saltado fases, protocolos... En definitiva, que no ha pasado todos los controles. Y por eso —dicen— no es segura. Nada más lejos de la realidad.

"La velocidad a la que se han diseñado, fabricado y administrado las primeras vacunas contra la covid-19 ha sido un hito sin precedentes en la historia de la ciencia pero eso no significa que se haya hecho mal. La realidad es que se han cumplido todos los protocolos y fases habituales en estos procedimientos. Estos documentos son públicos y los puede consultar cualquiera", señala José Jiménez.

Para empezar, las vacunas se han desarrollado tan rápido porque la familia de los coronavirus no es nueva para el hombre. "Afortunadamente tenemos muchos datos sobre cómo funcionan", explica el investigador del King’s College de Londres, "ha ayudado a saber —por ejemplo— que la proteína S del virus es una buena candidata a vacuna, porque induce una buena respuesta inmune en comparación con otras proteínas del virus".

Además, se están usando prototipos de vacunas ya existentes. "No partíamos de cero, las vacunas de ARN mensajero o las basadas en adenovirus llevan estudiándose décadas", advierte el experto en coronavirus.

La única diferencia entre el desarrollo del fármaco contra la covid y otras vacunas es que algunas fases clínicas —que normalmente son secuenciales— se han solapado, para ganar tiempo. Como explica Jiménez, "esto no significa que las distintas fases se hayan acortado, significa que por ejemplo las fase 1 y 2 se han hecho casi en paralelo, para obtener la dosis ideal de la vacuna y caracterizar la respuesta inmune".

En este punto, también habría que hablar de la financiación, tan importante para la ciencia en general y el desarrollo de las vacunas en particular. El suero contra la covid "ha tenido una inversión económica sin precedentes, tanto de instituciones públicas como privadas", asevera el biólogo malagueño. Y, para más inri, "ha sido muy fácil encontrar voluntarios para las distintas fases clínicas".

"El hecho de ser una situación de emergencia internacional ha hecho que se haya realizado una inversión económica y de recursos humanos sin precedentes en la historia de la ciencia. Esto ha acelerado el proceso, añade Alejandro Pascual. Hay que lanzar un mensaje de tranquilidad a la población, "estos ensayos han sido analizados por organismos de diferentes países, y sin sesgo". Prueba de ello es que "las vacunas que no han cumplido con los estándares de viabilidad, no han superado las fases y no han llegado al público".

Totalmente falso. Las vacunas autorizadas en Europa (Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen) se encuentran en fase 4, lo que se conoce como fase de farmacovigililancia.

"Es la fase normal que tiene lugar después de la comercialización de cualquier vacuna o medicamento. El objetivo de ésta es monitorizar los posibles efectos secundarios o adversos de la vacuna, sobre todo los más raros", explica José Jiménez.

"Hay que tener en cuenta que desde que empezaron las distintas fases clínicas hace un año, ya se han administrado más de 1.000 millones de dosis de las distintas vacunas en todo el mundo. Su efectividad y seguridad están más que demostradas", añade.

Como señala Alejandro Pascual, "las vacunas son experimentales cuando están en su fase preclínica. Es decir, en animales. Lo que sería una fase 0". Aunque, fantasea, "podría comprar el argumento incluso en las fases 1 y 2, que son las de seguridad y dosis tolerada, pero no después". Y es que "una vez han superado estas fases, ya son -en efecto- seguras". El motivo: "La fase 3 estudia su eficacia".

A este respecto, el bioquímico quiere dejar claro: "Como cualquier fármaco, cuando una vacuna está en fase 4 ya está aprobada para su comercialización y no es experimental". Tanto es así que "muchísimos medicamentos de los que consumimos, en nuestro día a día, siguen en fase 4 o de farmacovigilancia. Se notifican efectos secundarios durante años a las agencias reguladoras (que los recogen, estudian y notifican) para un mayor control sobre nuestra seguridad, como se ha hecho siempre".

En cuanto a los componentes

Laboratorio de bioseguridad 3 para la investigación de vacunas en la Universidad de Navarra.

