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Las 10 vacunas españolas que aspiran a acabar con el coronavirus

Quién está detrás, cuáles son sus ventajas y cuándo podrían estar disponibles.

El virólogo Luis Enjuanes, investigador del CSIC | CSIC

Entre marzo y abril está previsto que la Agencia Europea del Medicamento dé el visto bueno a dos nuevas vacunas que podrían llegar a España de forma inminente: la monodosis de Jansen y la desarrollada por la estadounidense Novavax, que será fabricada en las instalaciones de la empresa gallega Biofabri.

A pesar de que España podría cubrir la campaña de vacunación con las dosis compradas a todas estas empresas, son muchos los investigadores que hace ya casi un año trabajan sin descanso en nuestro país para sacar adelante un antídoto propio contra el coronavirus. Aunque los más publicitados son probablemente los desarrollados por Luis Enjuanes, Mariano Esteban y Vicente Larraga —todos ellos vinculados al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)—, lo cierto es que son al menos 10 los laboratorios españoles que cuentan con proyectos propios de vacuna.

Los proyectos más prometedores

Las mayores esperanzas están puestas en el antídoto de Enjuanes. El virólogo, que lleva más de 30 años trabajando con coronavirus, ya advirtió a Libertad Digital de que su remedio no podría estar listo antes de finales de 2021, puesto que se trata de una vacuna "un poquito más compleja" que las que ya están en el mercado. Aun así, aseguró que la espera merecería la pena: "Probablemente será más potente e inducirá inmunidad de más larga duración".

La de su colega Vicente Larraga también cuenta con importantes ventajas frente a las de Pfizer, Moderna o AstraZeneca. Para empezar, es "muy segura" y no genera "ningún tipo de reacción adversa, ni de hipersensibilidad, ni de fiebre", tal y como explicó a LD su mano derecha, el investigador Pedro Alcolea. En estos momentos, el equipo de Larraga está a punto de comenzar el que creen que será "el ensayo definitivo" en ratones, tras haber probado una mejora un vitro que "ha funcionado muy bien".

Mariano Esteban, investigador del CNB-CSIC

En todo caso, de las tres vacunas que se desarrollan en el seno del CSIC, la más avanzada es la que lidera Mariano Esteban. Una vez demostrada una eficacia del 100% en ratones humanizados, está previsto que, en las próximas semanas, solicite la autorización a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios para comenzar los ensayos en humanos. Lo hará de la mano de Biofabri, la única empresa española que hasta el momento cuenta con las autorizaciones necesarias para fabricar vacunas humanas en nuestro país y que está detrás de muchos de los proyectos que se desarrollan a lo largo y ancho de nuestra geografía.

Una vacuna para la variante sudafricana

Entre ellos, destaca el liderado por Rafael Blasco en el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA). Al igual que la vacuna ideada por Esteban, su antídoto está basado en el que logró erradicar la viruela. La principal ventaja es que "es una tecnología muy conocida, que se ha estado usando durante más de dos siglos".

El investigador ya ha conseguido demostrar que su vacuna genera "una inmunidad muy buena" en ratones, pero ahora están a la espera de "comprobar si les protege de la enfermedad". Según sus cálculos, esperan tener los resultados "en mes y medio, aproximadamente", por lo que en abril ya podrían pedir la bendición a la Agencia Española del Medicamento para empezar los ensayos con humanos.

Rafael Blasco y parte de su equipo

"La fase clínica cuesta mucho dinero y exige una infraestructura que el laboratorio no tiene", explica Blasco, que asegura que está en contacto con Biofabri, porque, al tratarse de una vacuna similar a la de Mariano Esteban, el proceso sería mucho más rápido. "Si todo va rodado, creo que a final de año podría estar lista, pero para mí lo más importante es tener todo lo más avanzado posible para tener las herramientas de cara al futuro", asegura el investigador.

Al no tener la presión de tener que llegar los primeros, Blasco y su equipo pueden permitirse pensar en "posibles eventualidades". No en vano, según confirman a Libertad Digital, ya han empezado a desarrollar una vacuna contra la variante sudafricana. El objetivo es lograr un antídoto "más universal", añadiendo al fármaco más proteínas del SARS-CoV-2: "Si tú atacas al virus por un único sitio, es relativamente fácil que mute y logre escaparse. Si lo atacas por 10, es muy difícil que todos ellos muten al mismo tiempo".

La apuesta gallega

El Centro Singular de Investigación en Química Biológica y Materiales Moleculares (CiQUS), vinculado a la Universidad de Santiago de Compostela, también aporta otros dos candidatos vacunales. El primero de ellos, dirigido por José Manuel Martínez Costas, se basa en la fabricación de microesferas en las que se introducen las proteínas del coronavirus con el fin de estimular la inmunidad. Su principal ventaja, además de ser una vacuna muy barata y estable, es que es muy segura "y no necesita adyuvantes, que es una de las cosas que siempre denuncian los antivacunas".

En estos momentos, están a punto de iniciar los ensayos con ratones en Alemania y, si todo sale bien, en abril harán lo propio con macacos, en este caso en Holanda. "Nos han aprobado varios proyectos europeos y teníamos que aprovechar la financiación", explica Martínez Costas. Para los ensayos en humanos, también esperan contar con la ayuda de Biofabri, pero, en todo caso, no confían en tener la vacuna lista antes de 2022. Aun así, el investigador del CiQUS insiste en que la llegada de nuevas variantes seguirá haciendo necesarias vacunas que, como la suya, sean capaces de adaptarse fácilmente a las mutaciones.

El proyecto de su colega Javier Montenegro está orientado a mejorar la entrega del ARN al interior de las células. Tal y como él mismo explica a LD, se trata de "una nueva herramienta química muy poderosa", en la medida en que es capaz de optimizar el proceso rápidamente, minimizando la cantidad de ácido ribonucleico que se necesita.

