¿Cómo hay que decirlo? ¿En chino? Bueno, en este caso sería lo más apropiado. Celebramos las Navidades y en enero y febrero volvimos a la casilla de salida del covid-19. La media de edad de los enfermos críticos volvió a sobrepasar los 70 años.
En las fiestas de diciembre pasó lo que nos dijeron que pasaría. El presidente Pedro Sánchez rechazó el mal trago de la impopularidad con las elecciones catalanas a la vuelta de la esquina y se relajó más que nosotros. Siempre presentes las urnas, las de votar, queremos decir. Empezamos el año con cerca de 1.000 muertos cada día. A mediados de enero, y por si había dudas, Fernando Simón, la voz del gobierno, identificó al culpable: "En Navidad, se recomendara lo que se recomendara, siento decirlo, quizá lo pasamos mejor de lo que deberíamos". Y ahora viene la Semana Santa y cada fin de semana la policía irrumpe en cientos las fiestas ilegales.
El médico adjunto de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Getafe, Óscar Peñuelas, acaba de salir de una guardia difícil, una de esas "noches en las que estás continuamente atendiendo complicaciones que no esperas y requieren un tratamiento continuado". En todas las UCI cambian de postura a los enfermos intubados para favorecer la llegada de oxígeno, "hay veces que en una noche se te juntan seis o siete enfermos que tienes que poner de nuevo boca abajo porque han tenido un evento de insuficiencia respiratoria grave y no responden a ninguna terapia. Y eso es un consumo de esfuerzo muy grande". Y Getafe es, además, hospital de referencia para neurocirugía y cirugía vascular y "nos pueden llamar porque nos trasladan un enfermo bien de Fuenlabrada o de Alcorcón que requiere una cama de UCI". O te requiere algún paciente de planta que empeora, "también esta noche hemos tenido una pancreatitis grave...".
Llega el día, se acaba el turno, y te llevas la presión a casa, "es muy difícil el periodo de descanso. Sales de guardia con mucho desgaste físico pero también emocional y mental. Estar continuamente pensando en lo que les ha pasado a los ingresados, en cómo se podía haber resuelto, en cómo van a evolucionar, en qué vas a ofrecerles si la situación empeora... Es un desgaste muy, muy grande y continuado. Porque llevamos así un año". Llevamos así un año.
Y se forma la tercera ola, se ve venir y decidimos no retroceder. Nos cuenta el doctor Peñuelas: "Hemos vuelto a ingresar a personas mayores (por encima de los 70 años cuando la media en diciembre había bajado a 62). Nos hemos vuelto a poner en escenarios de primeros de marzo", es decir, "con ingresos prolongadísimos, con duraciones de ventilación mecánica por encima de las tres semanas y mortalidades más elevadas". La mortalidad en UCI en personas mayores de 70 está entre el 70 y 75%.
El foco de los contagios, el entorno familiar. "Se han dado situaciones muy paradójicas, de personas que han tenido un celo extraordinario con sus padres, de tenerlos aislados, de llevarles sólo la comida y en un momento de relajación, con la excusa de las reuniones de Navidad, se han contagiado". Un golpe inolvidable. "No paramos de vivir situaciones dramáticas porque sabemos quién ha sido, el entorno familiar sabe quién ha sido el contagio de esas personas que han tenido guardadas durante mucho tiempo". Con eso se carga toda la vida, "claro, sí, sí", concluye el intensivista, "es jugar a una lotería que no quieres que te toque. El hecho de que esto le va a suceder a otro y no a mí".
Situaciones de "dramatismo familiar" y de "sufrimiento extraordinario". A la culpabilidad se suma que "son enfermos a los que dejan de ver y eso provoca una situación de frustración y desesperación". Esperan la llamada telefónica de cada día, en la que no saben "si es que ha empeorado definitivamente o hay una esperanza de mejoría". Para los intensivistas "no tener una comunicación fluida con los familiares es una ansiedad añadida porque no puedes acompañarlos". Una barrera que ahora están paliando con visitas dos días a la semana.
El personal de cuidados intensivos lleva 400 días con sus noches en la trinchera más descarnada de la covid-19 y no será porque su trabajo no era siempre a la desesperada. A falta de un antiviral, que los médicos esperan como agua de mayo, de momento hay poco que hacer. A día de hoy el único fármaco que ha demostrado su efectividad en disminución de la mortalidad de los enfermos críticos, es uno muy barato y común, y del que nunca ha habido desabastecimiento, el corticoide. "Hay acuerdo internacional y lo tenemos estandarizado en todas las unidades". Atrás quedaron los tratamientos compasivos, por comparación, no avalados por ningún estudio científico.
Nos explica Peñuelas: "Nosotros al principio, en marzo, estuvimos utilizando, de acuerdo con el protocolo del hospital y de la Consejería, tratamientos inmunomoduladores o antivirales, tocilizumab, remdesivir, hidroxicloroquina... Ahora, con la información de los resultados clínicos basados en los estudios ya no". También se intentó con los críticos las transfusiones del plasma hiperinmune, de pacientes que habían superado la infección con una elevada carga de anticuerpos. Se ha demostrado que tampoco sirve para este punto de gravedad.
La UCI del Hospital de Getafe está al 100% de su capacidad. "Antes de la pandemia teníamos 18 camas de UCI y 6 de grandes quemados. Ahora mismo tenemos 34 ingresados, estamos con 10 por encima. Y de las 18 camas de la UCI polivalente el 100% son covid". El resto, hasta 34, están en la unidad coronaria, en la de reanimación, en la de grandes quemados, y en la sala URPA que es la unidad de reanimación post anestesia. Todo lleno. Lo hemos conseguido.
El intensivista nos habla de la falta de conciencia general de lo que está ocurriendo, "ha habido una transformación de un mensaje sanitario a uno más político", se lamenta. También de "solidaridad social y responsabilidad individual" porque "nos afecta a todos de manera directa o indirecta. Nos toca a todos. No nos relajemos en nuestros entornos más íntimos".