El inicio de la pandemia estuvo marcado, entre otras cosas, por la escasez de material de protección sanitario. Una situación que unió a ciencia e industria en la búsqueda de soluciones relativamente rápidas para proteger a la población del SARS-CoV-2. El resultado: un equipo de Investigadores del IATA-CSIC, liderado por José María Lagarón, ha desarrollado un nuevo material de nanofibras, que se aplica a todo tipo de mascarillas sanitarias, aportándole significativas ventajas respecto a las convencionales.
Así nació la revolucionaria Proveil Mask. Una EPI que cuenta con la certificación especial europea contra la covid-19 (la CPA FFP2, que Europa lanzó para resolver la emergencia que se creó al interrumpirse el comercio de materiales de filtración) y que el CSIC comercializa a través de su spin-off Bioinicia, desde finales de agosto.
Un material alternativo
Casi al principio, cuando empezó a conocerse la presencia del nuevo coronavirus en nuestro país y se destapaba la escasez de EPIS, unos familiares cercanos de Lagaron, enfermaron de la covid-19. Él y su equipo se reunieron y llegaron a la conclusión de que era necesario investigar nuevos materiales de filtración, para encontrar alternativas al que se estaba usando hasta ese momento para fabricar las mascarillas. Un material -por cierto- sobre el que China tenía y tiene todo el control. "Hace muchos años la fabricación se deslocalizó. Cuando los gobiernos sacaban licitaciones, las daban a los precios más asequibles, y muchas empresas españolas tiraron la toalla", explica el investigador del CSIC.
Su departamento llevaba mucho tiempo trabajando en materiales basados en nanofibras para aplicaciones biomédicas y farmacéuticas. Por tanto, pensaron en "utilizar esta tecnología como material alternativo". Estaban preparados y se daban las circunstancias perfectas para impulsar el proyecto.
Ventajas del filtro de nanofibras
El equipo de Lagarón no sólo dio con el material alternativo para fabricar los filtros de las mascarillas, sino que consiguió que éste tuviese mejores prestaciones que el tradicional, en cuanto a confort, respirabilidad, durabilidad y eficacia contra el Sars-Cov-2.
- Más ligera: la primera ventaja del material de nanofibras sobre el convencional es la reducción del espesor, el gramaje, con todo lo que ello conlleva. Evacua mejor el calor y el Co2 de la respiración. Según señala el investigador del CSIC, "un filtro normal en una FFP2 es 60 veces más grueso".
- Más efectiva: el tamaño del poro puede llegar a ser la mitad del tamaño del virus, por lo que éste no puede pasar. Ni siquiera a través de aerosoles, esas gotículas que expulsamos al hablar, toser o estornudar. Establece una barrera entre nosotros y el virus. "La protección es mecánica y permanente", destaca Lagarón. Esto no ocurre con las mascarillas convencionales, que tienen un poro mucho mayor que el tamaño del Sars-Cov-2 y -por supuesto- que los aerosoles finos sobre los que viaja. Por eso se sirven de cargas electrostáticas, para intentar atraparlo y que no traspase las capas de filtrado. Sin embargo, éstas van perdiendo eficacia con el uso. La humedad del propio aliento elimina esa carga.
- Más duradera: las dos ventajas anteriores añaden, en consecuencia, una tercera. Su durabilidad es mucho mayor. El tiempo de uso recomendado de las mascarillas del CSIC es de un total de 16 horas. Pero podemos aumentarlo con un sencillo "esprayado (aplicación con spray) de disoluciones de alcohol, y también con inmersión en alcohol. Un procedimiento de desinfección que -además- incrementa la seguridad durante su uso. Con el material tradicional no se puede hacer, porque – de nuevo – se pierden las cargas y la capacidad de filtración".
- Un plus de protección contra el coronavirus: el viricida. "Lo incorporamos en el interior, en el core de la mascarilla, donde se para el virus", así que el filtro no sólo lo para si no que -además- acaba con él.
En busca de la mascarilla perfecta
A pesar de todos estos logros, en el CSIC no se han dado por satisfechos y siguen en busca de la mascarilla perfecta. Ya han conseguido los filtros biodegradables y antimicrobianos. Y están trabajando en los translúcidos, "para que tengan el mismo nivel de protección, pero dejen ver las emociones".
Desde septiembre, todas las mascarillas hechas con el filtro de Bioinicia son, por defecto, viricidas. A partir de diciembre, serán - además - bactericidas. El objetivo no es competir con los fabricantes de mascarillas ya existentes, sino aliarse con ellos para crear una red de fabricantes de calidad a los que servir el filtro o las máquinas industriales para hacerlo. No obstante, de momento sólo se pueden adquirir a través de Bioinicia, que es cotitular junto con el CSIC de la patente de la tecnología.