Por qué la propuesta de Biden de liberar las patentes de las vacunas no es la solución
Expertos consultados por LD explican por qué la propuesta de EEUU no se traduciría en una mayor producción y podría plantear serios problemas.
Si algo nos ha demostrado lo sucedido en la India en las últimas semanas es que nadie podrá estar a salvo del coronavirus hasta que todo el mundo -aunque viva a miles de kilómetros de nosotros- esté vacunado. Tal y como advierten los epidemiólogos, la escasa inmunización en países en vías de desarrollo puede suponer -y de hecho ya está suponiendo- un auténtico caldo de cultivo para el surgimiento de nuevas variantes que compliquen el devenir de la pandemia.
En este contexto, son muchos los ciudadanos que han creído ver en la liberalización de patentes planteada por el presidente de EEUU, Joe Biden, la solución a todos los males que nos asolan. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha reaccionado asegurando que la UE está dispuesta a debatir "cualquier propuesta", mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya se ha felicitado por lo que considera una "decisión histórica".
Su entusiasmo, sin embargo, contrasta con las advertencias de la Federación Internacional de Fabricantes y Asociaciones Farmacéuticas (IFPMA), que asegura que esto "no aumentará la producción de dosis" y alerta de que, "muy al contrario, puede llevar a la desorganización".
No todo el mundo puede fabricar vacunas
Los defensores de la liberalización de patentes parten de la premisa de que esto permitirá a profesionales de todo el mundo ponerse manos a la obra y producir vacunas más rápidamente. Frente a este ideal, los expertos consultados por Libertad Digital advierten de que "fabricar vacunas no es lo mismo que fabricar comprimidos" y apelan a la necesaria experiencia que requiere una situación tan delicada como ésta: "Esto no quiere decir que, como nos cargamos la patente, yo, en mi cuarto de baño, puedo hacer una vacuna. Esto es un absurdo que se cae por sí mismo".
Así, fuentes del sector farmacéutico insisten en que la solución no pasa por suspender las patentes, sino por impulsar acuerdos con todas aquellas plantas que, desde cualquier rincón del mundo, puedan tener capacidad de fabricar vacunas, transferir la tecnología y poner en marcha su producción lo antes posible: "Que no haya ni una sola compañía con capacidad de producir vacunas en el mundo que no tenga contrato con una desarrolladora".
Según los cálculos de la Asociación Nacional Empresarial de la Industria Farmacéutica establecida en España, Farmaindustria, en abril se contabilizaban ya más de 270 acuerdos, que implican a casi un centenar de empresas y a más de 30 países, entre ellos la India.
India, mayor productor mundial
No en vano, por llamativo que resulte, la India es en estos momentos el mayor productor mundial de vacunas contra la covid-19. De los 3.300 millones de dosis que AstraZeneca tiene previsto fabricar en 2021, por ejemplo, 1.100 millones saldrán del Serum Institute. Es decir, que un tercio de toda la producción mundial de la vacuna de AstraZeneca saldrá de una fábrica de la India.
Precisamente por eso, Farmaindustria defiende que "más que ante un problema de producción, que se circunscribe a estas primeras etapas de escalado de fabricación sin precedentes y en algunos casos con tecnologías completamente nuevas, estamos ante un desafío de distribución". En este sentido, el sector está convencido de que la iniciativa Covax -la alianza impulsada por más de 190 países para garantizar el acceso equitativo mundial a las vacunas contra la covid-19- será el mejor instrumento para conseguirlo.
Escasez de materias primas
Tal y como recuerdan desde Farmaindustria, gracias a los acuerdos firmados con cientos de compañías repartidas por todo el mundo, organismos con Unicef, la Universidad de Duke o la consultora internacional Airfinity estiman que en 2021 "superaremos con creces los 10.000 millones de dosis necesarias para lograr en el mundo la llamada inmunidad de grupo". Siempre y cuando, eso sí, la escasez de materias primas no sea un problema. Y ése es precisamente otro de los aspectos que, lejos de mejorar, empeoraría con la liberalización de patentes.
"Una vacuna puede tener más de 200 componentes. Si de repente empiezan a reclamar componentes desde todos los rincones del mundo, cada uno por su cuenta, podemos encontrarnos ante un grave problema", advierten los expertos consultados por LD. Además, el hecho de saber en todo momento cuáles son las plantas que se dedican a fabricar vacunas en todo el mundo contribuye a reforzar la confianza de los ciudadanos.
Seguridad y calidad
"Esto no es como fabricar zapatos, estamos hablando de un material delicado -advierten-. El que todo esté organizado, permite saber a dónde van esas materias primas, para qué se están utilizando, así como garantizar que realmente cumplen todos los requisitos de seguridad, calidad, etcétera".
De esta forma, los acuerdos firmados entre las fábricas y las compañías desarrolladoras serían precisamente los que garantizarían que éstas cumplen unos estándares de calidad y buenas prácticas. "Pfizer no le otorga la licencia a cualquiera que pasa por la calle. Cuando lo hace es porque sabe si es una compañía india, china, sudafricana o española, qué compañía es, cómo trabaja, qué estándares sigue… Todo eso da unas garantías que de otra forma serían impensables".
¿Habría vacunas sin patentes?
La liberalización de vacunas, no obstante, es un debate que trasciende más allá de la pandemia del coronavirus y ante el que la industria farmacéutica siempre ha mostrado su rechazo: "Los derechos de propiedad garantizan que compañías farmacéuticas en todo el mundo se lancen a la incierta carrera de investigar medicamentos, que implica de media diez largos años, grandes costes (unos 2.500 millones de euros) y, sobre todo, alto riesgo (de cada diez mil compuestos analizados en investigación básica apenas uno llegará un día a ser un medicamento disponible)", defienden desde Farmaindustria.
A su juicio, es precisamente este modelo el que ha permitido alcanzar "el hito de que en menos de diez meses hayamos dispuesto de vacunas contra la covid-19, un coronavirus que sólo hace un año no se conocía". Y frente a quiénes dudan de sus intenciones, les recuerdan que "las compañías desarrolladoras de vacunas son las primeras interesadas en suministrar la mayor cantidad posible en el menor tiempo posible, aunque sólo fuera por una cuestión de competencia".
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