Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos hemos ansiado encontrar algo así como el Santo Grial de la juventud, por no decir de la inmortalidad. Ciertamente el cáliz de la inmortalidad le está vedado al ser humano, cuya propia naturaleza parece estar programada para no poder vivir mucho más allá de los 130 años, que parece ser el tope biológico posible. Pero, ¿cómo podríamos alcanzarlo de modo que pudiéramos vivir esos años con calidad? En resumidas cuentas, ¿cómo prolongar la juventud, esperanza de vida y en el camino lograr años extras con plena capacidad? Si pudiéramos encontrar respuestas para estas preguntas, una importante parte de éstas deberían venir de las pistas que nos deja la población más longeva del mundo: los habitantes de la isla japonesa de Okinawa.
El archipiélago de Okinawa está compuesto por 161 islas corales al sur de Japón y, estadísticas en mano, se ha convertido por méritos propios en la residencia del elixir de la longevidad. Los okinawenses poseen una lustrosa piel oscura y son delgados y ágiles entrada la tercera edad. Las grandes enfermedades crónicas de Occidente están en este lugar en los niveles más bajos del mundo, el suicidio es algo desconocido y la palabra "jubilación" no existe en el dialecto local. Los centenarios de Okinawa no emplean su tiempo en casas de cuidado o residencias sino que disfrutan de vidas activas. Una de las celebridades locales es un profesor de kárate de 97 años, famoso por derrotar a un ex-campeón con 30 años.
Cuando los okinawenses mueren, frecuentemente lo hacen sin una enfermedad conocida. Con 34 centenarios por cada 100.000 habitantes, y un inusual número de personas por encima de los 105 años, son oficialmente las personas que más viven del planeta. Los niveles de enfermedad cardiovascular, cáncer o infarto son un 60% más bajos en este lugar que en Japón, donde ya las tasas son realmente bajas. Los okinawenses tienen un 80% menos de ataques cardíacos que los americanos y el cáncer de mama es algo tan extraño que no se hacen mamografías. También tienen un 40% menos de cáncer que los occidentales, y cuando lo tienen, su probabilidad de sobrevivir se duplica.
Desde 1975, un grupo de investigadores estuvieron estudiando a esta población por sus extraordinarias salud y longevidad, tras lo cual publicaron su libro The Okinawa Way. La primera persona que examinaron los doctores Bradley y Craig Willcox fue un hombre de 101 años que pensaron que tenía 70. Hallaron que incluso en su ancianidad, los okinawenses poseen sistemas inmunitarios jóvenes, son delgados, tienen elevados niveles de hormonas sexuales y una excelente salud mental. Los autores concluyeron que los resultados del estudio eran totalmente replicables en Occidente, y que tenía que ver sobre todo con su dieta, así como estilos de vida como la actividad física y el equilibrio mental. Por desgracia, las nuevas generaciones de okinawenses están abandonando la dieta y estilos de vida tradicionales y están imitando la alimentación y modas occidentales, y como consecuencia sus tasas de enfermedades crónicas están ascendiendo, lo que demuestra que los okinawenses no poseen ningunos genes especiales. Los secretos de Okinawa son los siguientes:
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Una dieta sana. La dieta tradicional okinawense se ajusta a lo que conocemos como una dieta equilibrada. Esta población emplea un término, Ishoku-dogen, que significa algo como "el alimento y la medicina provienen de la misma fuente". Su alimentación se basa en vegetales de hoja verde, pescado, batatas (más nutritivas que las patatas), granos enteros, arroz, cerdo salvaje y productos fermentados de soja. Los alimentos de esta región son los únicos de Japón que tienen una clara influencia también de la dieta china, compartiendo así los platos chinos de vegetales con cerdo con los japoneses de pescado y algas. Los okinawenses no consumen azúcares, carnes rojas ni harinas refinadas.
Aparte de los alimentos que ingieren, es muy destacable reseñar que siguen una clara restricción calórica. Un okinawense medio consume 1.500 calorías, un 40% menos que el americano promedio. Están combinando por tanto una dieta baja en calorías pero densa en nutrientes (los carbohidratos refinados y azúcares son calorías vacías). Los okinawenses cultivan sus propios vegetales, y es destacable que en la localidad de Kijoka, donde los okinawenses viven más, el suelo es particularmente rico en minerales debido a las aguas marinas. También cultivan unas 460 especies de hierbas, con propósitos tanto medicinales como culinarios.
El consumo de pescado fresco es bastante frecuente, tres o más veces por semana. Otro de los alimentos más sobresalientes de la dieta de Okinawa es la soja fermentada, no la soja sin fermentar que comemos en Occidente. Su ingesta de sal es baja. También sus bebidas favorecen una vida sana y prolongada: unas tres tazas diarias de té verde con jazmín y agua local rica en calcio. Los beneficios de un pequeño consumo de alcohol los cubren gracias al awamori, una bebida de arroz fermentado similar al sake.
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Actividad física. Aparte de la actividad de muchos de ellos como pescadores o granjeros, los okinawenses hacen ejercicios aeróbicos rutinarios, como artes marciales y danzas tradicionales, así como andar y cuidar plantas y jardines. También juegan al gateball, similar a los bolos.
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Vida activa y ocupada. Los okinawenses mayores no se retiran sino que se dedican a una intensa vida social, trabajando en los campos y ayudando en la industria local. Es muy importante apreciar el hecho de que los más longevos son reverenciados. Cuando las personas alcanzan una edad especialmente avanzada son vestidas de rojo y son objeto de una celebración en las calles.
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Bajo estrés. El bajo nivel de estrés en Okinawa ha sido referido como el "temperamento de Okinawa". Y todo ello a pesar de que estas islas sufrieron una profunda devastación en la Segunda Guerra Mundial, experimentando la tragedia en primera persona. La meditación y las fuertes creencias espirituales son elementos también comunes a esta apasionante región del sur japonés.
En el fondo, el secreto de Okinawa no es tal. Sencillamente siguen lo que podríamos denominar una dieta antiinflamatoria; esto es, limitada en calorías, pero con alta densidad en vitaminas, minerales y con un importante aporte de grasas antiinflamatorias Omega-3. Personalmente creo que debemos llamar la atención sobre el hecho de que los okinawenses consumen menos arroz (carbohidratos) que los japoneses.
En suma, los okinawenses son los más longevos del planeta no por casualidad. Siguen una dieta y estilo de vida que les ponen en la buena dirección. La de la longevidad con salud.