Falso y fácil de desmentir, puesto que "las distintas compañías que las fabrican, e incluso la FDA, han hecho públicos y en varios idiomas todos los componentes de las distintas vacunas, como si de una lista de ingredientes se tratara", señala José Jiménez.

Aquí pueden consultar los componentes de las cuatro vacunas autorizadas por la EMA, para su administración en Europa: Pfizer, Moderna, Astrazeneca y Janssen.

Como señala Alejandro Pascual, "hay mucha desinformación con respecto a los procedimientos de regulación, ensayos y acreditación de componentes de las vacunas". Pero hay que dejar claro que "está altamente regulado por todas y cada una de las agencias correspondientes: la FDA, la EMA y la AEMPS. Todas ellas establecen una normativa estricta y de obligado cumplimiento con respecto a la comunicación de los componentes de las vacunas, ya sean activos o simplemente soporte".

Es decir, que en la ficha técnica de la vacuna "deben constar la composición cuantitativa y cualitativa, la forma farmacéutica, posibles interacciones y contraindicaciones y el perfil de seguridad. Todo ello detallado", advierte el investigador de La Paz. Por tanto, "es imposible que una vacuna reciba la aprobación de una de estas agencias sin declarar públicamente todos sus componentes y demostrar que no son nocivos para la salud pública. No pueden ser secretos en ningún caso".

Ni rastro de ella en la lista de componentes de las vacunas contra la covid. No obstante, tampoco tendría nada de peligroso si apareciera.

"La luciferasa es una enzima muy conocida por los científicos porque son proteínas inocuas para las células que tienen la capacidad de brillar bajo ciertas condiciones. En general, sirven para visualizar mejor las reacciones cuando se realizan experimentos en el laboratorio porque son muy fáciles de detectar", explica José Jiménez. Un ejemplo: "En el laboratorio utilizamos distintos virus que cuando infectan a las células producen luciferasa. Esto nos ayuda a cuantificar muy fácilmente el efecto que un tratamiento o una droga tiene en la infección simplemente midiendo la cantidad de luciferasa que se produce en cada una de las condiciones".

El investigador malagueño cree que el bulo puede venir de que alguien "habrá leído alguna patente donde aparece la palabra luciferasa, pero —como he dicho— es una enzima que se usa mucho en experimentación y posiblemente la usaran en algún momento durante la fase pre-clínica".

"No tendría ningún sentido a la hora de desarrollar una vacuna", advierte el doctor Pascual. "No aporta ninguna función más allá de la bioluminiscencia, ni buena ni mala. Además, debido a su propio efecto principal, sería muy fácil comprobar que esto se ha llevado a cabo". En este caso, bromea, "sería una vacuna con muy pocas luces".

Este bulo no puede responder a otra cosa más que a la voluntad de inducir miedo sobre las vacunas contra la covid. Es absolutamente falso que contengan talidomida.

Tal y como explica José Jiménez, es "un fármaco que se comercializó en los años 50-60 como sedante y para calmar las náuseas en embarazadas. Fue retirado del mercado porque provocó malformaciones congénitas en niños. Esto fue un gran escandalo. De hecho, cambió y endureció mucho los protocolos por los que las distintas agencias aprueban los medicamentos, incluidos las vacunas".

En la actualidad, la talidomida "sólo puede administrarse como fármaco contra la lepra, pero nunca en mujeres gestantes. Su uso fuera de este concepto está prohibido y es fraudulento", añade Alejandro Pascual.

Todos los efectos secundarios han sido analizados y recopilados en las fichas técnicas de cada vacuna contra la covid y en las páginas web de cada agencia reguladora, donde pueden ser consultados. Pero ni rastro del magnetismo. "Incluso los más raros (incidencias por debajo del 0.005%) son comunicados y estudiados", exclama Alejandro Pascual.

Sin embargo, desde hace unas semanas, circulan por Internet videos de auténticos brazos magnéticos de personas a las que la vacuna contra la covid le habría conferido este superpoder: imanes, cubiertos y otros objetos metálicos se les quedan pegados a la zona donde recibieron la inyección. Un supuesto efecto secundario que relacionan con los sueros basados en ARN mensajero, y —en su versión más rocambolesca— a la introducción de un chip rastreador bajo la piel al inocular la vacuna.

