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¿Qué estamos haciendo mal en España contra el virus?

LD habla con tres médicos españoles en el extranjero para tratar de averiguar por qué nuestro país lidera la segunda ola de la covid en Europa.

Europa Press

A pesar de que las autoridades sanitarias españolas han tardado en reconocer que estamos ante la segunda ola de la covid-19, lo cierto es que las cifras hablan por sí solas. Según los datos que diariamente recopila la Universidad Johns Hopkins, nuestro país lidera tanto el número de casos por cada 100.000 habitantes, como el número de muertes en Europa. Es fácil encontrar cierto consenso sobre qué fue lo que falló en marzo: se actuó demasiado tarde. Sin embargo, hoy todo el mundo se pregunta qué estamos haciendo mal. Presumimos de ser uno de los países donde más extendido está el uso de la mascarilla, pero… ¿Es suficiente?

Para encontrar las claves, Libertad Digital ha consultado a tres médicos españoles que han vivido la pandemia en el exterior: Santiago Herrero, jefe de la UCI cardiaca del Jilin Heart Hospital, en la ciudad china de Changchún, hasta el pasado mes agosto; Salvador Macip, genetista e investigador en la Universidad de Leicester, en el Reino Unido; y Manuel Felices, jefe de Cirugía Endocrina del Hospital Näl de Suecia y miembro del conocido grupo de los 22, un grupo de prestigiosos científicos críticos con la estrategia de dicho país. Todos ellos coinciden en señalar al menos cinco factores que han catapultado a España hasta este desgraciado récord: una desescalada demasiado rápida, la propia esencia de la cultura española, la falta de rastreadores, el pésimo control de fronteras y la irresponsabilidad de las máximas autoridades sanitarias de nuestro país.

Las prisas de la desescalada

El doctor Manuel Felices

Desde fuera, los tres médicos tienen claro que el primer error fueron las prisas que nuestros políticos tuvieron a la hora de alcanzar la llamada nueva normalidad. "Se hizo una desescalada muy rápida y antes de tiempo", sentencia Salvador Macip desde el Reino Unido. "Los casos aún no estaban suficientemente bajos, se quiso acelerar la recuperación de la actividad de cara al verano para poder salvar la temporada turística y esto nos ha hecho empezar el otoño con un número de casos más elevado de lo normal", añade. Desde Suecia, Manuel Felices asegura que es probable que la desescalada española "haya sido de las más rápidas, sino la más rápida en comparación con los países europeos y eso, sumado a una relajación excesiva, sobre todo en determinados rangos de edad, ha supuesto un factor determinante en este aumento brutal de casos que estamos teniendo". En este sentido, el doctor Felices insiste en la importancia de que la gente tome consciencia de que "las mascarillas no son ningún escudo" que le permiten a uno hacer lo que le dé la gana: "Yo he visto gente con mascarillas puestas y dándose muchos abrazos. Eso no sirve absolutamente para nada".

El factor cultural

En la relajación de buena parte de la población española también hay consenso entre los tres médicos, aunque todos ellos apuntan a una cuestión cultural, que hace que nuestra sociedad no sea comparable, por ejemplo, con la sociedad escandinava. Tal y como nos cuenta el doctor Felices, allí "desde que son pequeñitos están acostumbrados a estornudarse en el codo y toser en el codo, y cuando un crío pequeño tiene fiebre o tiene febrícula a nadie se le ocurre llevarlo a la guardería". A todo ello se suma la diferencia en el carácter y en la forma de relacionarse: "Aquí hay un distanciamiento social de base o de serie, como yo digo".

Y si esto es así en Suecia, qué decir de China. Hoy, el doctor Herrero nos atiende desde Gijón, pero hasta hace poco más de un mes, este médico intensivista ejercía su profesión en el país asiático. A su juicio, "el tema de la distancia social es algo que no está bien explicado" en España: "El problema es la gente que se reúne para comer, hablar o tomar un vino, porque la gente no es de la misma familia, son amigos, y yo no veo distancia entre ellos. Se quitan las mascarillas y creo que ahí hay un error". El doctor Herrero se refiere así a lo que sucede en bares y restaurantes, donde una vez sentados en la misma mesa, ya no hay distancia de seguridad ni mascarillas, pero también a las reuniones que se producen en el interior de los domicilios. "Eso no pasaba en China", explica este médico asturiano. "La gente se sentía responsable y sabía que no se puede compartir mesa con amigos. Se puede compartir mesa con la gente que vive contigo", continúa. Hay excepciones, obviamente, pero incluso en esos casos, la actitud de la gente también es muy distinta. Según el doctor, si un ciudadano chino se reúne con alguien que no es de su familia, lo normal es que primero se haga un test para saber que está libre de coronavirus. Algo impensable en España, donde ni las pruebas están al alcance de cualquiera, ni son tan baratas: "Afortunadamente, en China los test cuestan 17 euros. Aquí simplemente parece que están más dirigidos a un negocio".

