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Hablemos de futuro

La mentira reside en una amígdala cerebral

Neil Garrett ha descubierto que cuanto más miente alguien, el cerebro se amolda y deja de generar reacciones como la vergüenza.

Neil Garrett ha descubierto que cuanto más miente alguien, el cerebro se amolda y deja de generar reacciones como la vergüenza.

¿Qué hay tras una mentira? ¿Por qué razón hay personas que engañan una y otra vez? El investigador posdoctoral del Instituto de Neurociencia de Princeton (Estados Unidos), Neil Garrett, estudia de qué manera se reflejan las emociones en el cerebro y de esta forma, poder entender de qué manera nos sentimos en ciertas situaciones. Concretamente, ha descubierto que una amígdala cerebral es la culpable de que a veces seamos deshonestos.

Garrett, doctorado en el departamento de Psicología Experimental por la Universidad de la ciudad de Londres (R. Unido), explica que en el momento en que una persona engaña, se activa una amígdala ubicada en una parte del cerebro vinculada a las emociones.

Una serie de neuronas procesan las reacciones que después se traducen en vergüenza o remordimiento. No obstante, si alguien miente continuamente, el cerebro se acaba amoldando. El funcionamiento de la amígdala se reduce y con ella la sensación de arrepentimiento, lo que hace más sencillo mentir.

El británico acostumbra a poner como ejemplo el instante en el que alguien ve por primera vez una foto desagradable. Lo más seguro es que tenga una respuesta emocional contundente. No obstante, si ve esa imagen día a día, se acaba habituando. El cerebro de esa persona se amolda y ya no reacciona de forma tan intensa.

Para probar esta hipótesis, Garrett y su equipo hicieron una investigación en la que combinó las disciplinas de informática, imagen cerebral y economía conductual –que estudia el comportamiento de las personas ante diferentes coyunturas económicas–.

Efectuaron un experimento en el que los participantes debían dar consejos financieros a otra persona y se les motivó para que mintiesen. Los participantes empezaron con pequeños engaños, pero a medida que pasaba el tiempo se iban creciendo y las mentiras eran mayores.

Para examinar los cambios en la actividad cerebral, se efectuó un escáner de resonancia imantada a los participantes mientras que engañaban. Verificaron que, al comienzo, una parte del cerebro vinculada a las emociones respondía fuertemente. No obstante, conforme iban mintiendo más, respondía con menos intensidad. Cuanto menor era la reacción de la amígdala, los participantes tendían a mentir más.

Esta clase de proyectos dejan conocer mejor el cerebro, que continúa siendo un enorme desconocido. En verdad, la investigación de Garrett es la primera evidencia experimental de que este tipo de comportamientos tienen una razón biológica. Garrett, ponente de la última edición de EmTech France 2017, explica que su objetivo no es solo comprender mejor la maquinaria del humano. Pone su trabajo como una vía para frenar estos malos comportamientos en la sociedad.

Uno de los planteamientos que apunta es investigar diferentes formas de alentar al cerebro para impedir que las personas engañen. Asegura que muchos actos deshonestos comienzan como pequeños engaños. Si estos se frenan antes de que lleguen a surgir, se podría acabar con las mentiras del planeta.

Fuente: Opinno, editora de MIT Technology Review en español

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