Lo cierto es que "los fármacos contra la covid no contienen componentes magnéticos ni metales ferromagnéticos. Solo hay que revisar las fichas técnicas de las distintas vacunas".

Viales de la vacuna de Pfizer.

Además, aunque los llevasen, la cantidad necesaria para causar ese efecto sería mucho mayor a la que es posible inocular en una vacuna. "Y el suero no podría ser transparente", exclama Jiménez.

Ni siquiera en el hipotético caso de que las vacunas tuvieran metales o algún material con propiedades magnéticas, sería posible el efecto que vemos en los videos. Los fármacos contra la covid "se administran intramuscularmente, por lo que el material se inyectaría con bastante profundidad en el brazo y no quedaría concentrado debajo de la piel".

La hipótesis de Jiménez es que gran parte de los videos que circulan son falsos o tienen una explicación que no tiene nada que ver con la vacuna. "Por ejemplo, puede ocurrir que en el brazo queden restos del pegamento de la tirita que se aplica después de la inyección. O podría ser que en pieles más grasas, con sudor o simplemente con algo de humedad pudiera quedarse pegado el objeto de forma momentánea simplemente por la presión aplicada".

Como mucho sentido del humor, Pascual comenta que las escenas de estos videos "parecen sacadas de los cómics". Vemos como se adhieren al brazo "llaves (aluminio y latón), monedas (cobre) y otras sustancias que tampoco son magnéticas". Coincide con Jiménez en asegurar que la explicación es más simple: "Cualquiera de nosotros al pegar un cubierto o cualquier elemento a nuestra piel, podemos hacer que se adhiera, ya sea por el sudor, polvo, o los ácidos grasos que tenemos en la epidermis como protección".

Hasta el día de hoy, con los conocimientos que tenemos actualmente de biología molecular y celular, y también de cómo funciona el ADN y el ARN, no hay evidencias de que las vacunas de ARN mensajero puedan modificar nuestro genoma. José Jiménez resume así las razones:

- El ARN mensajero de las vacunas permanece muy poco tiempo en nuestras células porque es muy frágil y se degrada fácilmente.

- Para poder modificar nuestro genoma, el ARN tendría que encontrarse con nuestro ADN y eso no ocurre porque están en compartimentos diferentes de la célula. El ARN permanece en el citosol y el ADN está en el núcleo.

- En el hipotético caso de que el ARN mensajero y nuestro ADN se encontraran en el mismo compartimento, el ARN mensajero no podría integrarse en nuestro genoma porque primero debería convertirse en ADN, y para eso requiere de proteínas y secuencias especiales y muy específicas.

- Si las secuencias de los coronavirus pudieran modificar nuestro ADN, se habrían encontrado ya restos del genoma de estos virus en nuestro ADN. Y eso no ha ocurrido.

Por si a alguien aún no le ha quedado claro, "los coronavirus son virus que, en vez de tener su información genética en ADN, como nosotros, la llevan en ARN", explica Alejandro Pascual. Es una molécula "mucho menos estable, y con muchísimas diferencias, entre ellas, la composición de bases", añade. En definitiva, "la base de las vacunas de ARNm es introducir esta molécula, mediante transportadores inocuos, en la célula". De manera que, una vez ha realizado su función, se elimina. "Su vida media es muy corta y es muy fácil que se degrade en cualquier circunstancia".

En conclusión, "el ARNm no entra en ningún momento en el núcleo de la célula, que está protegido por una doble pared de membrana a la que solo se entra con invitación (transportadores específicos). Por este motivo, no pueden unirse, ni producirse modificación alguna en nuestro genoma".

Las vacunas de ARN mensajero contienen las instrucciones para que nuestras células produzcan la proteína S del virus pero no contienen al virus completo, por lo que no podrían producir la enfermedad.

No obstante, señala José Jiménez, "es cierto que hay estudios que indican que la proteína S es muy importante en la patología del virus. Pero la cantidad que se produce con la vacuna es mucho menor que la que se fabrica durante una infección natural". Además, añade, "hay que tener en cuenta que no todas las células de nuestro cuerpo tienen el receptor al que se une la proteína S".