En el Reino Unido, no es que la gente opte por reducir el contacto con amigos, sino que así lo imponen las autoridades: "En los bares y restaurantes te piden los datos de contacto y, según la zona, te piden que certifiques que el grupo es solo de dos o tres familias diferentes", nos explica el doctor Macip. Además, las reuniones de más de 6 personas están prohibidas en todo el país, algo que no sucede en España. "El Reino Unido controló peor la primera ola porque no se atrevió a hacer un confinamiento tan severo como España —asegura este investigador de la Universidad de Leicester—, pero creo que después los papeles se han invertido un poco".

Falta de rastreadores

El doctor Santiago Herrero

Lo mismo sucede con los rastreadores, un asunto en el que nuestro país también va a la cola. Es verdad que en Suecia ni siquiera existen como tal, porque la gente, como nos decía el doctor Felices, asume la responsabilidad individual de avisar a todos sus contactos en caso de dar positivo. En el Reino Unido, sin embargo, Salvador Macip calcula que ya se superan los 12.000 y en China, aunque no se saben las cifras exactas, el Doctor Herrero nos asegura que "se llegaron a rastrear a 600.000 personas al día". Ésta ha sido, sin lugar a duda, la gran baza del país asiático para frenar la pandemia. Llevan más de 40 días sin registrar ningún contagio local y los que llegan de fuera están más que controlados gracias a un férreo sistema de rastreo y cuarentenas milimétricamente controladas.

"Los rastreadores son fundamentales, porque sin ellos no hay posibilidad de controlar esta transmisión", defiende este médico asturiano. Sin embargo, cree que el error está en pensar que esta labor solo la pueden desarrollar los sanitarios, cuando éstos deberían estar concentrados en salvar vidas. "Rastrear lo puede hacer cualquiera con un conocimiento básico —defiende Herrero—. En China se usó a la gente que se quedó en el paro".

Pésimo control de fronteras

La falta de rastreadores deriva, además, en otro de los grandes fallos que, según los tres expertos consultados, ha cometido España: el escaso control de nuestras fronteras. Y, una vez más, la experiencia China es también la más llamativa en este aspecto.

En marzo, Santiago Herrero intentó volver a España para recopilar cierta documentación que necesitaba para el que será su próximo reto profesional (dirigir las urgencias y la UCI del Hospital Pacífico, en la capital de Papúa Nueva Guinea). Pasó dos semanas en otro país, como exigía el Gobierno español, pero finalmente España decretó el estado de alarma y le fue imposible regresar a su Gijón natal. Así las cosas, no le quedó más remedio que volver a China. Primero voló a Shanghái, donde estuvo más de seis horas pasando todo tipo de controles: "Nos llamaban uno por uno para acompañarnos, todos vestidos con EPIS como si estuvieran trabajando en una UCI. Nos llevaban a la terminal y allí nos tomaban la temperatura y nos preguntaban de todo: a dónde vas, cuál es tu destino final, con quién has estado en contacto, a dónde has viajado… Los controles allí son tremendos". Finalmente, cogió un segundo avión que le llevó Changchún, donde le esperaba su mujer, a la que, sin embargo, no pudo ver hasta pasadas dos semanas. Cuando bajó del avión, le tomaron la temperatura, le hicieron una PCR y le llevaron en coche hasta un hotel donde tendría que pasar una cuarentena antes de poder regresar a su domicilio. Durante ese tiempo, le llamaban tres veces al día para que les facilitase su temperatura y tuvo que someterse a otras dos pruebas más. Si no hubiera sido médico, además, tendría que haber pasado otra semana adicional en su casa antes de poder salir a la calle.

La irresponsabilidad de nuestros políticos

El último factor que los expertos consultados señalan a la hora de explicar este nuevo fracaso de España es la irresponsabilidad de nuestros políticos: "No hay nadie más negacionista que nuestro Gobierno y especialmente la persona que han puesto al mando del Comité de Emergencias. Personalmente, con todo respeto, creo que no es la persona indicada". Santiago Herrero se refiere así a Fernando Simón, al que tacha de irresponsable: "Yo no voy a decir si irresponsable criminal o penalmente, pero sí en términos de salud pública".

Entre sus errores más destacados, negar la utilidad de las mascarillas, un elemento sobre el que, por cierto, este médico asturiano también cree que habría que hacer un estudio más a fondo. Concretamente, sobre las mascarillas de tela que usa muchísima gente y de cuya homologación poco se sabe. "Todo será muy bonito, con muchos diseños, pero me gustaría saber en profundidad si realmente funcionan", advierte Herrero.

Por su parte, Manuel Felices lamenta la descentralización de la estrategia para controlar esta segunda ola. "No ha habido mando único —denuncia este doctor afincado en Suecia—. Cada reino de taifas, como yo digo, ha hecho lo que ha considerado oportuno, y eso, en el contexto de una pandemia, es tremendo". Además, este médico almeriense reconoce sentir "vergüenza ajena" por la "poca altura política" de quienes, según dice, se dedican "a utilizar a los muertos como arma arrojadiza".

El resumen de este pormenorizado al análisis lo hace Salvador Macip desde el Reino Unido: "La situación es mala en muchos países, no solo en España, pero en España se ha hecho especialmente mal tanto a nivel de Gobierno como a nivel ciudadano, y esta combinación ha hecho que en estos momentos España sea el peor país de Europa y uno de los países con mayor mortalidad en todo el mundo".

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