"Si llevas un cántaro de agua a un kilómetro de distancia, pero vas perdiendo agua, necesitas llenarlo mucho porque la cantidad que llega es mucho menor -explica Montenegro-. Si lo entregas de forma eficiente, llega todo y necesitas menos agua. Esto es lo mismo". La gran ventaja, no obstante, es que esta tecnología trasciende a la pandemia, por lo que, más allá del coronavirus, podría usarse con otras vacunas o en otro tipo de terapias génicas.

Las vacunas catalanas

Cataluña, por su parte, también compite en esta carrera con dos candidatos. El primero es otra vacuna de ARN, pero protegida por una nanoestructura de lípidos. Felipe García, coordinador de este proyecto desarrollado por el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) y el Hospital Clínic de Barcelona, asegura que los resultados que han obtenido hasta el momento son positivos, pero no todo lo buenos que le gustaría para poder dar el salto a los ensayos clínicos.

Tras hacer algunas modificaciones, el equipo se encuentra a la espera de obtener los últimos resultados antes de solicitar los permisos pertinentes a la Agencia Española de Medicamentos. En esta tarea, contarán con la colaboración de Hipra, una empresa veterinaria de Gerona, con presencia en más de 100 países, que ha decidido adaptar sus instalaciones para poder contribuir al desarrollo de esta vacuna que ya ha sido bautizada como Covarna.

Felipe García, coordinador de la vacuna Covarna

Según sus cálculos, la vacuna no llegaría al mercado antes de finales de 2022. Tal vez en 2023. Aun así, García insiste en que son muchas las razones que les obligan a no tirar la toalla: desde la irrupción de las nuevas variantes, hasta las incógnitas que plantea la inmunidad a largo plazo y la posible necesidad de vacunarnos anualmente, pasando por la importancia de llegar hasta el último rincón de los países en vías de desarrollo.

Con esta mentalidad trabajan también sus colegas del Instituto Químico de Sarriá (IQS), vinculado a la Universidad Ramón Llul de Barcelona. Actualmente, se encuentran negociando con diferentes fondos de inversión para que su proyecto de vacuna, también basado en el ARN, pueda probarse en humanos y convertirse en una opción más de cara a la campaña mundial de vacunación contra el coronavirus.

Sin embargo, el equipo liderado por el doctor Salvador Borrós y la doctora Cristina Fornaguera asegura que su objetivo va más allá de esta batalla. "Creemos que disponer de la tecnología validada permitirá estar preparados para nuevas pandemias y podremos ampliar el radio de acción a aplicaciones en inmunooncología", explican a Libertad Digital.

El discípulo navarro de Luis Enjuanes

Navarra, por su parte, también cuenta con un proyecto vacunal que ha despertado el interés de varias empresas. Su máximo responsable es David Escors, discípulo de Luis Enjuanes —con el que se formó en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC)— y actual jefe de la Unidad de OncoInmunología de Navarrabiomed.

Su iniciativa pretende desarrollar una plataforma de ingeniería de vacunas bioseguras contra la covid, basadas en la expresión de proteínas del virus que pueden generar inmunidad. "En vez de usar un solo componente del virus, utilizamos tres, lo que favorece que haya una respuesta más completa", defiende.

La única vacuna de una empresa privada

El último proyecto de cuántos están en marcha en nuestro país, pero no por ello el menos importante, es también el único que se desarrolla al margen de universidades y organismos públicos. Se trata del impulsado por la empresa madrileña Algenex, la única —al menos que lo haya publicitado— que ha decidido apostar por una vacuna propia desde el ámbito privado.

Su antídoto parte de la inyección de proteínas del coronavirus para generar una respuesta inmunológica, una técnica tradicional que, en este caso, introduce una importante novedad. "En vez de hacerlo en células de insecto, utilizamos el insecto del que provienen esas células, que es una crisálida. La infectamos y, cuando produce el antígeno, lo extraemos para desarrollar la vacuna", explica José Escribano, fundador y director científico de Algenex.

La ventaja no es baladí: "Esto nos permite un escalado lineal, producir en mayor cantidad y a un coste inferior, ya que no necesitamos ni biorreactores, ni medios artificiales de cultivo para mantener las células vivas". De hecho, Escribano presume de haber conseguido unos niveles de producción "récord".

Parte del equipo de Algenex

En estos momentos, el antídoto de Algenex se encuentra en fase de estudio con hámsters. Si todo va bien, los resultados estarían listos en abril y, a partir de ese momento, ya se podrían iniciar los ensayos en humanos. Llegados a este punto, sin embargo, las exigencias económicas les obligarán a asociarse con otras empresas más grandes. "Es algo que, por ejemplo, también ha hecho Pfizer con BioNTech -explica Escribano-, así que nosotros ya hemos iniciado los contactos con varias empresas y también con instituciones internacionales, como la Fundación Bill Gates, entre otras".

Aun así, el director científico de Algenex lamenta la falta de inversión gubernamental. "Compañías como Novavax han recibido 1.600 millones de dólares de EEUU para desarrollar su vacuna. Moderna, 650 o 700. Nosotros apenas hemos recibido medio millón". Con todo, asegura que es difícil que su antídoto pueda llegar al mercado antes de finales de 2022. Sin embargo, al igual que sus colegas, cree para entonces seguirá siendo necesario, ya que, aunque se consiga vacunar a toda la población occidental, la última batalla contra el coronavirus deberá librarse en el tercer mundo. Y eso sin contar con la posibilidad de otra pandemia. Si eso sucede, no se podrá decir que España no ha hecho sus deberes.

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