"Al no llevar el virus completo, no es posible que se forme ni se ensamble. Por ello, no puede producir la enfermedad ni ser viable que se multiplique en nuestras células como en la patología normal", asevera Alejandro Pascual.

Sobre las consecuencias de la vacunación

Una investigadora del Hospital Universitario de Badajoz busca nuevas variantes.

El fármaco contra la covid no es el causante de las nuevas variantes del Sars-Cov-2. "Es justo lo contrario", como explicó el epidemiólogo y vacunólogo Amos García para LD. "Es precisamente la existencia de espacio geográfico sin vacunar lo que posibilita el surgimiento de nuevas cepas", añadió.

En los mismos términos se ha expresado el experto en coronavirus José Jiménez, para este reportaje. "Lo que estamos viendo es que, además de evitar que la gente enferme gravemente y muera, ya hay evidencias importantes de que las vacunas también limitan de forma considerable la infección y la transmisión del virus. Esto lo estamos viendo en estudios de países donde se ha vacunado a gran parte de la población, como Israel, Reino Unido o Estados Unidos".

"Cuanto más circule el virus, más personas infecte y más replique, más probable es que aparezcan nuevas variantes. La vacunación global es el mejor arma que tenemos para evitar que esto ocurra", explica Jiménez. El biólogo Iñaki Comas, investigador del CSIC y experto en secuenciación, suele poner un ejemplo muy gráfico: "Es como una lotería. Cada vez que el virus se transmite, compra un billete".

No obstante, "es cierto que si permitimos que el virus siga circulando libremente a la vez que vacunamos poco o mal (por ejemplo dejando a las personas con una sola dosis), esto podría favorecer la aparición de nuevas variantes que pudieran evadir, al menos parcialmente, la respuesta inmune", reconoce Jiménez. Pero, insiste, "esto no es lo que estamos viendo". Él lo tiene claro: "La mejor forma de evitar la aparición de nuevas variantes es vacunando de forma global al mismo tiempo que se implementan medidas de restricción para intentar frenar las infecciones".

La vacunación global también es la posición que defiende el doctor Alejandro Pascual. Según explica "los virus sufren presión selectiva igual que el resto de especies. Están sujetos a cambio y evolución". Unas modificaciones que "les hacen ser más adaptables a ciertas células del individuo al que infectan". Es una cuestión de "supervivencia", ya que las variantes más "adaptadas" son "las que se quedan". Pero —destaca el experto el virología de los coronavirus— "es muy importante entender que los virus no detectan estas vacunas, ni conscientemente crean estas variantes, es puro azar".

Bulo 10. La variante británica surge porque Reino Unido fue de los primeros países en empezar a vacunar.

Una afirmación muy fácil de desmontar, teniendo en cuenta que la variante británica apareció antes de que empezase el proceso de vacunación en Reino Unido.

"La variante descrita en Reino Unido se identificó por primera vez el 20 de septiembre de 2020. A mediados de noviembre, ya estaba presente en el 26% de los casos y en la semana del 9 de diciembre alcanzó el 60% de las muestras de pacientes en Londres", argumenta Jiménez. "Sin embargo, la campaña de vacunación en Reino Unido no comenzó hasta el 8 de diciembre, momento en el que vacunaron a Margaret Keenan en el Hospital Universitario de Coventry, en Inglaterra. Si tenemos en cuenta esto, junto con el hecho de que nuestro sistema inmune tarda un tiempo en generar anticuerpos, podemos ver que no hay ninguna relación entre la aparición de la variante británica y la vacunación".

Una mujer de 90 años, primera británica en recibir la vacuna contra la covid-19

Al investigador del King’s College también le sirve como ejemplo lo que ha ocurrido con la variante identificada en Sudáfrica. "Fue descrita por primera vez a mediados de diciembre y, sin embargo, la campaña de vacunación en el país no comenzó hasta febrero".

Como dice Alejandro Pacual, este bulo no se sostiene. Es muy fácil de desmontar porque "la cronología lo desmiente".

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